El presidente de los Estados Unidos de América ha anunciado frente al mundo que una de las armas de mayor contundencia de su administración será imponer aranceles a la importación de bienes que ingresen a su territorio. Los medios han vuelto popular de nuevo el término guerra arancelaria, en virtud de las represalias que podrían venir de otras naciones, quebrando por un tiempo indefinido los sueños del sistema liberal de mercado denominado librecambio, que ha sido el sueño de personajes como Manuel Ayau y de todos sus seguidores desde hace décadas.
Sin ningún cálculo ni consulta con centro de pensamiento alguno, Mr. Trump amenaza con la imposición de aranceles a sus principales socios comerciales del Tratado de Libre Comercio de América del Norte –TLCAN– que incluyó años y cientos de reuniones en negociaciones, impulsadas además por organismos multilaterales como la Organización Mundial de Comercio -OMC-, que pasa por sus peores momentos de mutismo e inanición en un mundo cargado nuevamente de nacionalismos.
El arancel y el librecambio son parte de las preocupaciones más que centenarias de los grandes autores de la economía. A principios del siglo XX las teorías sobre el librecambio conservaban un posición claramente privilegiada, nos dice Jean Weiller en el clásico tratado de Emile James sobre La Historia del Pensamiento Económico en el Siglo XX. El autor nos recuerda que salvo férreos adversarios como Federico List, el defensor de la industrialización tardía alemana, los autores anglosajones empujaban la desmantelación progresiva de las tarifas aduanales sobre el comercio exterior. Se trataba así de un principio sagrado del pensamiento liberal.
Lo interesante es que ello duró hasta el más crucial período de la entreguerra, cuando volvieron a surgir las concepciones totalitarias -comunistas y fascistas- que volvían a propugnar por la autarquía, o lo que hoy se entendería como un pensamiento antiglobalización.
Renombrados autores como Vilfredo Pareto bien advierten que el apetito por la protección de ciertos políticos estriba en el alimento de su presupuesto público por parte de altas tarifas proteccionistas. Y en general, los autores debaten entre los beneficios monetarios de los cambios internacionales, y las ventajas para los industriales o los comerciantes. Y es que si se piensa fortalecer la industria -como ocurrió en los inicios de la integración económica centroamericana- se propugna por aranceles externos comunes altos. Y algo de lo que Mr. Trump está haciendo es volver a localizar industrias en ciudades destruidas por la desindustrialización como Detroit en Michigan, o Gary en Indiana; ambas ciudades símbolo de decadencia, delincuencia y conflictividad social.
Lo cierto es que se está desterrando una máxima no sólo liberal, sino neoliberal-monetarista como la inspirada por Milton Friedman y sus seguidores Chicago boys, que encumbraron en la era de Pinochet el denominado Enfoque Monetario de la Balanza de Pagos.
Se trata además de un tema altamente relacionado con cambios, salarios y fundamentalmente con precios. Los neoliberales chilenos, por ejemplo, como parte de su modelo ortodoxo de estabilización, veían en la rebaja arancelaria una forma de instaurar un flujo de precios internos acorde a los precios internacionales. Es decir, eliminando la distorsión creada por los aranceles. Y nos lo dice claramente don Alejandro Foxley en su libro Experimentos neoliberales en América Latina (Experimentos neoliberales en América Latina). “para que las importaciones establezcan esta especie de techo a los precios de los bienes producidos en el país se requiere, sin embargo, que los aranceles desciendan a un nivel suficientemente bajo y que el tipo de cambio se mantenga fijo.Así, la tasa de variación de los precios domésticos va quedando supeditada a la inflación internacional.” Y ello al menos en la parte de la economía que está supeditada a la competencia internacional.
Esa era hasta hace algún tiempo parte del credo que giraba alrededor de las grandes ligas del comercio internacional. Veremos entonces que tal le va a Mr. Trump desatornillando parte de ese credo, frente al mutis de nuestros liberales y neoliberales criollos y latinoamericanos. Y veremos entonces cómo le va a los nuevos derroteros de la teoría económica y a su arte de persuasión, siendo algo así como que en los ambientes bíblicos se atentara en contra de Adán, Eva o el Arca de Noé.
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