¡Un buen líder no busca conflictos y formas absurdas de protagonismos, busca soluciones!

Mariana Rohrmoser

enero 28, 2025 - Actualizado enero 28, 2025
Mariana Rohrmoser

¡Irracional, patético e ilógico!

Esas son quizá las primeras palabras que vienen a la mente de toda aquella persona que habla y piensa con sensatez, cuando de gobernar se trata.

¿Cómo es posible entrar a ejercer un cargo peleando con medio mundo y peor con sus países vecinos, con sus aliados económicos más importantes de la región y con quienes debe mantener una excelente relación por múltiples motivos?

Sí, así es, hago referencia al señor Trump, que pareciera haber entrado a ejercer su cargo con la espada desenvainada, con la arrogancia que lo caracteriza y que al parecer disfruta, pensándose ser el gobernante del mundo entero y aunque algunos quieran creerlo, enfáticamente afirmo, que no, ¡no lo es!

Recuerdo que, en este país, muchas voces han gritado a diestra y siniestra que somos un país soberano e independiente y que no debe existir injerencia extranjera alguna. Pues lo mismo invocan ya muchos países, respecto a varios temas y decisiones que esta nueva administración está tomando.

Estamos claros que cada país está en su derecho a implementar sus políticas internas, más no en aquellos asuntos cuyos intereses traspasen fronteras, les atañen a otros o infrinjan su derecho interno.

Lo más certero es tratar dichas problemáticas de forma conjunta, porque las mismas no están provocadas sólo por una de las partes, tal es el caso de la migración irregular, cuya situación es multicausal y con cargas de responsabilidad compartida.

Aquí todos son víctimas y causantes del problema, por lo que no se vale y hasta absurdo resulta, entrar a gobernar, girando órdenes, incluso irracionales, sin atender sus propias leyes internas, tal fue el caso de la reforma que pretendía realizar el señor Trump, respecto a la nacionalidad de los nacidos de inmigrantes en Estados Unidos, habiéndole frenado dicha insensatez, un juez federal de su mismo partido, pues dicho decreto, violaba su ley interna.

Al señor Trump, quien nuevamente es el presidente de los Estados Unidos, dos cosas deben quedarle muy en claro:  1) el poder no es absoluto; y 2) el país que lidera y representa no se llama América, lo cual nos lleva de vuelta al punto uno, recordándole que el poder que ostenta no sobrepasa sus fronteras, pretendiendo hacer lo mismo, que aquellos que tanto aborrece.

Gobernar y tener poder no es hacerlo en forma arbitraria y sin límites. Tampoco es cuestión de ignorar los problemas o enredarse en lo ideológico.

Gobernar es, sin duda alguna, un tremendo desafío y algo muy complejo, que requiere de mucha entrega, firmeza y coraje, más no de actuar dentro de lo ilegal e ilógico.

Mientras más grande sea el país que se gobierna, más minuciosas y prudentes deben ser las relaciones que se tenga con los demás países, porque por muy iluso que parezca, ese país, considerado potencia, necesita de todos y más de aquellos países que le acompañan y también pertenecen a este continente americano.

Lamentablemente acciones como las recientemente tomadas por el nuevo gobierno de los Estados Unidos no tendrán ningún efecto y más animadversión generarán, incrementándose las tensiones y problemáticas de todas las naciones involucradas.

Pareciera inocuo insistir en el diálogo, sin embargo, éste es de suma importancia para encontrar las salidas que generen soluciones a los grandes problemas que hoy enfrentan nuestros países, debiéndose entender que los mismos son de índole transnacional, por lo que las salidas también deben serlo, trabajando juntos por ellos y para ellos, evitando cerrar las puertas a las negociaciones y aceptando la necesidad de coexistencia que tenemos sobre la faz de esta tierra.

Se requiere de madurez para gobernar bajo el diálogo y firmeza, teniendo claras las contundentes diferencias que existen entre ejercer el poder con fuerza y determinación, pero siempre al amparo de la legalidad y el deleznable populismo en detrimento de la política.

El ser humano siempre ha migrado. Está en su esencia y si no fuera por este fenómeno, los países no habrían evolucionado ni encontrado los grandes progresos que hoy tienen, gracias a ello. ¿Trae problemas consigo? ¡Definitivamente que sí! Pero no será tirando a estas personas como basura a sus países de origen, porque no son eso, reconociendo que, por dichas personas, muchos países han crecido, se han desarrollado y han consolidado sus economías. ¡Estados Unidos no es la excepción!

Lo ideal es evitar que exista la migración ilegal, pero no por lo que finalmente llegan a hacer al país al que migran, que es trabajar y sobre todo a hacerlo en aquello que no le gusta hacer a los supuestos originarios de este país, sino por el terror que viven en sus tristes y duras travesías y lo que esto representa. Además de aclarar que es una total falacia que sólo delincuentes migran. 

Son personas que sufren por su inmensa pobreza y el absoluto abandono de Estados cooptados por los altos niveles de corrupción, quienes sólo desean una mejor vida. Sin embargo, esta búsqueda conlleva peligros inminentes que les cuesta hasta la vida. Esto es lo denigrante y lo que se debe solucionar.

Dicho problema no acabará con gritos, ni amenazas y mucho menos con más aviones con deportados.

¡Esta no es la solución! Entendámoslo de una vez por todas y dejemos esta errada medida, tomada por muchos presidentes de aquel país, republicanos y demócratas, la cual sólo sirve como acción de campaña política para ganar adeptos y considerarse los dueños del mundo.

No tratar bien este problema ha derivado en otro, exacerbando y provocando la discriminación y racismo, claros elementos que provocan un nacionalismo mal entendido y hasta nefasto.

Hay que poner orden y encontrar una salida, eso está claro, pero que ésta no genere odios y conduzca a extremos como para realizar reverencias de orden fascista y en alusión al nazismo, que tanto costó superar. No podemos volver al pasado y permitir que la insensatez nos robe la razón.

Ese pasado es impensable y no podemos darnos el lujo de no haber aprendido nada de esa horrorosa historia.

La gente quiere paz y no dictaduras.

Un verdadero líder convoca y busca soluciones para mitigar sus problemas, propiciando ese diálogo profundo con propósito y enfoque en donde no sólo se hable, sino también se haga.

Está por demás probado que disposiciones radicales y unilaterales, tanto de un lado como del otro, sólo provoca a que los péndulos se muevan de derechas a izquierdas radicales, sin equilibrios ni razones.

Hagamos énfasis en la importancia de retomar los liderazgo sensatos, no ofensivos y totalmente constructivos para unir y no desunir.

Guatemala, Estados Unidos, América y el mundo entero necesitan cordura, principios y respeto a los derechos humanos y por, sobre todo, erradicar pasiones extremistas que sólo generan división y odio.

Basta ya de tanta cosa absurda, como las cuotas de poder por género y no por capacidades, de desvirtuar la verdadera defensa de los derechos a los grupos vulnerables, de confundir los términos de injerencia extranjera, del extremismo apabullante a la defensa del nacionalismo y de la irracional forma de buscar protagonismos como dedicarse a cambiar nombres a los accidentes geográficos o alterar las leyes y principios constitucionales.

Es hora de enmendar, de conversar con la verdad y seriedad, de buscar soluciones reales y equitativas, sin extremismos ni fanatismos y por sobre todas las cosas, reconocer nuestros errores para construir el bien basado en los derechos y el respeto mutuo.

La famosa frase MAGA para nuestro país del norte, le debe quedar claro que es irreal y no existe, porque nunca ha estado bien y sólo lo estará, cuando por fin entienda su verdadero rol en el mundo, cuánto necesita de éste y de la diversidad de nacionalidades que lo construyen. ¡Solo no puede, ni le conviene estar!

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