El gobierno presidido por B. Arévalo arribó al poder bajo condiciones frágiles. Ese era el cometido del momento: impedir su llegada, o en caso de pasar la frontera, que sus márgenes de acción fuesen lo más limitado posible. La erosión acelerada que se refleja en la actualidad no es un asunto impensable; todo lo contrario, era lo esperado.
Vemos con preocupación, unos, y con beneplácito otros que, sumada a la fragilidad de llegada, durante los primeros cuatro meses de gestión el poco combustible existente se ha vaciado casi por completo. Los únicos depósitos aparentemente existentes son, por un lado, el margen limitado de acción producto de la dosis de legitimidad (apoyo social) que aún goza, pero que se puede reducir si el tic tac de la espera se extiende más de la cuenta. El otro apoyo es la comunidad internacional, una categoría igualmente imprecisa como la anterior; donde sobresale el gobierno de EE.UU como principal carta, cuyos intereses no son necesariamente los mismos que anhelan una buena parte de guatemaltecos. Si las expectativas no se acompañan de resultados, la luna de miel puede culminar de manera abrupta. Ambos factores con volátiles e inclusive el primero, al menos, se puede revertir.
El vaciamiento se profundiza cuando nos damos cuenta que el tanque tiene más agujeros de los que se creía inicialmente. Algunos provienen del interior, de decisiones no medidas con sentido estratégico. Por ejemplo, con la designación de los gobernadores se abrió un frente innecesario. Lo mismo ocurre con la relación Ejecutivo-ANAM, ya que es evidente que el presidente de esa asociación va con la suya y es quien ha sacado mayor raja. Este actor se sienta con el gobernante, pero crea su base electoral de la mano de la fiscal general y del cuestionado colegio de abogados. Ahora se suma la propuesta de ampliación presupuestaria en un Congreso donde el margen de maniobra del oficialismo es mínimo. Como están las cosas en ese espacio, se puede ir por lana y salir trasquilado.
El gobernante intenta, por varios senderos, tomar oxígeno. Por ello, la serie de reuniones con organizaciones indígenas, las giras al exterior y seguramente una gama de acciones complementarias. El resultado parece distar de lo deseable, las expectativas van a la baja. La luz que irradiaba hace apenas unos meses, se ha ido pagando y solo parecen quedar ciertos chispazos esporádicos que no iluminan. En tanto no se prenda la agenda económica, no se atienda con profundidad y amplitud las demandas de seguridad ciudadana y la institucionalidad siga haciendo agua por todos lados, vamos rumbo a un escenario inercial, fácil de aprovechar por quienes desde ya se regocijan por el estancamiento generalizado, condición esencial para que retomen a plenitud el timón que los sucesos de 2023 colocaron en riesgo.
Si en el corto plazo no se da un fuerte timonazo para modificar el rumbo y si no se comprende que el poder solo tiene sentido si se ejerce con contundencia, el chance creado en los meses pasados habrá sido un capítulo irrepetible, con contenido disperso. Estabilizar y transformar son dos apuestas descomunales, la coyuntura solo alcanza para iniciar la primera de ellas.
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