En el reino de la mentira

Jorge Mario Rodríguez

enero 22, 2025 - Actualizado enero 21, 2025
Jorge Mario Rodríguez

No deja de ser difícil tratar de mantener la calma ante los hechos que apenas ahora se desenvuelven, de manera acelerada, frente a nuestros ojos. Ya se ha dicho que, para percibir los efectos de la Segunda Venida de Trump, no era necesario esperar los primeros cien días: bastaban las primeras cien horas. Pero el ataque radicalizado de la derecha extrema actual forma parte de un continuo histórico que viene, por lo menos, desde la molestia reaccionaria con el movimiento de los derechos civiles en la década de los sesenta del pasado siglo. Quienes reflexionan sobre la historia saben que algo similar sucedió con respecto a la Revolución francesa.

Aun así, es sorpresivo el nivel de desvergüenza: lo que ahora se dice y hace la extrema derecha revela la arrogancia del poder. Como lo hizo ver Gramsci —y esta idea ha sido muy recordada en estos tiempos— los períodos de crisis, en donde lo viejo no termina de morir y lo nuevo no acaba de nacer: estos tiempos se caracterizan por la aparición de signos mórbidos, y como lo apunta Slavoj Žižek, de monstruos.

El desaparecido filósofo español Carlos París insistía en que la mentira se ha encarnado en la civilización actual, vale decir, la civilización globalizada. Se puede cuestionar, por tanto, la solidez misma de ese espectáculo monstruoso que ahora se despliega ante nuestra mirada.

Mi punto es el siguiente: el caótico presente no puede ser duradero, se basa sobre el poder inmenso de la mentira y sus expresiones sociales: corrupción, injusticia, represión, desinformación generalizada. La única manera de evitar el poder que se oculta detrás de dichas mentiras es una concientización de las sociedades contemporáneas. Es necesario escapar del mundo de la desinformación y la manipulación. Esa es una tarea que requiere el compromiso de cada ser humano, tarea a la cual se deben abocar todos los recursos institucionales de los que podamos hacer acopio. Fomentar la mente crítica es la mejor manera de torpedear las bases de la derecha extrema.

A pesar de su popularidad, el discurso de la derecha extrema no logra cuajar en la verdadera inteligencia del mundo. La mentira no puede conquistar el campo de la mente crítica. La derecha fascista teme al ansia de conocimiento porque la misma verdad que se busca es peligrosa. De ahí la lucha contra la educación crítica a la que se califica únicamente de crear pensamiento woke, falaz movimiento de la patética e insostenible derecha internacional, la cual presencia ahora la cúspide de su reinado distópico.

Y porque escribo sobre Guatemala, es bueno que recordemos cómo nuestra sociedad se sitúa en este juego de sombras. Y vale decir que las “élites” guatemaltecas están plenamente conscientes de que nuestra universidad nacional se encuentra en una situación tan lamentable. Ellos siempre han sabido del peligro del conocimiento crítico. Y por esto, se sienten tan entusiastas con el retorno al poder de Trump, hasta el punto de que están dispuestos a hacer cualquier pantomima para demostrar que están subidos en el carro de los vencedores. Es necesario inflar la propia insignificancia con mentiras. Los frutos de la corrupción siempre son apetitosos y no son amargados por la conciencia del propio descaro.

¿Puede la mentira ser realmente permanente? ¿No termina la mentira por enredarse en su propia trayectoria? ¿Hasta qué punto puede suponerse que la mentira puede permanecer? Tarde o temprano la gente puede despertar. La manipulación digital del creciente descontento de los sectores mayoritarios de las sociedades no es una receta para alcanzar el poder y preservarlo. De hecho, ya empiezan a adivinarse las grietas en el proyecto trumpiano como siempre se ha visto en el “proyecto” de sus “amigos” guatemaltecos.

Y regresemos a nuestro país. Desde Guatemala podemos integrarnos en el movimiento de regeneración mundial. Es descorazonador ver a tanto trabajador guatemalteco tratado como una molestia, cuando muchos saben lo que estos significan para la economía guatemalteca y para la norteamericana. Sin embargo, no debemos contemplar este problema con fatalismo. Así, es necesario recrearnos como país, pero esto no lo podremos lograr sino reconocemos los derechos e intereses legítimos que compartimos con otros países desplazados de los centros de poder del mundo. De nuevo, puede verse la necesidad de la unidad continental.

Por esta razón, aunque tengamos muchos problemas sociales, nuestros países pueden hacer mucho si reconocen su importancia en un mundo que no puede prescindir de nosotros. Debemos tener la entereza de no ser simples marionetas de la historia actual. Por esto viene un tiempo en el que se debe buscar en lo profundo del propio ser para poder reafirmar el valor de la vida.

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