Hace un par de años celebré muy emocionado en elPeriódico que la construcción del teleférico estaba a la vista, lo que aliviaría el tráfico de los vehículos que día a día vienen de otros municipios a enmarañar la ciudad. Tras dos años engavetada, la iniciativa había pasado primera y segunda lecturas en el Congreso, y para esa semana estaba agendada la tercera y final. Pero quedé burlado.
Uno de esos diputados que dedican su tiempo a desacreditar a otros, dijo ante las cámaras de televisión, sin vergüenza y con cinismo, que su partido se iba a oponer al teleférico, porque era pura publicidad para reelegirse las autoridades ediles por el resto de sus vidas. Es decir, no dudaban del éxito del teleférico, comprobado en México, en Colombia y en Bolivia, sino había que impedir que el beneficio fuera una realidad. Y más adelante, durante la contienda electoral, fue el mismo sujeto quien abanderó el juicio de ¿dónde está el teleférico ofrecido?
Las elecciones ya quedaron atrás, así que ahora ya no podrán continuar los mismos tan reacios, porque perdieron, bloquearon en balde la ventaja social para ser ellos quienes la convirtieran en realidad.
Lo sorprendente del proceso electoral tan negativo y oscuro del año anterior, sobre lo que no se pudo opinar entonces porque nos arrancaron la tribuna, fue el negativismo absurdo, los insultos y calumnias que se lanzaron dando la cara o anónimos para dañar reputaciones. Al menos los más dignos no contestaron, no se prestaron al circo romano.
El tema favorito de decenas de candidatos por la presidencia y alcaldía fue el tráfico. Olvidando, desmemoriados, que recién se venció a la pandemia y que la ciudad abanderó la reactivación económica, con un plan que funcionó, porque se recuperó el empleo, y en lugar de una multitud pidiendo dinero con cartulinas en los puentes y salidas de las colonias, aconteció una mejoría general, se pudo comprar vehículos para llegar al empleo cuando había restricciones por salud, se saboreó la libertad de conducir moto, y en hogares donde solo había un carro ahora tienen dos o más.
La capital se está transformando rápidamente, como en otras partes del mundo, lo cual ya es inevitable, aunque los nostálgicos de la vida de aldea se enojen y no puedan adaptarse.
Todo hubiera sido más fácil, si los diputados no hubieran impedido años atrás el avance. El teleférico se quedó en la meta de salida, así como el metro que apareció en el presupuesto del 2020 pero que los diputados no aprobaron, y que ahora está reviviendo el nuevo Gobierno.
El tráfico intenso que estamos experimentando es producto por un lado de la prosperidad, en una ciudad más activa que nunca, y de los efectos perjudiciales de los frenos y la burocracia del Congreso.
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