El mundo globalizado es bien pequeño y al mismo tiempo distante. Los niveles de desarrollo y ventajas culturales nos diferencian, pero en la política y la conversación de moda somos tan parecidos, porque lo que interesa en tiempo de influenciadores y redes sociales es el relato pitagórico del número de seguidores y la discusión banal.
España y Argentina se debaten en un ping pong de disculpate vos, no vos, como en la escuela elemental, cuando los chiquitos se enfrentan para sentir la adrenalina y el sabor dulce del poder o amargo de la sumisión. El presidente Milei sacude la melena que no se peina, canta a capella una tonada donde se proclama rey de la libertad, ruge, y un segmento de la población aplaude atronadoramente. Ha nacido un nuevo dios temporal. Actúa como los viejos rockeros en concierto. El presidente español resulta ofendido y de inmediato hace un llamado a la decencia, aplicando el trasfondo moral del respeto que dignifica y corresponde a quienes se sienten plantados en una esfera superior, y otra caterva lo aplaude.
En cualquier caso son vaqueradas, nada que ver realmente con los problemas reales, asuntos de individuos, educación, exhibicionismo e intereses de proyectar una imagen que atraiga a la masa.
Aquí en Guatemala no estamos muy lejos de ver los mismos giros en la información, porque el mandatario en funciones decidió hacer un cambio en su personal, lo que está en su campo de decisión, pero actúa lejos de la sana costumbre de arreglar los problemas de casa en casa al destituir a una ministra, saltándose la platicada en privado, sin darle la salida discreta y honrosa, y se arma toda una revolución.
Empiezan las conferencias de prensa para acá y para allá, y como quien no lo tenía planeado, salta a relucir entre líneas la noticia de una práctica inmoral, de un negocio con chicas contratadas con auto y celular para la diversión de a saber quiénes, y explota el notición. En un instante se borró los comentarios sobre el partido de fútbol donde perdió Mixco, porque se cortó las alas de sueño que inspiró un equipo revelación que perdió la final, matando de cuajo la ilusión del efecto de Rocky Balboa, el boxeador sin oportunidad que le gana al campeón del mundo. Lo que gusta es ganar cuando corresponde perder.
El escándalo en las redes sociales es lo que dicta el curso de la conversación nacional y mundial, lo que encanta hoy es el atrevimiento, la vanidad, las sorpresas inmorales, aunque de repente salta Luis Cortés, un cantante veinteañero de barrio gitano con una canción dirigida por las redes sociales a su mamá, lejos de la violencia y las drogas, y su sensibilidad lo impulsa a los primeros lugares de audiencia. Reglas no hay.
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