Cuentan que, en 1944, un universitario chapín al ver el film ¡Viva México! del famoso director ruso Sergei Eisenstein, se le ocurrió poner en un cartel ¡Viva Arévalo!, pues de alguna manera, México guiaba el cambio en el siglo XX que requería Guatemala por sus profundas reformas que fueron un modelo para América Latina por su nacionalismo, que impregnó a los jóvenes. Ahora eso mismo viene a cuento por su visión de género con Claudia Sheinbaum que pronto asumirá la Presidencia. Ella tiene una larga lista de reconocimientos: cuenta con un doctorado, ha compartido un Premio Nobel de la Paz y fue la primera mujer en ser electa como jefa de Gobierno de Ciudad de México, además, siempre ha sido leal a AMLO, quien siempre ha tratado de defender los intereses nacionales y de la ciudadanía a lo largo de su carrera política.
¡Gracias! es el último libro editado hace poco de Andrés Manuel López Obrador, una autobiografía política que genera simpatía por el presidente de México al conocerlo mejor a través de sus páginas llenas de luchas sociales, debido a su larga trayectoria de manifestar y dirigir ante las masas por las mejores causas. En las primeras páginas se muestra su niñez en la aldea Tepitán, donde nació, municipio de Macuspana, perdido en una zona pantanosa de Tabasco, donde solo se podía llegar en cayuco o a caballo. Su padre dejó el trabajo de obrero del petróleo para poner una tienda. El futuro del niño debería estar detrás del mostrador. Pero no fue así, luego que terminó allí la primaria, un amigo finquero de la familia lo ayudó a estudiar la secundaria en Macuspana, donde desarrolló una gran habilidad para jugar béisbol.
A inicios de la década del setenta se fue a Ciudad de México con una beca oficial de su estado y cursó Ciencia Política. Allí aprendió a luchar por sus ideales y le conmovió el derrocamiento de Salvador Allende, aunque nunca se planteó la lucha armada como medio de lograr conquistas sociales. Su maestro, Carlos Pellicer, el poeta, lo llevó a Tabasco a trabajar con los pobres más pobres, es decir, los indígenas de su tierra. Incluso los políticos del PRI argumentaban que en allí, en ese estado, «no había indios», racistas que eran, a quienes debían de pedir ayuda para poder ayudar a trasladar grandes esculturas olmecas a un museo. Pellicer vendió sus bienes para atender las urgencias de los chontales de Tabasco. Murió poco después. El gobernador nombró a Andrés Manuel director del Centro Coordinador Indigenistas Chontal y, en ese cargo, persuadió a muchos mestizos que el indígena buscaba el progreso y salir de su atraso, no quedarse en él.
Hizo sus primeras incursiones políticas con el PRI en Tabasco, pero, al ver enredos de corrupción, se salió de ese partido y encontró su camino en la formación política que dirigía Cuauhtémoc Cárdenas y Muñoz Ledo. Trabajó en la organización de los consumidores. Realizó varias marchas de Tabasco hacia Ciudad de México varias veces y confrontó a los presidentes, oscuros para él, Salinas de Gortari y Zedillo, luego a Fox, a Calderón y a Peña Nieto. Comprobó que el PRI y el PAN de la derecha responden a los grandes monopolios económicos y a Televisa, que urdieron tramas para que nunca pudiera llegar a la Presidencia, porque, como en Guatemala, el Pacto de Corruptos, no querían perder sus privilegios y sus jugosos nexos con la banca y los narcos.
Prueba de esa unión de corruptos se dio en esta elección al fusionarse el PRI y al PAN con la candidata Xóchitl Gálvez, ingeniera en computación, en contra de Claudia Sheinbaum y de AMLO, que han sabido superar los escollos de los grandes magnates que han manejado a México a su gusto, pero no con AMLO ni lo harán con Claudia. Es una lucha de la que nuestro presidente tiene como ejemplo. Guatemala debe tomar el tren con México, en especial con Tabasco, Campeche y Yucatán, y ampliar la integración en todos los campos posibles porque tenemos un pasado común y un futuro por compartir.
Tags: AMLO Andrés Manuel López Obrador Claudia Sheinbaum Premio Nobel de la Paz