El insistente llamado de un teléfono despierta a una desvelada Gabriela, una de las protagonistas de esta historia. Pero también ese necio ring, ring, ring pone en alerta al lector, porque a partir de que comienza a recorrer el texto de esta novela, debe permanecer atento a cada uno de los bien delineados personajes que transitan diversas situaciones que se entrelazan, se enredan y a veces se tropiezan unos con otros.
Party Monster se adentra en esa Guatemala que, a pesar de las luchas sociales y reivindicativas, no parece avanzar debido al eterno juego de la doble moral que siempre se torna contra de los más débiles.
Entre los múltiples personajes, unos más relevantes que otros, la autora nos presenta a un fotorreportero, experto en nota roja y con muy pocos escrúpulos, quien desaparece pronto de la trama, pero es el primero en darse de frente contra la pared de las normativas antojadizas de su medio de comunicación. Cuando la víctima de un misterioso crimen en un motel es a decir de sus jefes, “un ciudadano respetable”, el caza noticias se entera que su proceder, que en otros casos es aplaudido por sus editores, ahora es considerado antiético.
Un par de detectives jóvenes ansiosos de “marcar la diferencia” reflejan a los profesionales soñadores de principios del siglo XXI, que corren el riesgo de ver sus anhelos naufragar en el sistema.
Destinos cruzados
Pero es necesario regresar a Gabriela, porque precisamente, esa chica parrandera salida de un barrio popular la que va a centrar gran parte de las acciones. La soñadora recién graduada como secretaria en plenos años 90, “quería comerse al mundo, pero no se daba cuenta de que el mundo no se deja ni siquiera mordisquear”, como lo anota la autora.
No se conforma con conseguir un trabajo mal remunerado luego de graduarse de la secundaria. Ella va por más. Así que toma la decisión de matricularse en la universidad estatal para estudiar pedagogía los sábados, mientras que las noches, después del trabajo cursa actuación.
Mientras con sus compañeros de la escuela artística vivirá aventuras entre ilegales y divertidas que refuerzan sus ansias de diversión y evasión, en la universidad busca hacer cambios involucrándose en la política estudiantil. Y es que su rebeldía debe, según su pensamiento inicial, servir para algo útil. En ese ámbito se encuentra con Leticia, una maestra de una población cercana a la capital, que ha convencido a su esposo de la necesidad que tiene de volver a estudiar, luego de un malogrado embarazo. El marido le impone como condición que vaya siempre acompañada por su hija Ana, que, para ese entonces, tiene 11 años.
El encuentro entre Gabriela y Leticia produce reacciones insospechadas, porque la maestra que vive en un ambiente represivo y machista, primero se siente atraída por la personalidad rebelde de su más joven compañera y comienza a involucrarse en espacios que, según su familia, no son propios de una maestra y madre de familia.
La mezcla de sustancias, actitudes machistas y descontrol generalizado se cobra facturas demasiado altas para enfrentar. Las vidas tanto de Gabriela como de la familia de Leticia terminan trastocándose.
Un incidente en el que un pretendiente que se siente desairado por Gabriela decide tomar venganza de la peor manera, se va a convertir con el tiempo en un supuesto motivo para una acusación que no solo pondrá la pondrá a ella bajo la mira sino también a la joven Ana, hija de Leticia.
Música, moda y desenfreno
La obra literaria, que obtuvo el segundo lugar en la bienal de novela escrita por mujeres Terrena 2022, ambienta significativos episodios, a través de temas musicales. Dancing Queen, de Abba acompaña el abrupto despertar de Gabriela luego de una noche de farra. Cumbia sobre el río, de Celso Piña suena cuando los jóvenes detectives se encuentran en un miércoles de cumbia, mientras planifican su investigación.
The Graveyard Train, de Creedence acompaña el recuerdo de Gabriela cuando su padre, borracho, obligó a su mamá a salir de su casa desnuda, luego de que ella le increpara por su irresponsabilidad. Porque sí, el monstruo de la fiesta no nació espontáneamente. Tiene sus raíces en un barrio popular en el que los padres evadían sus pobrezas, traumas y violencias con bulliciosas fiestas que terminaban en borracheras, sin importarles la presencia de sus hijos menores.
A pesar de haber sido testigo de cómo esos festejos sin control se tradujeron luego en enfermedades, deudas y hasta cárcel para algunos, Gabriela ya estaba marcada. Party Monster es una novela que fluye con facilidad, pero que también cuestiona e invita a reflexionar acerca de la vigencia del machismo, la violencia y el desencanto en la sociedad guatemalteca. Como lo anota Anabella Acevedo en la contraportada de la obra publicada por F&G Editores, la obra está “ambientada en una Ciudad de Guatemala que nos es muy familiar y que se debate entre la violencia, la impunidad, la doble moral y la búsqueda de formas para sobrevivir al desesperanza…”.
La autora
Jessica Masaya nació en la Ciudad de Guatemala en 1972. Estudió Letras en la Universidad de San Carlos de Guatemala. Ejerció el periodismo en diversos medios de comunicación. En 1999 ganó el premio único del Concurso de Cuento Corto de la Fundación Myrna Mack. Posteriormente, ganó el Certamen Permanente Centroamericano 15 de septiembre 2000 con su libro de cuentos Diosas decadentes. En 2005 ganó en dos categorías del Premio Nacional a la Excelencia Periodismo Turístico, otorgado por la Asociación de Periodistas de Guatemala.la
Entre 2005 y 2011 formó parte del Consejo Asesor de las Letras del Ministerio de Cultura y Deportes. En 2013 fue parte del Consejo Editorial de la Tipografía Nacional. En 2018 publicó el libro para niños Detrás de la cortina. Desde 2019 es editora de la Revista Galileo.
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