La primera vez que Dieter Lehnhoff se encontró con composiciones musicales muy antiguas de Guatemala se sorprendió. Era principios de los años 80 y durante una visita al Centro de Investigaciones Regionales de Mesoamérica (CIRMA), en La Antigua Guatemala, el músico, compositor y director tuvo contacto con documentación y partituras que tenían entre tres y cuatro siglos de antigüedad.
“Veía y pensaba: esto no se queda atrás ante ninguna partitura de esa misma época en España o Austria. Me fascinó”. Para ese entonces, Dieter y su esposa, la mezzosoprano Cristina Altamira, habían formado agrupaciones corales e instrumentales que interpretaban música del Renacimiento y del Barroco temprano europeo.
Al darse cuenta de la calidad y madurez que mostraban las composiciones hechas en Guatemala, Dieter quiso incorporarlas a sus repertorios “para tender un puente entre los mundos”, acota. Sin embargo, había que enfrentar un reto. “La simbología era distinta. Ellos (los músicos de antaño) escribían diferente. Lo que logré pasar en limpio, lo estrenamos con coro. Eran unas músicas extraordinarias del siglo XVI”, refiere.
El interés que despertaron estos hallazgos fue secundado por los estudios especializados que el músico cursó posteriormente, que le permitieron adquirir conocimientos para interpretar la grafología de la representación de los sonidos. “Eso me abrió la puerta a muchísima música más, porque cuando la veía, podía oír en mi cabeza cómo suena realmente, escribirla y enseñárselas a los intérpretes”, explica.
Esos fueron los primeros pasos. A lo largo de cuatro décadas, Lehnhoff ha escrito más de una decena de libros, además ha difundido los frutos de sus hallazgos como investigador a través de conciertos, tanto en Guatemala como en diversos países de América y Europa, y en discos compactos con el grupo Millennium. Tanto libros como algunos de los discos se encuentran actualmente en las librerías Sophos.
Tesoros resguardados
Lehnhoff señala que entre los más antiguos documentos con los que ha ido reconstruyendo la historia musical del país, figuran partituras que durante siglos estuvieron resguardadas por cofrades. Explica que, “con un celo ejemplar las mantuvieron en secreto guardadas en cajones”. “En 1962, a unos curas de la orden de Maryknol que estaban en Huehuetenango, los cofrades les contaron que tenían unos papeles que no se leían, pero que eran patrimonio de ellos: kanjobales, chuj y jacaltecas”, cuenta el investigador.
Los religiosos se dieron cuenta que se trataba de música y, con permiso de los cofrades, los trasladaron a la Biblioteca Nacional. En ese entonces, esta entidad estaba dirigida por José Joaquín Pardo quien decidió microfilmar las partituras para que no se perdiera su contenido. El material quedó depositado en la Biblioteca Nacional y se envió una copia a la Organización de Estados Americanos (OEA), en Washington. “Esa era la música escrita más antigua del continente. Estaba en español, en latín y también en chuj, jankobal y jacalteco”, expresa Lehnhoff.
El compositor admite que, debido a traslados, terremotos y revoluciones que vivió el país, muchos materiales se perdieron. Sin embargo, en su amplia búsqueda ha encontrado partituras y documentos en iglesias y museos. Indica que en 1981 hizo un muy significativo hallazgo en el Museo de Arte Moderno. “Fui ahí con el director Óscar Castañeda, quien era escultor, y él me dijo ‘aquí tenemos música venga a ver’. Y había unos tesoros increíbles”. Le pidió permiso para trabajar con esos materiales y Castañeda consciente de la importancia de preservar este tipo de patrimonio se lo concedió.
Además de documentos y partituras, el investigador ha encontrado instrumentos musicales. Por ejemplo, cuenta que en el Museo Nacional de Historia le mostraron un violín antiguo al que le habían fijado una madera suelta con un tornillo a medio colocar. “Afortunadamente con mucho celo la iglesia y los museos cuidaron ese patrimonio”, declara.
Un trabajo documentado
Durante los más de 40 años de trabajo de rescate, que incluye además de la investigación, la reescritura y la interpretación de las piezas musicales, Cristina Altamira no solo aportó su voz de mezzosoprano en la puesta en escena de los conciertos. Ella, quien es comunicóloga, decidió documentar cada presentación y actividad. “Cristina cumplía, muchas veces, con doble función. Ella colocaba su cámara de video en el trípode y ponía a alguien a que viera que no le dieran una patada al aparato. Subía al escenario y cantaba”. En otras ocasiones, cuando a ella no le tocaba cantar, se encargaba sola de las grabaciones. Así, “reunió una cantidad increíble de videos ”, asegura Lehnhoff.
Cristina, quien nació en Argentina, señala que siempre le pareció que era necesario que los guatemaltecos estén conscientes de esta riqueza descubierta, porque muchas veces encontraba a personas que no creían que en Guatemala se hubieran producido obras tan relevantes como las presentadas. Además, el trabajo de rescate como tal, también le pareció relevante. “No es solamente llegar, e interpretar como (lo hace) una orquesta normal. Era un proceso que va mucho más allá, porque había que rescatar los papeles antiguos, transformarlos en un lenguaje que se pudiera leer actualmente, luego repartirlos, ensayarlos y dirigirlos”, enumera.
Estos materiales videográficos, recopilados durante décadas, se convirtieron en la base para la producción de cuatro documentales que conforman la serie Rescate de la música histórica de Guatemala, un proyecto que es presentado por Millenium, que encabezan Altamira y Lehnhoff, y la Asociación Guatemalteca de Gestión de la Industria de Productores de Fonogramas y Afines (AGINPRO).
El primero de estos trabajos, Barroco antigüeño, se lanzó en febrero de 2023 (.https://youtu.be/0KAflugZPr0) y recopila la historia de las composiciones realizadas en el país entre mediados del siglo XVI y mediados del siglo XVIII. En febrero de este año, fue lanzado el segundo de los videos que muestra los rescates de composiciones en corte clásico que se produjeron en Guatemala ente los siglos XVIII y XIX. Este proyecto incluirá dos audiovisuales más que se espera serán lanzados en los próximos dos años.
Guatemala Clásica
La segunda entrega de la serie lleva por nombre Guatemala Clásica y ofrece una panorámica de lo sucedido con la evolución de la música entre finales del siglo XVIII y el XIX. “Es la música arraigada en el clasicismo europeo, pero surgida en el continente americano, específicamente en Guatemala”, dice Lehnhoff. “Guatemala fue el primer país de América en el que los compositores consideraron que ya tenían la madurez y podían hablar el mismo idioma que las grandes naciones del mundo a nivel musical y así se manifestaba en su dominio de formas musicales universales”, manifiesta. De esa cuenta, en el país, en el período estudiado en el documental, se exalta la producción de sonatas, tocatas y sinfonías.
“Nos pareció muy interesante porque documenta que el clasicismo de Europa no fue solo europeo, sino que es un orden de pensamiento, una organización musical en el tiempo que tiene una lógica que se transmite más allá de las palabras. Tanto la música vocal y coral como la instrumental ya obedecen a unos cánones de equilibrio y una lógica que trae mucha serenidad y expresa la madurez de los pueblos recientemente independizados”, acota el musicólogo.
La música que se produce en ese tiempo está marcada por lo que Lehnhoff señala como un “cambio de gusto” del barroco al clásico (que en arquitectura y arte se conocen como neoclásico). Esto es determinado en gran parte por los fenómenos sociales y económicos que se dan cuando se realiza el traslado de la Ciudad de Guatemala del Valle de Panchoy al Valle de las Vacas (o de la Ermita) y posteriormente, luego de la declaración de independencia.
Los nuevos compositores
Lehnhoff identifica a Rafael Antonio Castellanos como una figura relevante en la transición del barroco antigüeño al clasicismo que se da en la nueva capital. “Él se traslada físicamente a esta Nueva Guatemala de la Asunción y forma recursos musicales importantes en su capilla”, dice.
En la escuela de Castellanos se forman músicos y cantantes, entre los que destacan Manuel Mendía Retalhuleu, un cantor de contralto con quien compone sonecitos de Pascua, y también Pedro Nolasco Estrada Aristondo, quien fue aprendiz y oficial del maestro Castellanos en la capilla de la Catedral Metropolitana. Se desempeñó como primer violín y cantor, hasta que en 1797 sucede en el puesto de Maestro de Capilla a su maestro.
En el caso de José Eulalio Samayoa, que se convierte con el tiempo en uno de los compositores insignia de esta etapa, Lehnhoff señala que recibió la influencia de compositores como el austriaco Joseph Haydn casi de manera fortuita. “El doctor Juan José Aycinena, en sus viajes por Europa, adquiría partituras y se las traía a Samayoa. Él las estudiaba ávidamente y le encantaban. Entonces, él como autodidacta, se formó en ese nuevo estilo porque era la vanguardia de la época. Era estar al día, hacer lo más reciente y lo más elocuente”, explica el investigador.
A pesar de los deseos de incorporarse en la corriente mundial de la música que se imponía, Samayoa buscó maneras de imprimir sello americano a algunas de sus obras. “Se podría decir que también ellos incorporaban por ejemplo ritmos como el son dentro de las composiciones”, señala Cristina Altamira. Lehnhoff abona en este punto añadiendo que, “por ejemplo, en una de las sinfonías de Samayoa aparece en el último movimiento, en un contexto casi narrativo, un son chapín… El compositor no pretende ser de otro lado de donde es, de Guatemala, y entonces usa esos nuevos recursos artísticos para incorporar algo de la herencia propia”.
Además, Samayoa, quien escribió sus memorias, buscó motivar a sus contemporáneos para la creación. Lehnhoff cita al compositor que en sus escritos señaló: “Yo continuamente traté de animar a mis colegas y a mis compañeros de gremio a que compusieran una que otra piececita americana, que sea nuestra, de las Américas, pero nadie se sintió movido a secundar mis piadosos deseos”.
En 1813, José Eulalio Samayoa fundó la Sociedad Filarmónica del Sagrado Corazón de Jesús, la cual fue la segunda de su tipo en el mundo, y apareció solo un año después de haberse fundado la Filarmónica de Viena y un mes antes de la Filarmónica de Londres.
Entre las obras destacadas de José Eulalio Samayoa se encuentra la primera sinfonía creada en las Américas, Sinfonía No. 7, dedicada al triunfo de las armas federales en la batalla de Jiquilisco que se libró en Usulután, en San Salvador en 1829. Otras de sus creaciones fueron la Misa del Señor San José, Tocata No. 6 en Re menor y la tocata La labradora.
En la época que retrata este segundo documental, la música tenía básicamente tres ámbitos: la iglesia, el teatro y la cámara. En Guatemala aún no había teatros y la cámara era básicamente casas particulares. Es por eso, que, en esa primera etapa del siglo XIX, el movimiento musical se da, sobre todo, en la iglesia.
La formación de músicos se realiza, al principio, dentro del ámbito de los gremios artesanales. Poco a poco, mientras el país se ve envuelto en los movimientos independentistas y los cambios de estructuras que siguieron a la emancipación, comienzan a surgir escuelas fundadas por maestros particulares, tal es el caso de Maximo Andrino, quien formó a grandes violinistas.
Un momento importante se dio cuando, en 1829, regresó Francisco Morazán victorioso, luego de haber vencido en la batalla de Jiquilisco y entonces convocó a los músicos para que llegaran al Palacio de los Capitanes y ofrecieran un concierto. Entonces, el Maestro de Capilla Vicente Sáenz logró juntar a todos los músicos y, según las anotaciones de Samayoa en sus memorias, presentaron a Morazán un concierto con las sinfonías “del mejor gusto”, cita Lehnhoff.
La segunda generación de esta época clásica de la música en Guatemala, llega de la mano de compositores como José Escolástico Andrino, hermano de Máximo, a quien Lehnhoff describe como “un personaje fascinante”. Cuenta que, luego de formarse inicialmente en Guatemala, se desempeñó tocando en Teatro de Tacón en La Habana, Cuba. Posteriormente volvió a Guatemala. Después, se va a El Salvador, en donde además de ser organista de la Catedral, fue violinista y escribió Variaciones para violín. Más adelante, ocupó puestos como funcionario público. Fue Director General de Correos y diseñó el sistema de correos que estuvo hasta años 80 vigente en El Salvador. Además, en 1849, fungió como regidor en la Municipalidad de San Salvador.
Una obra sorprendente
En el documental, también se cuenta como Indalecio Castro, Maestro de Capilla de la iglesia de Santo Domingo en Mixco, logra un triunfo internacional que refleja el alto nivel de los compositores del país. Lehnhoff indica que, en las postrimerías del siglo XIX, un alemán que iba a exponer sus productos de café en Chicago conoce a Indalecio, quien le muestra parte de su música y queda impactado. Así que le propone componer algo para que lo presente en la Exposición Mundial de Chicago, que se organizó para conmemorar los 400 años de la llegada de los europeos al Nuevo Mundo y se celebró en 1893. Castro compone una sinfonía que titula La inspiración de un aldeano y para sorpresa de todos, gana a medalla de oro de la competencia instrumental.
El documental Guatemala Clásica puede verse a través del enlace https://youtu.be/CjDAhQbNXFw o en la página de Facebook Barroco de dos mundos.
Aunque aún existe mucho desconocimiento general acerca de la riqueza de la historia musical en el país, las nuevas generaciones de músicos han empezado a apreciar los hallazgos, e incluso, al ser invitados a interpretar las composiciones en conciertos, se involucran cada vez más, según refieren los autores de estos trabajos. Expresan su deseo porque estos materiales contribuyan al conocimiento y el orgullo de los guatemaltecos y esperan que pronto se conviertan en materiales que refuercen el trabajo didáctico en áreas como Música e Historia en establecimientos públicos y privados.
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