Esta semana se hizo pública la celebración de un día de jolgorio para algunos señores diputados, esto, con ocasión del onomástico de uno de los tribunos, quien convido a colegas a tragos, comida china y seguramente musicón ad hoc para tan alegre apagón de velitas. Obviamente, todo digno de un padre de la patria; entre charada y charada, no faltaron los conciliábulos políticos, referidos a los próximos desafíos legislativos, particularmente, ampliación presupuestaria, reformas al MP, elección de Junta Directiva Congresal y Presupuesto 2025. La cosa se puso tan bullanguera que llamaron a otros colegas, y al igual que en la canción de los elefantes, otros diputados se unieron a tan célebre piñata. Uno de los comensales que llegó tarde al guateque, es conocido socialmente por su tóxico modo de ser, algunos dicen que se coló, como era la usanza en las viejas zarabandas, otros -benignos que son- cuentan que a pesar de su mala reputación fue convidado. En realidad, un detalle sin importancia.
Como ocurre en estos aquelarres, parranda y conciliábulo, derivaron en boxeo poco olímpico entre tribunos. Tal como ocurría en el senado romano y dícese, que resultado del intercambio olímpico, uno de los púgiles obtuvo ojo morado, mordió el polvo y juró venganza, hizo saber que tiene el favor de dioses del Olimpo, que habitan allá por la línea y que bajo aquella influencia, medusa haría el favor de encargarse de su oponente a quien recordó a su señora madre en reiteradas oportunidades. El perdidoso renqueando y balbuceando maldiciones, fue llevado por sus ángeles guardianes, el escándalo corrió como pólvora ardiente y la noticia de la golpiza casi se transformó en fiesta nacional, a juzgar por las redes sociales. Solo faltó que se decretaran tres días de celebración popular con amenización de los Internacionales Conejos. Tal es la aversión popular que en sus pocos años en la palestra publica a acumulado, el toxico diputado. Ya en serio. Sorna al margen. El asunto es serio, muy serio, la pelea no, eso es común en personajes como los involucrados. Lo que marca lo delicado de la cuestión fue la amenaza vertida por el “representante” de Sololá, al indicar que les “echaría a la fiscal” a sus detractores. Eso corrobora todas las tesis que señalan a la fiscala de prestarse a llamados de politicastros, que en perversa venganza persiguen -judicialmente- a la ciudadanía honrada. Es decir, queda claro, no se trata de cuestiones jurídicas, es lisa y llanamente persecución político judicial.
El exabrupto del “gordo aquel que fue presidente” confirma una verdad ciudadana: José Rubén Zamora Marroquín, está preso víctima de una injusticia, la fiscala lo persigue por encargo del señor de las muletas y su mancebo acompañante, todo por haberles destapado reiterados hechos de corruptela y por ejercer la libertad de expresión. Grave al país, pero es esa la realidad que vivimos: casos judiciales armados por encargo contra personas honradas y destacadas en la sociedad. Lo dicho por el diputado uno puede relativizarlo: una raya más al tigre. Sin embargo, detrás del dicho hay un destilado de injusticia, de ignominia y de regreso al pasado. Peligroso para la sociedad. Y en el caso de Zamora Marroquín su libertad, salud e incluso su vida están en peligro. Sigamos demandando la libertad de este notable periodista.
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