Siempre he sido admirador de Jacobo Rodríguez Padilla. Nació el 20 de agosto de 1922 en la capital de Guatemala y falleció en París el 5 de octubre de 2014. Vivió desde 1954 en el exilio, aunque en sus palabras, “siempre con Guatemala adentro”. Muy acertada fue la producción del filme de Guillermo Escalón acerca de la vida y obra de Juan Jacobo. Un documental realizado en el año 2008, ¡a tiempo!, es decir antes de que el artista falleciera. El material fue presentado en la Maison de l’Amérique en Latine, en París. Sebastián Escalón resume muy bien el perfil artístico de Jacobo:
“La obra de Rodríguez Padilla explora sin descanso dos grandes temas: la figura humana y el paisaje. Influenciado por Paul Gauguin y Carlos Mérida, así como por las novelas de Miguel Ángel Asturias, sus pinturas se basan en elementos visuales de la vida rural de Guatemala y de los textiles mayas”.
Jacobo pertenece a una familia de sobresalientes artistas. Su padre Rafael Rodríguez Padilla fue el primero en hacer esculturas fundidas en bronce en Guatemala, como el monumento a Lorenzo Montúfar en La Reforma. La tradición la continuaron Jacobo y su hermana Fantina. Pintaron murales siendo jóvenes, asesorados por Eduardo Abela, diplomático y artista cubano en tiempos de Juan José Arévalo Bermejo. Fantina fue secuestrada en la década de los setentas por las fuerzas de seguridad del gobierno, convirtiéndose en la primera mujer desaparecida en Guatemala.
Era Jacobo un artista intenso, verdadero ecologista, vegetariano y un conocedor del arte maya. Me dijo en una entrevista en 2005: “Después de la muerte violenta de mi padre, por motivos políticos, nos trasladamos a Rabinal, donde pasé buena parte de mi infancia y adolescencia. Allí entré en contacto con la cultura maya por primera vez. Años después con la Revolución del 44 y la creación del grupo Saker-Ti, que significa amanecer en lengua maya, mi generación tuvo un especial interés por la arqueología y yo por la astronomía, inspirado en los conocimientos que sobre el firmamento tenía los antiguos mayas”.
De su padre expresó en una entrevista que le hiciera en México la antropóloga Stella Quan Rossell, a finales de la década de los sesenta en México:
“Mi padre (Rafael Rodríguez Padilla) fue el fundador de la Escuela d Bellas Artes y una de las personas que realmente impulsó el movimiento artístico de su época…A raíz de la revolución democrática que botó a Estrada Cabera, mi padre hizo ver la urgente necesidad de que se creara una escuela de bellas artes, lo que se hizo en tiempos de Herrera, el presidente civil que fue derrocado al año de gobernar. En ese tiempo estaba en Guatemala Jaime Sabartés, ayudante de Picasso, y mi padre lo contrató para que impartiera cátedras en la escuela”.
Pintura de Jacobo Rodríguez Padilla
Rodríguez Padilla fue un firme partidario de los gobiernos de Arévalo y de Árbenz y cofundador del grupo Saker-Ti, que unificó a los artistas jóvenes en los años cincuenta. El grupo recorrió el interior del país, llevando teatro, pintura y música. Zipacná De León, su sobrino ya fallecido, organizaría —muchos años después— talleres y exhibiciones en los departamentos. Los artistas plásticos del Saker-Ti que más se significaron fueron Jacobo Rodríguez Padilla, Arturo Martínez, Rina Lazo, Roberto Ossaye, Adalberto De León Soto y Miguel Alzamora. El grupo Saker-Ti también fue compuesto por escritores y músicos y se inscribe en la transformación cultural e institucional producida después de la Revolución del 20 Octubre en 1944, con el gobierno procultura de Juan José Arévalo Bermejo. La Revolución de Octubre significó no sólo un proceso inédito de grandes transformaciones sociales e institucionales en el siglo XX, la Reforma Agraria y la promulgación del Código de Trabajo, sino asimismo produjo cambios y progresos fundamentales en la vida cultural del país.
No sería sino hasta el 1944, con la Revolución, refiere Jacobo Rodríguez Padilla, cuando el arte moderno llegaría a Guatemala con los libros y artículos de Luis Cardoza y Aragón y con el flujo de revistas y obras sobre las vanguardias europeas. La Revolución del 20 de Octubre fue como un despertar de la modorra alienante de 14 años de dictadura. El espíritu era de recuperar el tiempo perdido. En el gobierno de Arévalo se fundan la Orquesta Sinfónica Nacional, el Ballet Guatemala, La Escuela de Artes Plásticas, el Instituto Indigenista, La Facultad de Humanidades, el Instituto de Antropología e Historia, la Editorial del Ministerio de Educación, la creación del Certamen Permanente de Ciencias, Artes y Letras, la Escuela de Danza, el Coro Nacional, fundado por el maestro Oscar Vargas Romero quien fue también el primer director de la Dirección General de Bellas Artes.
Jacobo, Guayo de León y Adalberto de León fueron tres jóvenes becados por el Gobierno del coronel Jacobo Árbenz en 1952 para estudiar en Francia. Cuando Árbenz fue derrocado en el 54, les quitaron la beca. Guayo murió en 1995 también en París. Adalberto de León cuñado de Jacobo Rodríguez Padilla, en un frío otoño de 1957se suicidó en el parque de Vincennes. “No nos dieron ni el pasaje de regreso y me quedé en Francia, luego me trasladé a México donde viví 17 años, para volver a Francia a radicarme”, me dijo Jacobo en la entrevista.
Jacobo Rodríguez Padilla, Fresco tolteca, Museo Nacional de Antropología de México
En la década de los sesentas tres artistas plásticos guatemaltecos fueron contratados para hacer murales en el famoso Museo Antropológico de México: Carlos Mérida, Rina Lazo y Jacobo Rodríguez Padilla. Jacobo hizo el fresco de la cultura tolteca que es una obra maestra. También el mural de la cultura Tierras Bajas. En la entrevista que le hice años antes de su fallecimiento me dijo: “La experiencia del fresco tolteca fue muy positiva, sin olvidar que la competencia fue durísima para obtenerlo. También he hecho un mural de 26 metros cuadrados en La Gallarde de la Costa Azul, en Francia”.
María Lorena Castellanos Rodríguez informa en su ensayo sobre la obra en el exilio de Jacobo que, en México, también realizó ilustraciones para diversas revistas, entre las que destacan: Revista del Instituto Nacional de Antropología e Historia, Revista de Bellas Artes, México en la Cultura, que aparecía en el diario Novedades, y Diorama de la Cultura del diario Excélsior.
Castellanos recuerda asimismo que Jacobo trabajó en la Architectural Design Office for Central América, la que se encargó de construir el Hospital Roosevelt, obra que se inició en 1944.
Yo quisiera volver a aquellos días parisinos cuando el tren comenzaba a frenar y los perfiles movedizos del andén entraban por la ventanilla. Jacobo llegó puntual a encontrarme a la estación de San Lázaro. Era un agosto de tabaco diluido y olor a aceite quemado en las banlieues descoloridas y otros barrios degradados.
Hoy, a diez años de su muerte, lo evoco hablándome de esculturas y dibujos. Me explicaba con detalles también la relación de la conciencia y los campos astrológicos. Compartimos la convicción de pertenecer a un universo conocido. Y revisando un mapamundis nos dijimos: “¡Tantos países y ninguno el nuestro!”.
Suspiro que pinta, lo describió Luis Cardoza y Aragón. También dijo Cardoza que, en París, como si fuera un faquir, Jacobo había aprendido a nutrirse del aire. Estaba hecho de un material parecido al desconsuelo, con mucho de ternura y finos arrebatos de pájaro sinfónico ¡Qué insólito resulta a veces el disfraz de un ángel!
Juan Carlos Lemus, tras el fallecimiento termina una columna sobre Juan Jacobo Rodríguez Padilla en Prensa Libre de Guatemala con la siguiente admonición:
“Algún día —tal como nos sucederá a todos—, visitará Doña Muerte a los grandes artistas nuestros que aún andan por el mundo. Y saludará también al pintor en su taller. Entonces, la corbata negra de los gobernantes aparecerá en las fotografías, anudada bajo su rostro de plañideras mal pagadas”.
Recuerdo aquel domingo 5 de octubre. La UNESCO celebraba el Día Mundial de Los Docentes con actividades en muchas partes del mundo. En París se extinguía la vida de Jacobo, un verdadero maestro.
Jacobo Rodríguez Padilla es un símbolo del arte como identidad y resistencia. Había pasado sus últimos años en una vivienda otorgada por el Estado francés a los artistas sobresalientes. Ahí tenía su taller y buena parte de su obra, así como sus cuadernos de apuntes. Llevaba siempre uno en el bolsillo y apuntaba lo que observaba y sentía. Apuntes valiosísimos que abarcan cerca de 90 cuadernos. Opiniones sobre estética, historia, artes plásticas y desde luego sobre el mundo en general y en especial su nunca olvidada Guatemala, el país que olvida a sus artistas.
Se avisó con tiempo a la Embajada de Guatemala en París de que el Estado francés, como es usual cuando no hay un testamento, haría una subasta pública de lo que había en la vivienda de Jacobo. La lógica de la responsabilidad del funcionario diplomático hubiera sido enterarse de las condiciones de la subasta y que el Estado de Guatemala participara en la misma para salvar el patrimonio cultural de la nación que constituye las obra, objetos y escritos de Jacobo Rodríguez Padilla ¡No hicieron absolutamente nada! Una prueba más de la histórica desidia del Estado guatemalteco por las bellas artes y la literatura desde 1954. ¡Flamantes Ministros de Cultura que hemos tenido! Cuatro de los últimos sometidos a procesos judiciales por corrupción.
El poeta y escritor Luis Eduardo Rivera, residente en París y Premio Nacional de Literatura, se apresuró entonces a contactar a personas interesadas para tratar de salvar lo que se pudiera. Logró formar un grupo que compró los cuadernos de apuntes de artista. Material único y valiosísimo. Rivera trabaja actualmente en la paleografía de los Apuntes, escritos a mano por Jacobo.
A diez años de la partida de Jacobo Rodríguez Padilla resulta menester rememorarlo. Esperamos que el Ministerio de Cultura dirigido por Liwy Grazioso propicie la publicación de los Apuntes en este año de efemérides de la Primavera Democrática. No en vano el presidente Bernardo Arévalo escogió como tema para su toma de posición la Primavera de Vivaldi. Y si no fuera el caso y siguieran con la tradición de desinterés y desidia burocrática, desearíamos que alguna editorial guatemalteca lo asumiera y que los Apuntes vean la luz y salgan de la imprenta.
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