En un cuento de Chema López, una mujer atraviesa el río Pensativo a nado y desemboca en la otra orilla del Sena en París. Este escenario ilustra la aventura de Luis Aceituno en ambos lados del Atlántico. “Todos tenemos dos patrias, me confió en una ocasión : la nuestra y Francia.” Me habló también esa vez de su amistad con Claude Couffon, uno de los traductores de Asturias.
Luis conoció también el lado negativo del conflicto entre las dos patrias, de optar por una de ellas a expensas de la otra. Cuando se estableció la última vez en Guatemala, debió renunciar a las ventajas de París. Era, en este aspecto, paradójicamente un desterrado de Francia. Su vida en Guatemala está marcada por esta dualidad.
Lo que escribió Luis en el campo literario tanto como en el periodístico me recuerda nuestros encuentros en Pigalle en largas noches de delirio y literatura. Recientemente, me dedicó una semblanza que me causó una gran emoción. La leí más de una vez.
Querido amigo, conservo como un tesoro esta generosa apreciación que hiciste hace poco de mi persona y de mi obra.
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