Libros como tablas de salvación

Encuentro deliciosas las portadas, algunas son austeras, sólo con título y autor,  y si acaso, una viñetita. Otras son artísticas, con ilustraciones inquietantes.

Ana Cofiño

enero 26, 2025 - Actualizado enero 30, 2025

Cuando he andado por la calle de la amargura o trastrabillando en el callejón de las dudas, siempre he encontrado libros que me han salvado. Ellos han sido los mejores consejeros, compañeros de infortunios, puertas abiertas a una riqueza infinita. Los libros me han iluminado, con ellos he encontrado respuestas y gracias a la lectura es que disfruto de mi soledad. Me regodeo con las palabras y disfruto los ritmos que se les imprimen. Admiro con reverencia la erudición que enriquece, sin soberbia, agradezco las imágenes hermosas que me hacen soñar.

En mis siete décadas sobre este mundo he ido acumulando libros, revistas, fotos, papeles, periódicos y un sinfín de cachivaches. Soy de las que guardan recuerdos y recortes, así que ahora que debo poner orden en el archivo, me enfrento a un cúmulo de objetos con un peso emocional considerable. Lo que significaron en su momento y lo que ahora provocan son sentimientos que conmueven. Abrís un cuaderno de hace veinte años y te ves reflejada en las flores secas, en los apuntes al margen, en todo lo que entonces te hacía vibrar.

Archivar, organizar, catalogar y ojear libros es una de las actividades que más disfruto. Encuentro deliciosas las portadas, algunas son austeras, sólo con título y autor,  y si acaso, una viñetita. Otras son artísticas, con ilustraciones inquietantes. También las hay sobrecargadas, donde los títulos se pierden en un abigarrado diseño. Las tapas de los libros son un mundo con su propia historia. Podríamos hablar sobre ello largamente, pero vamos a continuar con los libros como flotadores en la mar procelosa de la vida.

En la infancia, sin duda fueron los libros de la escritora inglesa Enid Blyton (1897-1968) los que nos iniciaron, con las amiguitas de colegio, como grupo de lectoras. Copiándoles el estilo a esos cinco fantásticos, nos hicimos un club con himno y todo. También dejaron huellas importantes personajes de la literatura universal que como Juana de Arco, la joven guerrera francesa que murió quemada en la hoguera. Por supuesto que, en su momento, también pasamos por Mujercitas y ese tipo de lecturas, pero desde entonces lo nuestro era más bien la fantasía, las aventuras. Beau Geste, de Percival Wren, sobre la Legión Extranjera, se convirtió en libro de culto para una de nosotras que hasta la fecha suspira por ese libro y sigue siendo atrevida y valiente.

En las clases de literatura guatemalteca seguimos un programa apegado al canon, y tuvimos que leer (sic) el Popol Wuj, El señor Presidente, por lo menos, de Miguel Ángel Asturias y más de algún libro de Pepe Milla. Más tarde, ya por nuestra cuenta y curiosidad, Informe de una injusticia de Otto René Castillo e inclusive La patria del criollo de Severo Martínez, texto icónico de los años setenta. Esas lecturas fueron llevando a otras y en mi caso, en la Escuela de Antropología, al encuentro con autores marxistas que hablaban desde otra perspectiva, la prohibida en mi país. Cuando llegué al feminismo, empezando por El segundo sexo de Simone de Beauvoir, me di cuenta que las cosas que sentía o pensaba tenían nombres, eran conceptos que conformaban teorías.

            Las crisis amorosas que afligen a la juventud me llevaron a La separación de los amantes de Igor Caruso, e inclusive a leer los libros de autoayuda de Walter Risso. Y para que vean que una es de mente amplia, acudí a El camino del artista de Julia Cameron, al cual me aferré, hice los ejercicios y terminé, con algunas etapas superadas. El Tao te kin también fue sujeto de múltiples consultas, así como el I Ching. Nodal en este camino de las emociones y de los cambios de la edad, fue el libro La sabiduría de la menopausia de la doctora Christiane Northrup que le regalé a mis compañeras como una herramienta para surfear por esas transformaciones de la vida que no estaban tan documentadas hace unos años.

El camino del artista de Julia Cameron

            Cuando mi hijo más pequeño se enganchó con la tele y aceptó que no iba a respetar los acuerdos de dos horas diarias, lo amenacé con tirar la tele desde un sexto piso, a manera de performa, y ya no pagamos servicio. Así que sin más remedio, agarró los Diez años con Mafalda y se sumergió en ellos, llegando al extremo de memorizar muchas de esas tiras del genial Quino. El mayor de los críos, que también adquirió adicción televisiva, tuvo en la Guía para la vida de Bart Simpson otra tabla para la zozobra de no poder zamparse horas frente a la maldita pantalla.

Guía para la vida de Bart Simpson

Puedo mencionar varios otros títulos vitales, muchos, como El exilio interior, la vida de María Moliner que ha sido determinante para mi santoral de mujeres arrechas. Quiero hacer una reseña de ese texto y sobre todo rendir homenaje a una mujer talentosa, erudita, acuciosa y persistente que construyó uno de mis diccionarios favoritos: Diccionario de uso del español, al que a su vez me acerqué gracias a José Antonio Marina, autor de muchos títulos, entre ellos el Diccionario de los sentimientos y La selva del lenguaje en los que vuelve a las técnicas de doña María de formar familias entrelazadas entre sí de sentimientos y de sustantivos para nombrarlos.

El exilio interior, la vida de María Moliner, de Inmaculada de la Fuente.

Los insomnios son parte de mi vida. Puede ser que entre la una y las tres de la madrugada esté guardando platos, haciendo estiramientos o leyendo. En mi mesilla de luz siempre hay variedad de títulos, acompañados de pomadas y cremas para los dolores, como las viejitas de antes, con sus hierbas y emplastos. Y con las lecturas que permiten seguir aprendiendo, es decir disfrutando de la capacidad de pensar y entender.

Quizá por ese reconocimiento y valoración de los libros como tablas de salvación es que ahora me siento tan contenta y contenida. Recién recibimos la donación de una biblioteca extraordinaria, conformada por los libros del escritor antigüeño Luis Aceituno y su compañera Gloria Hernández. Cuando llegó el camión con las cajas a bordo y empezaron a desembarcar, tuve la sensación de estar siendo testiga de una marejada de saber que vino para ser parte de La Biblioteca del Pensativo que estamos preparando para ustedes como un espacio de memoria, de conocimiento y de resistencia, donde los libros estarán esperando seguir siendo incorporados al saber universal. Habrá noticias.

Etiquetas:

Todos los derechos reservados © eP Investiga 2024

Inicia Sesión con tu Usuario y Contraseña

¿Olvidó sus datos?