Hace dos años, en la Ciudad de Guatemala, el primer domingo de junio de 2022, me reuní con José Rubén Zamora, su esposa Minayú y algunos amigos para compartir una larga comida en un restaurante. Después de que los demás se fueron, me quedé solo con Chepe y Minayú, y fue entonces cuando me compartieron su certeza de que José pronto sería arrestado. El Ministerio Público y el sistema judicial habían sido cooptados por el Pacto de Corruptos, casi en su totalidad. Los Señores de la Muerte de la Justicia reinaban ahora sobre el corrompido Ministerio Público y los tribunales del país, encarcelando y llevando al exilio a decenas de honorables jueces, fiscales, periodistas y activistas, aplastando carreras y dispersando familias. Los Zamora sabían que se estaba preparando una falsa causa penal para silenciarlo y castigarlo a él y a su medio. Sin descanso, cada semana elPeriódico publicaba al menos una nueva historia que denunciaba la corrupción del gobierno de Giammattei y sus allegados. Pregunté a José Rubén y a Minayu por qué no salían del país y se iban a su otra casa en Florida. Me respondió que aquel era un momento crítico para elPeriódico, que sus finanzas nunca habían estado tan mal y que debía quedarse en Guatemala para luchar por la supervivencia del diario. Zamora, sus periodistas y su periódico, su familia, habían resistido muchas amenazas a lo largo de los años, pero nunca habían estado más vulnerables que en ese momento. Percibí trazas de miedo y de tristeza en los ánimos de José Rubén y Minayú, pero también una clara determinación para hacerle frente a lo que viniera. Aquella tarde me separé de mis amigos con una sensación ominosa en el corazón.
Todos sabemos lo que pasó. José Rubén Zamora lleva ya casi dos años en prisión. Las acusaciones penales contra él, la absoluta vacuidad y el cinismo de sus juicios falsos han sido denunciados como fraudulentos e ilegales por expertos en Derecho y observadores de la libertad de prensa de todo el mundo. Su familia, Minayú y sus hijos, también han sido expulsados al exilio. Las crueldades del aislamiento de Zamora han sido calificadas como una modalidad de tortura.
Por supuesto, ha habido grandes cambios en Guatemala desde la última vez que vi a José Rubén y a Minayú aquel domingo, algunos de ellos esperanzadores. El pueblo de Guatemala rechazó de manera rotunda el Pacto de Corruptos en un proceso de elecciones democráticas, e hizo todo lo que estaba en sus manos para bloquear el golpe de Estado urdido por Consuelo Porras y sus Señores de la Muerte de la Justicia. Sin embargo, el Pacto de Corruptos sigue controlando el escuálido sistema judicial del país. Y José Rubén Zamora, y otras buenas personas, siguen en prisión. Muchos otros, entre ellos Minayú y sus hijos, también siguen desterrados del país por falsas acusaciones criminales.
Hoy hay motivos para la esperanza: un nuevo medio nace en el exilio, eP Investiga. Y con él, resurge el admirado suplemento cultural dirigido por Luis Aceituno, que se reinventa bajo el nombre de La Chirimía. Es para mí un enorme privilegio presentar este primer suplemento de textos literarios, donados por algunos de los amigos escritores de José Rubén Zamora, y otros admiradores o artistas de renombre internacional que quisieron unir sus voces a las protestas contra su encarcelamiento, y celebrar la indomabilidad y el espíritu de lucha de Zamora y su equipo de reporteros, redactores y otros, manifiestos en el lanzamiento de eP Investiga.
“Los libros me rescataron del hermético encierro, de la soledad por momentos tan pavorosamente silenciosa”, ha escrito José Rubén sobre lo que los libros y la lectura han significado para él durante su encarcelamiento. Valeria Luiselli, en su extraordinario ensayo sobre el taller de escritura que dirigió en un centro de detención estadounidense para jóvenes inmigrantes, describe ese proyecto creativo como “una oportunidad para el análisis de lo indeterminado, lo no repetitivo, lo no dictado por el reloj implacable de la rutina del encierro […] Era una manera de abrir un paréntesis a lo que está -al menos un poco- fuera del tiempo”.
Me gusta pensar en José Rubén, en usted lector, y en todos nosotros compartiendo, ahora mismo, dentro del paréntesis que proporcionan estos textos, ese tiempo libre que se mueve fuera del tiempo, fuera del tiempo muerto de los juzgados corruptos donde la “justicia” va a morir.
Incluso el inmortal Gabo contribuyó con un texto a nuestro suplemento. Una de sus convicciones esenciales de siempre fue que el buen periodismo es tan indispensable como la buena literatura. De Guatemala escribió: “Muy pocos han padecido una represión tan atroz, tan intensa y prolongada, y ninguno la ha sobrellevado con tanta soledad.”
Tal vez Guatemala se esté volviendo un poco menos solitaria, por fin.
Ciudad de Nueva York, abril 2024
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