El personaje de Melquiades, el gitano, en la gran novela de García Márquez, es, indudablemente un personaje central y decisivo en la vida de la familia Buendía porque enseña a José Arcadio, a sus hijos y a su nieto Arcadio a leer y escribir. Hasta su llegada, todos los miembros de la familia y de la comunidad de Macondo, eran completamente analfabetos. Gracias a esa valiosa enseñanza, pudieron, comenzar a leer los libros de ciencias naturales, de historia, etc., que trajo consigo, en las diferentes visitas que hizo a la población. Libros, que leyeron con avidez José Arcadio y su nieto Arcadio.
Melquiades, también, les trajo algunos instrumentos y aparatos técnicos modernos, como el astrolabio, para aprendieran a leer, además, de los libros y textos, la propia naturaleza, la ubicación de las estrellas en el cielo. Y, también, les trajo, el daguerrotipo, que les permitió imprimir y reproducir los documentos que escribieran, para ser distribuidos a la población de la aldea. Escribir y leer, dos enseñanzas fundamentes y básicas, complementadas y prolongadas, por los libros que les trajo, por este instrumento con el que comenzaron a leer la posición de las estrellas en el cielo, y, por el daguerrotipo, con el que, pudieron comenzar a reproducir los documentos que escribían, y, distribuirlos a todos aquellos habitantes de Macondo, que también ya habían aprendido a leer,
Conocimientos y dispositivos técnicos, que, Melquiades, aprendió y conoció en Europa, en el curso de sus viajes, como miembro de un pueblo semi-nómada, por ese continente. Conocimientos muy valiosos, que, sacaron a los miembros de la familia Buendía de su analfabetismo e ignorancia original. En este sentido, Melquiades, fue para ellos, un maestro ilustrado, que les enseñó conocimientos fundamentales, para la formación y desarrollo de sus vidas humanas.
García Márquez, al darle este papel de maestro ilustrado a Melquiades, lo que hizo, fue darle a un miembro de un pueblo originalmente ágrafo, y, en general, completamente ajeno a los descubrimientos científicos e inventos técnicos, realizados por los europeos a lo largo de su historia, una característica inexistente en ese pueblo, y, menos aún, en los años finales del siglo XIV y comienzos del XX, en que está situada la historia de la familia Buendía. Pero, al hacerlo así, nos mostró y recordó, que, cualquier ser humano, independientemente de sus orígenes étnicos, culturales o sociales, está en capacidad de aprender bien de otros, conocimientos y saberes, y, a su vez, enseñarlos, también, bien, con talento y eficiencia, a otras personas pertenecientes a otro u otros pueblos. Así, este ser humano, sea miembro de un pueblo como el gitano, tan aparentemente lejano y extraño la lo largo de su vida e historia, a la existencia de estos conocimientos científico-técnicos.
Pero, por otra parte, Melquiades le enseño a José Arcadio los principios y reglas de un saber no científico, de la alquimia. Viejo saber medieval, también esencialmente europeo, que, Melquiades, también aprendió allí, y, que, estimaba como muy importante, valioso y decisivo. No tanto porque ofrecía la posibilidad de conocer el modo de fabricar el apreciado oro a partir de la mezcla especial de determinados metales ordinarios, sino, porque encerraba la posibilidad misma del conocimiento, la piedra filosofal.
José Arcadio, al aprender estos conocimientos, y, en especial, este pseudo-conocimiento de la alquimia, quedó atado y atrapado por ella. Se propuso, entonces, con ahínco y entrega diaria, a realizar los experimentos de alquimia, que le permitiera algún día fabricar esa piedra filosofal, y, así, obtener el secreto y la clave para acceder a todos los conocimientos posibles. Pero, como nunca pudo producirla, perdió la razón, se volvió loco, y, pasó, el resto de su vida atado al árbol del patio de la casa, por orden de su esposa Úrsula.
Pero, además, Melquiades, al aprender todos estos conocimientos científicos y pseudo-científicos de los europeos, no renunció a un saber fundamental, muy propio de su pueblo, el de la quiromancia, un saber de reglas y técnicas “ocultas” que, da a la persona que las domina, la capacidad de adivinar el futuro de la vida de los seres humanos.
Decidió, entonces, en su última estancia en la casa de los Buendía, usar y poner en práctica este saber que dominaba a la perfección, escribiendo un libro para narrar el presente y futuro de la vida y de la muerte de todos los demás miembros de la familia. No solo para “confirmar” de esa manera la “verdad” de ese saber en el que creía firmemente. Sino, también, y, sobre todo, para darle a la familia, el último y definitivo de sus conocimientos antes de morir, el de sus propias vidas hasta sus muertes.
Pero, lo escribió en un idioma extraño y desconocido por los miembros de la familia, probablemente en sánscrito, el viejo idioma de la India, que, hablaban sus antepasados, antes de emigrar del país a comienzos del siglo XII. Libro, que, después, los miembros varones de los Buendía, comienzan, poco a poco, a traducir y leer. Y así, se dan cuenta, que todos los aspectos de sus vidas y las condiciones de sus muertes están ya ahí, relatadas. Hasta que, Aureliano, el último miembro de la familia, traduce y lee, la última parte del libro, que, relata precisamente, el hecho de su muerte, después, de haberla leído, como efectivamente ocurre.
¿Qué fue lo que hizo, entonces, realmente García Márquez, al escribir esta gran novela? ¿Transcribió, con fidelidad ese libro escrito por Melquiades, que, encontró perdido, en algún lugar perdido de una población pequeña de la costa Atlántica colombiana?, siguiendo, el ejemplo, de Miguel de Cervantes, quien nos dice, en el capítulo IX de El Quijote, que, “Un día vio en un mercado de Toledo, unos manuscritos en idioma árabe escritos por los que se interesó debido a su afición a la lectura. Pidió, a uno de los moriscos que se encontraban en el lugar, que, tradujera y leyera algunos párrafos, debido a que él no conocía ese idioma. Y, al escuchar la lectura, de esos fragmentos, se percató, que, los manuscritos contenían la historia de Don Quijote de la Mancha, escrita por el historiador árabe, Cide Hamete Benengelí”.
Creo que es así, pero con una diferencia fundamental, la de que el verdadero autor de ese libro, que le atribuye a Melquiades y, que, transcribió en su novela, no es un autor imaginario o ficticio, sino real, el propio pueblo caribeño colombiano, con sus leyendas, relatos y supersticiones mágicas, que aprendió de niño, escuchándolos de su abuela materna, Tranquilina Iguarén. Relatos y leyendas creados por ese pueblo caribeño, su propio pueblo, y, que, se transmitían de modo oral de generación en generación, tal como hizo su abuela con él. Por eso, lo que hizo García Márquez, fue, ponerlos por escrito o transcribirlos en esta gran novela, enriqueciéndolos y ampliándolos, por supuesto, con su extraordinaria imaginación.
Ahora bien, pienso, que, existió una razón adicional, que tuvo en cuenta García Márquez para crear, y, darle este papel fundamental al gitano Melquiades, la de pertenecer a un pueblo semejante o parecido al pueblo campesino caribeño colombiano en la época en que sitúa la novela. Dos pueblos, que, eran, en su mayoría, analfabetos e ignorantes de los conocimientos científico-técnicos forjados por los europeos, en esa época. Los dos son grandes amantes de la música rítmica, y, de la danza, que practican con excepcional destreza y talento. Y, aunque, los caribeños no tenían, y, no tienen, la homogeneidad étnica de los gitanos, tenían, y, tienen, aún, como ellos, relatos de sus vidas y supersticiones mágicas que hacen parte de sus tradiciones culturales, y, que, transmiten, como los gitanos, de manera oral, de generación en generación, usando el idioma español. Idioma, que, estos gitanos aprendieron de los españoles en España, y, los caribeños, de sus antepasados españoles, que, conquistaron y colonizaron sus tierras.
García Márquez, al emplear en la novela, el notable parecido existente entre estos dos pueblos, logró asegurarle, en gran medida, una “secreta o mágica” armonía entre todas sus partes, dada, precisamente por el hecho de que los saberes, que, un miembro del pueblo gitano le enseño a uno o a varios miembros del pueblo caribeño, fueran aprendidos y asimilados por ellos, en especial, por José Arcadio, con enorme determinación, alegría y entusiasmo, como si fueran saberes propios que les pertenecieran desde siempre. Y, a su vez, Melquiades, se los enseñó, como si fueran miembros de su propio pueblo gitano. Es decir, fue una enseñanza-aprendizaje que se llevó a cabo de manera fluida y natural, sin ninguna coacción o imposición autoritaria, en tanto se aceptaban y reconocían entre sí, casi, como espejos de sí mismos.
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