Recuerdo que hace ocho años, mientras tomaba fotos, hacía entrevistas y entregaba reportes, algo más sucedía: 56 niñas se estaban quemando porque las encerraron en un aula del Hogar Seguro Virgen de la Asunción.
Cada año es lo mismo: hay hombres y mujeres enojados, reprimiendo porque pintaron una pared, porque gritan muy fuerte durante las manifestaciones, porque quebraron un vidrio.
Hay una Asociación de Periodistas de Quetzaltenango deseando “Feliz día de la Mujer” cuando en su directiva no hay un solo cargo para una mujer y tampoco usaron sus plataformas para denunciar que el acoso y la violencia hacia las mujeres periodistas vienen de los mismos “compañeros”, “aliados”.
Que si tiraron el pan. Que si “no son las formas”.
Que “deberían darse a respetar”.
Profesionales del derecho, de la medicina, de la educación, religiosas, religiosos enojados con el movimiento feminista y con las marchas. Reclamando por una denuncia escrita con aerosol en una pared que, al otro día, en menos de 10 minutos, ha sido pintada a su color neutro.
Cada año que salgo a dar cobertura a las marchas sigue siendo tan agotador porque hay odio, rechazo y violencia hacia las mujeres. Es cansado escuchar tanta sandez disfrazada de “libertad de expresión”. Tantos mensajes de odio y de intolerancia. También es agotador leer tanta hipocresía de quienes en su ser ocultan a un violador, agresor, macho y una masculinidad ínfima.
¿Por qué no se indignan porque Jimmy Morales aún no es llevado ante la justicia por el caso de las niñas del Hogar Seguro? ¿Por qué no le exigen al Ministerio Público que despierte de su letargo y desidia al archivar casos de violencia contra mujeres?
¿Por qué recriminan que las niñas tengan acceso a educación sexual integral y que sepan que nadie puede agredirlas, tocarlas, ni decidir sobre sus cuerpos, ni siquiera sus papás, tíos, hermanos, primos, abuelos? ¿Por qué no se indignan porque a diario se registran al menos tres denuncias de niñas violadas en Guatemala?
¿Por qué no se indignan porque en el país el año pasado parieron 56 mil 568 niñas y adolescentes y más de 1,000 tenían apenas entre 10 y 14 años? ¿Se imaginan decirles a esas niñas y adolescentes, “feliz Día de la Mujer”?
Es agotador. Enoja y perturba. Pero me niego a que se trate de esto el 8M y me sostengo de la fuerza y valentía de las mujeres. Esa valentía de salir y denunciar a su agresor/violador.
Esa fuerza de salir a las calles y exigir justicia ante un Ministerio Público ciego a la violencia contra las mujeres. Me arropa la energía de cientos de mujeres que marcharon con un cartel, con una bengala, con un grito. Me fortalece ver a más compañeras periodistas haciendo un trabajo digno y empático sobre este día.
Me recargo al ver a las niñas salir a la calle y apoderarse del espacio público y que sepan que ese lugar les pertenece y, si alguna vez se sienten solas, hay muchas que estaremos para ellas.
Me niego a que el 8M se trate del odio que la sociedad machista y patriarcal le tiene a las mujeres.
Y aunque al principio sea agotador, no vamos a dejar de denunciar, de gritar las injusticias, de exponer al violador, de escribir más historias, de hacer periodismo que denuncie estos hechos.
Y sí, hay hartazgo y rabia, pero también hay goce, arte, fuerza, baile y alegría. Eso también son las marchas. Eso también da fuerza.
Hay camino por seguir y cada 8M nos fortalecemos y recuperamos energía porque cada vez somos más fuertes.
Etiquetas:Libertad de expresión manifestaciones Ministerio Público movimiento feminista violencia hacia las mujeres