Week-end en Guatemala: el chajazo que desangró al país  

Álvaro Montenegro Muralles      junio 27, 2024

Última actualización: junio 27, 2024 10:33 am
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“Week-end en Guatemala” es una obra desparramada, escrita en el fragor de la denuncia, publicada en 1956 por Editorial Goyanarte en Argentina, tras el golpe contra Jacobo Árbenz en 1954. En el libro “Correspondencia del Exilio”, publicado en 2011 por Editorial Universitaria donde se compilan las cartas entre Juan José Arévalo y Luis Cardoza y Aragón que atravesaban la entera América -Arévalo desde en Chile y Cardoza en México- se observa la planeación de una articulación intelectual para denunciar el golpe y así contrarrestar la desinformación estadounidense que había vendido a Árbenz como el peor mal que pudo haberle pasado al continente. 

Una parte de esta estrategia internacional yace en que escritores y exfuncionarios -lo más notables serían Cardoza, Manuel Galich, Arévalo y Miguel Ángel Asturias- se apuntarían a escribir cada uno un libro para defender a la Revolución; de ahí nace “Week-end en Guatemala”, que es el aporte de Asturias frente a la debacle, frente al agua que se pierde entre las manos agrietadas de Guatemala, que no se recompuso de 1954, esa herida que desangró al país. Cardoza escribió “La Revolución Guatemalteca”, Galich “Por qué lucha Guatemala: Arévalo y Árbenz” y Arévalo “Guatemala, la democracia y el imperio”. 

No fue sino hasta la edición de Piedra Santa en 1999 que este libro se publicó en tierras chapinas, como me recuerda Jaime Barrios Carrillo y quien me envía el ensayo del escritor Mario Payeras sobre el libro “Asturias, casi novela” donde, en 1991, Cardoza y Aragón despotricaría contra Miguel Ángel. En este texto, “Miguel Ángel Asturias y Luis Cardoza y Aragón”, Payeras defiende a Asturias frente a la virulenta crítica de Cardoza y cuenta que leyó “Week-end” en 1958 y que le pareció “su mayor mérito, su aporte más trascendente a los seres humanos”, describiéndola como “una obra pletórica de valores trascendentales, donde abraza la causa de los que sufren opresión”; recuerda que este libro circulaba “de mano en mano entre los primeros luchadores clandestinos de 1954” y que con él adquirieron consciencia miles de revolucionarios. 

Otro Premio Nobel, Mario Vargas Llosa, quizá antagónico políticamente a Asturias, también escribió sobre la caída de Árbenz. Más de medio siglo después desarrolló la novela “Tiempos recios” (2019), en la cual examina entre ficciones el golpe del 54 y plantea que el derrocamiento fue motivado por una protección llana a la frutera estadounidense, y considera que la siniestra manera de sacar a Árbenz recrudeció la oposición guerrillera latinoamericana porque las opciones reformistas y democráticas, como la Revolución de Guatemala, pasaron a percibirse como carentes de viabilidad política.  

“Week-end en Guatemala” se compone de ocho episodios que a lo mejor podrían funcionar aisladamente como cuentos largos; en ellos, Asturias, en su lenguaje robusto, oloroso y donde las sensaciones son particularmente prodigiosas, muestra (sin explicar, como buen poeta o pintor) el clima que se vivía en 1954. No menciona a Árbenz y no es necesario. El título “Week-end” ya nos lo dice: una influencia rapsódica como un rayo devastador de Estados Unidos en un plan urdido desde una traición a varios niveles: militar, político, económico, propagandístico, en donde se conjugan todos los actores sociales y subyace la pugna histórica del país: la dicotomía maya-criollo, y la necesidad de reivindicación de una élite terrateniente frente a la dignificación indígena que había conseguido por fin cierta emancipación. 

Cada capítulo de la novela evoca una historia que se enreda a la anterior para colorear una pintura completísima del momento. Lo monumental de Asturias –no solo en este libro- es lo que se ha dicho tanto: que logra crear desde un lenguaje propio -muy guatemalteco- una universalidad con imágenes -miles de metáforas delicadas que se huelen y se palpan (“Una viejita que olía a maíz viejo y hablaba con voz de río que apenas tiene agua para correr sobre la arena del cauce”) vinculándose, por ejemplo, a las comidas nacionales o a las flores, dentro de historias que no se estancan en imágenes lentas sino que avanzan con premura y verbos ansiosos; una aceleración en una escena críptica tras otra contada sin descuidar el aroma viscoso que bordea toda la atmósfera asturiana. 

La gran hidalguía de Asturias es que nos regala un mito, que es a la vez muchos mitos. Cada capítulo del libro es un cuento que puede ser relatado: que a tal sargento gringo se le escaparon las armas del camión porque andaba borracho y una mujer le abrió la puerta en la carretera al mar; que una señora le quemó el rancho a su marido militar para intentar salvarle la nuca pero luego descubre que el esposo, junto a su verdugo-coronel, estaban en la misma componenda contra el presidente; que una chica de la élite pierde la vista en una universidad en Estados Unidos entre una rabieta contra su profesor quien ha desinformado acerca de las autoridades guatemaltecas; que un muchacho endemoniado avienta un bus al despeñadero lleno de extranjeros; un complot contra el Comité Anticomunista… Así, resoplan desde el canto asturiano pequeñas fábulas entretejidas en una narración precipitada, como una camioneta desbarrancada por la Cuesta de las Cañas. 

Hay mucho ímpetu de revancha literaria en Asturias: desea rehacer la realidad descarriada, re-escribir el epílogo de la década de primavera que se esfuma en el horizonte de maizales guatemaltecos quemados por los mercenarios extranjeros. 

A siete décadas, aún no terminamos de entender el año 1954. 

Este 27 de junio de 2024 se cumplieron 70 años del último día de la presidencia de Árbenz. En el año de Asturias -a 50 años de su muerte y a 125 años de su nacimiento- decretado en el Palacio Nacional, conviene, desde lo histórico y lo literario, repasar ese “Week-end”, un chajazo que continúa impactando la realidad desde lo material y lo simbólico.

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