En Guatemala, es difícil enfocar el gobierno hacia el bien común, con el “agravante” de hacerlo por derroteros legales y éticos, en el medio de mares infestados de filibusteros y tormentas invocadas por bucaneros institucionales o de gavilla; que para el caso actúan en cuadrilla y con ocasión de robo. La víctima es el pueblo de Guatemala, a quien pretenden seguir despojando de su escaso erario y mantenerlo sumido en harapos y mal educado. Dedicado a trabajo precario en plantaciones y cuenta propia agrícola o viviendo en «techos de cartón» y comercio de subsistencia. País de empresarios le llamaba a eso el bachiller Arzú. La gravosa vida popular en este país es la consecuencia de la corruptela de siglos. Es expresión de saña, discriminación, racismo y uso clientelar de masas empobrecidas, por efímeros y corrutos gobernantes.
Detener la piratería sobre los fondos públicos, es el pilar del futuro que vendrá. Si se logra. Obviamente aquello no es “jugar de comidita” es enfrentar a vetustos oligarcas económicos y políticos. Es incursionar en una dimensión que trasciende este periodo de gobierno y décadas venideras. Esta es la oportunidad que electoralmente se dio así mismo el pueblo de Guatemala, incluso con timidez. De esa cuenta se dejó un gobierno corto de poderes, particularmente Legislativos, con una burocracia media alta vinculada a viejos cacicazgos y un laberinto judicial amenazante. Es decir, la tarea popular está a medias, el voto solo fue un paso, no pueden despegarse las organizaciones de campesinos, trabajadores, mujeres, las cooperativas del gobierno que eligieron. Es claro, la anquilosada oligarquía política y económica, está dispuesta al sabotaje a descarrilar el tren de gobierno. No es exageración. Basta oír los mensajes de algunos siervos de dios, que desde los pulpitos pretenden el fracaso político de este gobierno. Lo hacen con desparpajo, seguros de que una masa de fieles obedecerá su voz “llena de espíritu”, los políticos de la oposición les harán de caja de resonancia y a la inversa según la coyuntura. No les importan las consecuencias, de su fariseo actuar, entre más agudas las caudas para el pueblo mejor. Así aquellas masas colocadas por siglos en la precariedad “entenderán” que mejor pobre, calladito y gobernado por iluminados dados al enriquecimiento ilícito, que aventurarse a recuperar autoestima y construir un nuevo futuro. Ese es el objetivo de la conspiración.
A eso apunta el desgaste, demostrar que este gobierno no sirve, y por si el descarrilamiento lo consideran inevitable, alentar base social fanatizada como base de apoyo. Difícil coyuntura en la que está colocada la ciudadanía o aprovecha la posibilidad histórica de construir futuro o acomodase, a que “gobiernen otros, bajo manto divino” y mano de mono. Seguramente hijos predilectos de su propia prosperidad. Así, entre tempestades y olas de gran tamaño, esto parece una reedición -en ciernes- de 1954. La diferencia es que ahora el gobierno gringo no es el que organiza la intervención, son huestes vernáculas con origen en los capitales lícitos e ilícitos acumulados en lo oscurito y que cuentan con apoyo de grupúsculos retrógrados del norte. Así que, a la pregunta formulada en el título del artículo, la respuesta es sí. Se trata de gobernantes éticos. Su habilidad y destreza política, la historia próxima lo dirá.
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