Haití fue el segundo país en independizarse en el hemisferio occidental, después de Estados Unidos, tras la revolución iniciada en 1791 y pocos años después liderada por Toussaint Louverture para culminar con la independencia en 1805. Más de dos siglos después, Haití se encuentra sumido en la barbarie y la miseria y las características violentas e instintivas de lo que es un conflicto primitivo. Una de las razones que explican no solo la actualidad sino la trágica historia es precisamente lo que significó esa revolución e independencia hace más de 230 años y que fue la sublevación de esclavos negros contra sus dueños blancos.
Tanto en el recién independiente Estados Unidos como en las colonias españolas en el resto de América el simbolismo de esto era traumático pues representó el sublevamiento de una raza considerada inferior. Los criollos de los reinos castellanos de las Indias rápidamente pensaron en qué pasaría si después siguen los indígenas. Por esta razón, un Haití independiente no era bien visto por sus vecinos. Fueron primero los franceses quienes iracundos por semejante humillación vetaron el comercio y multaron a Haití obstaculizando su desarrollo. Luego criollos españoles y algunos franceses llevaron a cabo la independencia de República Dominicana que separó la isla, pero las fuerzas haitianas mantuvieron una guerra por doce años más. Las tensiones con República Dominicana llegaron a un clímax en el siglo XX con las dictaduras de Rafael Trujillo y “Papa Doc” Duvalier, este último quien mantuvo su poder en Haití con la brutalidad de su policía secreta los Tonton Macoutes y con su versión del vudú basada en la brujería y en los zombis. El Nobel de literatura Mario Vargas Llosa cuenta muy bien esto en su magistral “La Fiesta del Chivo” (2000).
A mediados de los 80s una luz brilló en el desarrollo haitiano cuando se logran reconstruir instituciones y se crean condiciones para unas elecciones democráticas que se dan pero son cortadas por golpes de Estado en 1988 y otro en 1991 tras meses de celebrar elecciones. Esto llevó primero a una intervención de la Organización de Estados Democráticos (OEA), que en ese entonces si se interesaba por Haití, y posteriormente a la presencia de la Organización de Naciones Unidas (ONU) con una misión de estabilización que crearon la falsa ilusión de orden pero que al día de hoy y miles de millones de dólares en cooperación no solo sigue Haití siendo el país más pobre de la región sino está en este momento de ser un Estado fallido como le sucedió a Somalia hace 30 años… pero a nadie le importa.
La actual crisis haitiana se dispara con el magnicidio del presidente Jovenel Moïse en julio del 2021 y desde hace un año exactamente el crecimiento desmedido de pandillas en Puerto Príncipe y otras ciudades ha ido en aumento sin que Washington la OEA, ni la ONU hagan algo. Mi opinión es que simplemente no les importa, al parecer sigue siendo una sublevación de negros contra sus dueños blancos y qué miedo. Los haitianos si reconocen esto, no es casualidad que desde hace ocho años Haití intentó ser parte de la Unión Africana y el gobierno actual solicita ayuda a países africanos. Porque saben que a la región y a otros países fuera de ella no les importan. ¿Será racismo, serán negocios, será un trabajo muy complicado? Juzgue usted lector pero yo le pongo una dosis de las tres.
Roberto Antonio Wagner es profesor, consultor y analista en Relaciones Internacionales y Geopolítica.
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