El martes pasado, la Fundación Gabo otorgó el Reconocimiento a la Excelencia 2024, uno de los premios más relevantes para el periodismo en el ámbito de la lengua española, a José Rubén Zamora. Una noticia que muchos recibimos como un hálito de esperanza, en medio de esa oscuridad en la que nos hemos visto inmersos en los últimos tiempos en Guatemala.
Un día después, el Tribunal Noveno de Sentencia Penal le otorgó a José Rubén una medida sustitutiva de arresto domiciliario por el caso que lo mantiene en prisión desde el 29 de julio de 2022, en donde al menos los primeros 17 meses estuvo aislado y sometido a condiciones inhumanas. Otra noticia para celebrar, aunque por el momento el fundador de elPeriódico deba de permanecer en la cárcel de Mariscal Zabala, esto por un segundo caso, absurdo e irrisorio, que muy bien podría caber en la Historia universal de la infamia de Jorge Luis Borges.
Por el momento, celebremos este premio a la Excelencia, que si bien en un país como Guatemala, cada vez más alejado de la civilización (por cuestiones ajenas a su buena voluntad, como se decía antes), no significa mayor cosa, a nivel global tiene un impacto relevante.
La Fundación Gabo fue creada en 1995 por el Premio Nobel de Literatura Gabriel García Márquez, con el objetivo de formar periodistas y estimular en ellos “el uso ético y creativo del poder de contar y compartir historias”. Sus cursos y talleres han sido definitivos para la renovación del periodismo hispanoamericano y cuenta entre sus maestros y colaboradores con los nombres más selectos del panorama informativo a nivel mundial. En suma, es una de las grandes referencias del periodismo contemporáneo, y los premios que otorga año con año tienen una calidad consagratoria.
José Rubén ha sido premiado este año “en virtud de sus más de tres décadas de tenaz y valiente trabajo profesional dedicadas a develar la corrupción y abusos de derechos humanos que han asolado a Guatemala”, y por considerarlo en la actualidad como “el máximo símbolo de la lucha contra la corrupción en el periodismo latinoamericano”.
Lo anterior, por supuesto, no será del gusto de algunas personas en este país, no solo porque les suena a sánscrito, sino porque han asumido como sagrada misión de vida, guiados por un dios oscuro y todo poderoso, la ingrata tarea de desaparecer la democracia y la libertad de expresión y de conciencia, no solo de Guatemala, sino de la faz de la tierra. El periodismo se convirtió para ellos en un objetivo de guerra, su cometido es eliminarlo, que no quede rastro ni palabra. En ese sentido, el arresto y prisión de José Rubén es su mayor trofeo.
José Rubén en realidad no iba para periodista, sino para ingeniero y economista. El periodismo se le cruzó casi por azar a finales de la década de los ochenta del siglo pasado, en una encrucijada de la vida nacional en donde prácticamente había que inventarlo todo.
En un entorno de polarización ideológica, muy similar al actual, el apostó por el diálogo y la concertación de criterios, a través de un periodismo cuya principal misión era la consolidación de la democracia y el anunciamiento de los nuevos tiempos que se avecinaban, en donde los guatemaltecos podrían dejar atrás la guerra y alcanzar la reconciliación. No es poca cosa, pero el se ha pasado todos estos años intentándolo y esto es algo que habrá que reconocerle históricamente.
Pero hay algo que yo le agradezco en lo personal, y es el haber posibilitado la práctica de un periodismo digno y abierto hacia el futuro en el país. Desde su modesta condición (sobre todo económica), elPeriódico (que fue la aventura en la que lo acompañé durante casi 30 años) sentó las bases de una nueva manera de acercarse a la información que, me atrevo a decir, ha sido definitiva en casi todos los medios que surgieron después. Un periodismo serio, ético, inteligente, casado con la democracia y la verdad y, a la vez, creativo, irreverente ante el poder, y sumamente seductor para infinidad de lectores que disfrutaron sus páginas, más allá de la urgencia informativa.
En todo caso, elPeriódico fue un compañero de ruta, quizás no perfecto, pero agradable, abierto al diálogo y respetuoso de todo tipo de diferencias. Si esto fue posible, se debe a la tenacidad y habilidad de Zamora para resolver problemas de fondo y asegurar la sobrevivencia. No fue fácil para él y se jugó la vida de manera literal (secuestros, atentados, amenazas, cárcel, vejaciones…), con tal de lograrlo.
Que un medio como elPeriódico, pequeño, casi artesanal, moderado en sus ambiciones y en su condición, se haya convertido, gracias a la persistencia, la firmeza y la capacidad de entrega de José Rubén, en un ejemplo de coraje y resistencia, de excelencia periodística, de defensa de la democracia y la libre expresión, es un orgullo para todos los que pasamos por ahí.
Tags: Fundación Gabo José Rubén Zamora Reconocimiento a la Excelencia