En 2023, las remesas provenientes de Estados Unidos representaron un ingreso de divisas de casi 20,000 millones de dólares. Esto es más del doble del total de 9,700 millones que representaron las exportaciones guatemaltecas a ese país. La dependencia casi existencial que nuestra economía tiene de la ciudadanía guatemalteca que vive en Estados Unidos es una realidad ineludible para actores públicos y privados.
El 20 de enero de 2025, cuando Donald Trump tome posesión como presidente de los Estados Unidos, probablemente marcará el inicio de cambios importantes al orden internacional existente desde el fin de la segunda guerra mundial. El orden basado en reglas, la aspiración interdependencia transnacional y por lo tanto, la paz liberal, son algunas de las cosas que se sacudirán, o, incluso, estarán bajo amenaza. Guatemala, naturalmente, no es un actor de veto ni mucho menos. Reconociendo su lugar en el sistema internacional, tiene posibilidades de maniobra bastante limitadas.
Como fue el caso para la primera administración de Trump, debemos esperar mucha volatilidad en la conducción de la política exterior de Estados Unidos. Prestigiosas publicaciones como The Economist o Foreign Policy coinciden en que es muy difícil predecir los alcances de la política exterior durante una segunda administración de Donald Trump. Sin embargo, tenemos algunas pistas. Por un lado, algunos patrones observados en la primera administración, y por el otro, los documentos de política pública que acompañaron la campaña electoral del 2024.
El proyecto 2025 es un documento preparado por la Fundación Heritage en conjunto con otros Think Tanks conservadores y organizaciones religiosas que ha sido ampliamente señalado como la agenda de política pública para una segunda administración de Trump. El ahora presidente electo ha negado en reiteradas ocasiones vinculación alguna con dicho documento. Sin embargo, después de los resultados electorales del pasado partes, múltiples personas cercanas a Trump han señalado que sí será un documento guía.
Hay al menos tres cuestiones de interés para el Gobierno de Guatemala. En cuanto a temas migratorios se refiere, el proyecto 2025 propone el restablecimiento de los acuerdos de tercer país seguro y la creación de una autoridad encargada de la deportación inmediata de inmigrantes indocumentados bajo ciertas circunstancias. Además, propone reformas al régimen de asilo para reducir el tipo de causales que las personas buscando protección internacional podrían invocar. Es decir, el “miedo creíble de persecución” ya no podrá estar relacionado con violencia basada en género o violencia de pandillas. Además, plantea la posibilidad de imponer sanciones sectoriales a los países que se rehúsen a recibir personas deportadas.
Por otro lado, en cuanto a política comercial, plantea nuevos aranceles para todos los bienes que ingresen a Estados Unidos. En este punto, no hay detalles sobre qué tipo de mercancías estarían afectadas (acabadas o no acabadas), ni qué tan alto será el incremento, o si existirá algún criterio geográfico o político que determinará qué países se verán afectados. No obstante, el documento pareciera sugerir que el grueso de esta política estaría enfocado en bienes provenientes de China.
Finalmente, en cuanto a la cooperación internacional vía USAID, el documento aduce que dicha entidad ha sido capturada por “la izquierda progresista” para promover una agenda de “aborto, extremismo climático, radicalismo de género, e intervención contra el percibido racismo sistemático”. En ese sentido, entre otras cosas, plantea finalizar todos los proyectos en Latinoamérica donde “no se hayan obtenido resultados” y, en su lugar, enfocar los esfuerzos de cooperación en iniciativas que fortalezcan el libre mercado, reformas laborales, reducción de impuestos, y desregulación. Así mismo, luchar contra “las ideas socialistas” que han conquistado a la región y asociarse con el sector privado y actores que impulsen el libre mercado, incluyendo organizaciones religiosas.
Lo peor que le puede pasar a Guatemala es tener una relación contenciosa con su principal socio comercial. Esto incumbe también al sector privado. Guatemala, como alguna vez lo puntualizó Juan José Arévalo, es una sardina frente a un tiburón. No obstante, hay cartas que pueden ser utilizadas para prevenir disrupciones innecesarias en la relación bilateral.
Al revisar el proyecto 2025, pareciera haber un especial interés en reconfigurar las relaciones comerciales globales. Si bien es cierto, la imposición de aranceles es algo negativo para países que comercian con EEUU, también hay una intención de empujar el nearshoring, es decir, reconfigurar las cadenas de suministro para tener “autonomía estratégica” respecto de China. Esta puede ser una oportunidad para que Guatemala se presente como un potencial socio. Además, la actual estrategia del presidente Arévalo de mantenerse cerca de las prioridades de política exterior de EEUU puede que le rinda frutos. Por ejemplo, la relación con Taiwán podría ser otra palanca para acercarse o prevenir un distanciamiento con la administración de Trump.
Finalmente, el gobierno debe tener claro que hay una masa crítica de actores antidemocráticos en el país que buscarán acercarse a la administración de Trump. Estos actores intentarán empañar las relaciones bilaterales sobre la base de mentiras, desinformación, y muy probablemente más casos fabricados desde Gerona. Por tal motivo, será crucial conocer quién será nombrado secretario de Estado en EEUU. Una vez eso ocurra, el servicio exterior guatemalteco —especialmente el cuerpo diplomático en Washington— tiene una labor decisiva para asegurar la estabilidad de la relación bilateral con el gobierno de Arévalo. Esa labor debe ser escrupulosa, diligente, y metódica, en función de los actores clave que sean identificados.
Decir que al gobierno de Arévalo el destino le ha repartido una mala mano para gobernar sería un eufemismo. Dicho esto, aún con una baraja mala, es posible ganar una partida de póquer.
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