Fotografía: 48 Cantones
En el páramo barrido por el viento de la cumbre llamada Alaska, a unos tres mil metros sobre el nivel del mar, un numeroso grupo mujeres, hombres y niños se han reunido para conmemorar la matanza de varios miembros de las comunidades mayas que protestaban contra el gobierno central ocurrida aquí hoy hace muchos años. A orillas de la carretera Panamericana, los rezadores y contadores de los días han consagrado un gran altar circular hecho de ramos de flores, bolas de incienso y velas de varios colores. Más de cien personas que ostentan varas de autoridad mayas se ordenan en círculos concéntricos alrededor del fuego santo, mientras los principales empiezan a orar. Un humo con olor religioso se arremolina sobre turbantes, capas y sayos de colores y los muertos son invocados una y otra vez. Recibo una impresión de fuerza espiritual que no esperaba. Pienso: Ningún diario hablará de esta ceremonia, que es un acto de magia. Mientras duren las oraciones y arda el fuego las víctimas de la matanza estarán vivas. Y volverán a vivir cada vez que los rezadores invoquen sus nombres.
*Rodrigo Rey Rosa (Guatemala, 1958) es Premio Nacional de Literatura Miguel Ángel Asturias y su obra le ha valido el reconocimiento unánime de la crítica internacional. Sus libros han sido traducidos a varios idiomas. Autor del “El cuchillo del mendigo” (1985), “El agua quieta” (1989), Cárcel de árboles (1991), “El cojo bueno” (1995), “Que me maten si…” (1996), “El material humano” (2009), entre otros. “Carta de un ateo guatemalteco al Santo Padre” es su última novela.
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