La llegada del Secretario de Estado de Estados Unidos, Marco Rubio, a Guatemala ha reavivado el debate sobre las dinámicas políticas en el país y la influencia que Washington puede ejercer sobre el gobierno actual de Bernardo Arévalo. La trayectoria de Rubio como senador durante la administración del ex presidente Jimmy Morales plantea interrogantes sobre su postura hacia los aliados de Morales, quienes han sido acusados de socavar la democracia y el Estado de derecho en Guatemala.
Es indiscutible que la relación entre Rubio y Morales estuvo marcada por decisiones estratégicas que beneficiaron a ambos. En el caso de Rubio, en línea con la agenda de su país y en el caso de Morales en sintonía con la agenda del sector que representa. El apoyo de Morales a la conversión de Guatemala en un “tercer país seguro” para migrantes, así como su respaldo al traslado de la embajada de Estados Unidos a Jerusalén y su énfasis en la lucha institucional contra el narcotráfico, fueron acciones que le permitieron a Morales una buena relación con el vecino pais. El entoces Senador Rubio congeló fondos destinados para la Comisión Internacional contra la Impunidad en Guatemala (CICIG), lo que Morales capitalizó, y resultó en la expulsión del comisionado y la propia comisón. Este es un punto crítico que alimenta la percepción de quienes piensan que el ahora, Secretario de Estado, pueda ser aliado de Morales y sus iguales. Esta acción permitió que se consolidara un entorno de impunidad que aún persiste y que muchos consideran un legado oscuro de la administración de Morales. Ante este contexto, la llegada de Rubio podría malinterpretarse como un respaldo implícito a los aliados de Morales, quienes han intentado mantener su influencia en el sistema político guatemalteco.
No obstante, es esencial reconocer que independientemente su postura ideológica, el apoyo de Rubio al gobierno del presidente Morales siempre fue en beneficio y alineado a los intereses del país que este representa. Rubio no fué, ni es aliado de Morales y mucho menos de su agenda personal o “sectorial”. En la visita del Secretario de Estado, este se centrará en el gobierno de Arévalo como institución, y lo que este puede hacer por los intereses de Estados Unidos. Recordemos que durante la complicada transición de poder, Rubio se mostró a favor de Arévalo, quien ganó las elecciones democráticamente y enfrentó intentos de impedir su toma de posesión. Este apoyo, aunque pueda ser malinterpretado por algunos, indica que Rubio está dispuesto a colaborar con un gobierno que, a su vez, se convierte en un aliado incondicional de la agenda de Estados Unidos.
La esencia de la visita de Rubio no radica en revivir la relación con gobiernos pasados, sino en establecer una conexión institucional con el gobierno de Arévalo. En este encuentro se definirá lo que el gobierno de los Estados Unidos espera del gobierno de Guatemala. El desafío para el presidente guatemalteco será aprovechar esta oportunidad y demostrar que su administración está comprometida no solo con apoyar con la agenda del amigo pais, sino en poder capitalizar esta relación para continuar su agenda en pro de la democracia y el Estado de derecho, separándose de las prácticas corruptas del pasado.
Finalmente, mientras algunos puedan ver en la llegada de Rubio un posible respaldo a los del pacto de Morales, la realidad es que su agenda está diseñada para fortalecer la relación con el gobierno actual. El gobierno del presidente Donald Trump tendrá el total apoyo del gobierno del Presidente Arévalo. Arévalo, por su parte, tiene la responsabilidad de capitalizar este apoyo y demostrar que su administración representa un cambio significativo hacia la transparencia y la justicia. La verdadera prueba estará en cómo ambos líderes gestionen esta relación y si logran romper con las sombras del pasado en beneficio del pueblo guatemalteco y de los intereses de Estados Unidos.
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