Tuve la suerte de encontrar otro excelente libro del profesor Enzo Traverso, Gaza ante la historia, publicado este año, cuando los recientes ataques del Estado de Israel ya han cobrado más de 37 mil vidas de niñas y niños, mujeres y hombres palestinos. Corto y conciso, el texto tiene la virtud de poner sobre la mesa las posiciones y debates realizados en torno a este genocidio que los países de occidente persisten en minimizar, cuando no de silenciar. Para quienes desconocen la historia, este libro es un instrumento clave para entender lo que los medios de enajenación persisten en manipular en favor de Israel. El autor aclara que es un ensayo crítico sobre el presente y cómo la historia está llamada a interpretarlo. Al ilustrar de dónde vienen las posiciones encontradas, recurre a la historia para interpretar lo que hoy estamos atestiguando.
Con la claridad y la fundamentación que lo caracterizan, expone varios aspectos en los contenidos del libro: distingue quiénes son y cómo actúan los ejecutores y las víctimas; retoma los planteamientos de E. Said sobre el orientalismo; se refiere al significado y la práctica de la Razón de Estado; ejemplifica la utilización de las noticias falsas, discute sobre la violencia y respalda propuestas de salida al conflicto. Un apartado fundamental para entender los orígenes y el devenir de la guerra contra Gaza se titula Antisemitismo y antisionismo, donde queda claro que el odio hacia los judíos se ha utilizado como excusa para reprimir a quienes se oponen a la invasión armada y desigual de los ancestrales territorios palestinos. Si bien aún existen prejuicios hacia los judíos, no es el antisemitismo lo que ha generado el rechazo cada vez más extendido en el mundo hacia la política genocida del Estado de Israel, encabezado por Netanyahu, contra el pueblo palestino. La victimización no es válida como justificación para cometer genocidio. Lo padecido por los judíos durante el holocausto no le da derecho al Estado de Israel para exterminar a los pueblos palestinos, a los que considera seres inferiores.
El uso de la violencia en sus formas más extremas y crueles ha sido permanente desde 1948 cuando los sionistas ocuparon los territorios palestinos. Nakba, el desastre, la catástrofe, es el término árabe que describe los abusos y la violencia ejercidos para la expansión del Estado de Israel, como la masacre en Deir Yassin, cerca de Jerusalén. El autor, consciente de los distintos contextos, afirma, que lo que hacen hoy a los palestinos es como lo que les hizo el fascismo a los judíos en Europa, con formas de exterminio cada vez más inhumanas como el aniquilamiento por hambre, asesinatos masivos de civiles, la ocupación y expulsión, la persecución, las violaciones sexuales, entre otros horrores. Lo que hicieron los nazis en el gueto de Varsovia y los ataques a Gaza tienen en común más de un rasgo. Inevitable también asociar el genocidio cometido contra los pueblos Ixiles por el ejército de Guatemala, apoyado a su vez por el ejército de Israel.
La situación de colonización forzosa, de pueblos sometidos por la fuerza, expropiados, desterrados, y siempre en resistencia, es común a los pueblos que fueron invadidos y subyugados para construir la riqueza de las naciones más poderosas. Esa es una de las razones por las cuales en Abya Yala la causa palestina siempre ha concitado simpatía y solidaridad.
¿Por qué no puede ser libre Palestina desde el río Jordán hasta el Mediterráneo? El autor responde que el sionismo lo considera su “espacio vital”, mismo que le correspondería por mandato divino y que geográficamente se sitúa sobre territorio palestino. Su frontera crece, es invasiva, no tiene límites. El autor cita de nuevo a Said quien afirmaba que el objetivo de Israel era hacer invisibles a los palestinos. Y eso es lo que está haciendo hoy con los bombardeos a toda la infraestructura, el ametrallamiento de áreas residenciales, los asesinatos de líderes y sus familias, el maltrato en todas sus formas y el ataque a campamentos de personas refugiadas, lo que constituye graves violaciones a los derechos de la humanidad, y que han provocado una reacción de rechazo a nivel global, por parte de juventudes estudiantiles, trabajadores, pueblos colonizados, artistas, deportistas e intelectuales que han enfrentado la censura de sus gobiernos, así como miles de personas judías que rechazan las políticas del gobierno sionista.
Una salida coherente y lógica, aunque en este momento lejana -afirma- podría ser “un Estado binacional en el que israelíes y palestinos, judíos, musulmanes y cristianos puedan convivir en pie de igualdad.” Esta propuesta nos parece coherente, puesto que no implica la extinción de ningún pueblo, sino la convivencia pacífica. No obstante, es evidente que en este momento no hay diálogo posible con Israel. Desde aquí lo que podemos exigir con convicción es que urge poner fin al genocidio y que el derecho del pueblo palestino a vivir en su territorio sea respetado.
En Guatemala se ha divulgado una versión sionista de la guerra en Palestina. Hay un orgullo de la derecha por el apoyo que le dio Guatemala con un voto a la implantación del Estado de Israel en 1948, se asume una actitud sumisa por el apoyo recibido durante la guerra contrainsurgente “anticomunista” y se considera que la Biblia le da al Estado de Israel un estatuto de sacralidad para cometer todo tipo de crímenes.
Por otro lado, hay personas con espíritu crítico que defienden el derecho del pueblo palestino a vivir en libertad en sus territorios. La oposición a las políticas genocidas es la defensa de la dignidad. Tiene sentido lo que dice Traverso en relación con Gaza: si Israel persiste en cometer el genocidio del pueblo palestino, va a quedar muy claro quién es el verdugo. Y la historia dará cuenta de su actuar.
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