En Conversaciones en la Catedral, el genial literato y mediocre político Mario Vargas Llosa comienza presentando al personaje Zavalita, que era como el propio Perú. ¿En qué momento se había jodido?… y piensa: «No hay solución». Las muestras eran evidentes: una larga cola en los colectivos a Miraflores, edificios desiguales y descoloridos, avenidas sin amores. Él era como el Perú, Zavalita se había jodido en algún momento.
El color de Lima, piensa era el color del Perú: flanqueado por chozas que, a lo lejos, se van mezclando y espesando hasta convertirse en un laberitno de esteras, cañas, tejas, calaminas. Hay una escuálida construcción junto a la entrada, una plaquita dice Administración. Tal es el panorama de inicio de las conversaciones entre Zavalita y Ambrosio, en la Catedral de Lima durante el «ochenio» dictatorial del general Manuel Odría.
Y es que estando releyendo al nobel peruano, me puse a escudriñar el X (antiguo Twitter) y me detuve en el espectáculo triste del socavón en ruta hacia El Salvador, y la foto de portada de Prensa Libre. Y escribí: «¿Aparte de corrupción no cree usted que hay una verdadera crisis de la Ingeniería Civil en Guate?».
Jamás imaginé la analítica de impresiones. 13,560, con 335 Me Gusta y 113 comentarios. La gente es perceptiva, crítica y exige soluciones. Y además, sabe bien, fuera de los clásicos netcenteros, ¿en dónde está la abeja reina de las falencias? Veamos entonces:
El Colegio de profesionales de la ingeniería es una de ellas. Algo está pasando en ese gremio. La escuelota, parodiada por otro internauta, aludiendo a la Facultad de Ingeniería de San Carlos, es otra. ¡Algo grave está pasando por allí! Ah, y la corrupción por supuesto, y las empresas de cartón de falsos constructores.
@alexander_20880 dice: «La forma que se contrata en el estado (obra y supervisión), como SEGEPLAN y MINFIN ponen las reglas para desarrollar las etapas de preinversión y de inversión que es pésima, la alta discreción de los funcionarios para aprobar. No solo somos el gremio».
Y luego el mismo profesional replica que el gremio está cooptado por un grupo de 3000 votantes cuando hay más de 24000 agremiados. Por eso y otras cosas más «muchos no trabajamos en el Estado». Además, replica que el tema de mantenimiento es inexistente. Como parodiando al Perú y Zavalita, ¿cuándo se jodió la obra pública, cuándo se jodió Guatemala?.
Y paradógicamente, las críticas vienen a los inicios de la democracia cuando precisamente se fue desmantelando la vetusta institucionalidad de la obra pública impulsada y mantenida por los gobiernos militares. Ellos, los de antaño, los de la dictadura y la represión mantenían comandos centrales de proyectos. Y cuando Guatemala se devastó con un fatal terremoto en 1976, articularon bonos de financiamiento desde el Congreso de la República, conformado por los propios partidos políticos de la llamada Democracia de Fachada. Además, crearon el Comité Nacional de Reconstrucción -CNR- y procedieron a levantar los escombros. Ello le sirvió a un gobierno fraudulento y violento recuperar cierta confianza ciudadana. La cosa caminaba, ¿cuándo se jodió entonces?.
A mi leal saber y entender, con la fragmentación del Estado: la desregulación, la debilitación de la institucionalidad, la creación de instituciones paralelas, las privatizaciones, los patrimonios unitarios, y el cúmulo de negocios aglutinados en la obra pública, bajo un presupuesto público que, en inicios de la democratización era de tan sólo Q1000 millones y se transformó hoy en más de Q120,000.
Además, los monopolios. Alguien en la red criticaba hace poco por qué el actual Ministerio de Comunicaciones sigue pagándole millonadas a las empresas productoras de cemento y de asfalto. ¿Qué se podría esperar?, si tienen totalmente capturado el mercado guatemalteco, y el mercantilismo priva por todo ese ambiente.
Los excelentes análisis de Asier Andrés en Prensa Comunitaria así lo muestran. País de monopolios con empresas de cartón, y escasa planificación y centralización de normas. Además, la prevalencia de entidades registrales que tan sólo tramitan permisos, sin monitorear a los entes autorizados para operar. Que a la vez actúan con tremendas presiones políticas, que inspiran iniciativas absurdas, como la de un diputado de hoy en día que ofrece garantizar la compra del cemento nacional. ¡Como llamando al nacionalismo de la era Trump!
Por allí opera el Rey de los Puertos, al estilo del Rey del Tenis. Además, Claro y Tigo se reparten el mercado, en las propias narices de la alicaída Superintendencia de Telecomunicaciones. Y qué decir de los verdaderos escándalos de la construcción del nuevo Puente de Belice, colmado de intereses particulares, disfrazados de fraternas alianzas entre tu muni y el gobierno pasado del giammatteiato. Y además inspirado por centros de pensamiento de los grupos corporativos, que exigen más estado paralelo, como una iniciativa insistiendo por ahí, de creación de una Superintendencia, que dista mucho de la naturaleza de su nombre. Y que lleva el apellido: Vial.
Se ha apostado por contratos millonarios, y fragmentada obra pública hormiga en el seno de los consejos de desarrollo. Pésimamente concebida, sin factibilidad, y con firmas constructoras de poca monta inicial, pero con harto capital acumulado en el tiempo de dotación de licitación tras licitación.
Y pensar que las licitaciones son de pocos oferentes: allí están los Córdova, los Alejos, los López Camey. Y un tal grupo Muratori. Las trabas y entuertos legales y de normas técnicas son enormes, y además los tiempos impuestos y otros contratiempos muy comunes en los ambientes en donde, no se quiere ni competencia, ni mucho menos excelencia.
Con razón @Claudia89500788 nos dice: «los ingenieros competentes e íntegros no quieren trabajar con el Estado para no ser parte de la cloaca de corrupción que ha imperado!».
Y pensar que la cosa se jodió con el advenimiento del Estado neoliberal y democrático dicen, pero privatizador, que denigró lo público y se sirve de él para enriquecerse. Resulta ser entonces que uno de los principales retos, de la única universidad pública, de los gremios, y de la sociedad como tal es la dignificar la acción colectiva, la infraestructura y los bienes públicos, propiedad de todos y de ninguno. Y ello, si queremos pasar de zope a gavilán, como se cacarea en los perfumados foros de la competitividad y demás hierbas.
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