La única soberanía (que precisamos) es la de crear buenos empleos

Porque contrario a lo que ciertos lobistas del sector privado tradicional pretenden proyectar con cifras metodológicamente cuestionables, la calidad de los empleos importa.

Jose Luis Moreira

febrero 2, 2025 - Actualizado febrero 1, 2025

Foto: Freepik

I will get the job that I want, not the one you want (sic), le declaraba un representante de servicio al cliente (o CSR, como a menudo dicen las ofertas laborales) a un americano poco sofisticado que buscaba humillarlo por las fortuitas diferencias de pronunciación que aporta el bilingüismo (competencia foránea para la mayoría de la calaña de ese hillbilly, dicho sea de paso) y por la infame casualidad de haber crecido detrás de la frontera sur. Sin embargo, en un categórico gesto de soberanía individual, el CSR replicó los insultos y, tal vez de manera más crucial, reafirmó la posibilidad de escoger otro empleo. Ese audio ahora es merecidamente viral.

No sé si es por la afinidad visceral de esa experiencia o por la simple familiaridad de las palabras que se vociferan cuando la dignidad se ve amenazada así, pero uno puede asumir que el CSR en cuestión está ubicado en Guatemala o en algún otro país centroamericano con las mismas economías esclerotizadas que cada año expulsan a miles fuera de sus fronteras. En lugar de escoger el achichinclismo que informalmente gobierna la valorización del trabajo en nuestros estáticos mercados laborales, el CSR escogió el respeto de sí. Kamikaze, pero epopéyico.

El CSR si pudo imaginar la posibilidad de poder escoger un empleo. Ahora toca a nuestros países.

La industria de callcenters o business process outsourcing (BPO) ha representado para muchas personas bilingües empleadas en el sector una mejora relativa al nivel esperado de ingresos de acuerdo con su dotación de factores, como frecuentemente se refieren los economistas al inventario de capital (humano, físico, natural, etc.) que delimita una frontera de posibilidades de empleos que se pueden generar y llenar en un país. En muchos países, tales como India y Filipinas, el sector BPO ha tenido un rol estratégico en absorber miles de trabajadores que de otra manera recurrirían a peores empleos. Y son mejores a medida que se alejan de lo prescrito por la dotación inicial de factores y empujan la frontera de posibilidades de empleos a nuevos horizontes tecnológicos.

Porque contrario a lo que ciertos lobistas del sector privado tradicional pretenden proyectar con cifras metodológicamente cuestionables, la calidad de los empleos importa, y marca una división sustancial entre los países pobres y los países ricos: los países ricos generan empleos de países ricos, los países pobres generan empleos de países pobres. Los países ricos producen bienes y ofrecen servicios que son más complejos económicamente a su vez que lo hacen en una multiplicidad de actividades productivas diferentes.

La calidad de los empleos importa, y marca una división sustancial entre los países pobres y los países ricos. Foto: Freepik

Los países que han logrado transformar materialmente la calidad de empleos disponibles para su población han implementado políticas públicas asertivas que efectivamente amplían el horizonte de posibilidades de empleo a través de, por ejemplo, incentivos para la inversión en investigación y desarrollo, apertura de nuevos mercados internacionales, provisión de capital de riesgo y establecimiento de sistemas efectivos de innovación, entre otros. Pero esta es la parte relativamente sencilla y no tan sujeta a debate en círculos académicos con un mínimo de seriedad. Antes, dichas naciones atravesaron complicados procesos políticos y sociales que gestaron independencia en el seno del Estado para implementar dichas apuestas estratégicas independientes del cortoplacismo y el conformismo arquetípico de los conocidos grupos de interés. Incluso en Chile, “la cuna del neoliberalismo” como afirmaría el presidente electo durante su campaña, la autonomía estatal adquirida a través de, hélas, represión sangrienta y de un golpe de Estado, permitió a la dictadura oponerse a presiones de grupos de interés en favor de una injustificada privatización de la Compañía Nacional del Cobre, que habría privado al Estado de recursos importantes para financiar proyectos de transformación industrial como el Decreto Ley 701, que tuvo un impacto material en el desarrollo de la competitiva industria forestal del país. ¿Cómo fue que Chile llegó a albergar la actual compañía de papel más grande del mundo?

Pero, como Francia y Japón posguerra lo atestiguan en sus últimos procesos de transformación económica, las dictaduras no son una condición sine qua non para que el Estado adquiera la autonomía suficiente para escoger políticas efectivas de creación de buenos empleos.

De la misma forma que el CSR le dijo fuck you a su interlocutor, las naciones cuyos sistemas políticos y económicos favorecen la creación de buenos empleos pueden tener la legitimidad de escoger sus propios caminos y adueñarse de su destino, independientes de los vaivenes de los ciclos electorales de países donde, a pesar de ser los más ricos del mundo, muchos de sus ciudadanos no podrían conocer la diferencia entre América del Sur y América Central. Priorizar otras formas de “soberanía” implica perpetuar un sistema de corrupción y privilegios que la pone en cuestión en primer lugar.

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