Urge decapitar al golpismo guatemalteco

“Más vale un rato colorado que cien descoloridos.” – Refrán popular que habría que aplicar ahora para hacer abortar al necio golpe de Estado que continúa en marcha...

Lionel Toriello     agosto 6, 2024

Última actualización: agosto 5, 2024 5:44 pm
Lionel Toriello

Guatemala ha sido un hervidero de rumores en los últimos días, como resultado de insolentes e irresponsables declaraciones de algunas de las cabezas más visibles del “pacto de corruptos” (pdc).  Por un lado, una altisonante Fiscal General, con el apoyo de un Organismo Judicial (OJ) mayoritariamente cooptado y coludido con las mafias que tienen secuestrado al sistema político, ha continuado con sus tercos desafíos “jurídicos” al equipo que la abrumadora mayoría del electorado puso al frente del poder ejecutivo.  Así, en medio de una sistemática campaña para pintarlo como un gobierno inepto, “corrupto, igual a los anteriores” y por añadidura, “chairo”, los operadores del golpismo le niegan a la nueva administración presupuestos operativos y libertad de acción; “sueltan” a ex funcionarios  procesados por corrupción, le impiden despedir a actuales funcionarios venales de entidades descentralizadas, desestiman cualquier acción anti-corrupción que emprenda y la hostigan con procesos penales espurios, dirigidos, en última instancia, a defenestrar al Presidente y a sus principales colaboradores.  Todo esto mientras mantienen injustamente a José Rubén Zamora “en el bote” y perseguidos y amedrentados a crecientes números de periodistas, funcionarios probos y operadores de justicia que critican y/o que de veras combaten la corrupción y el crimen.  Por otra parte,  el energúmeno Mientes-Ruin, esa caricatura de Napoleón III (a su vez una mala caricatura de Bonaparte, responsable de la invasión francesa a México en auxilio de los conservadores monarquistas mexicanos, en el S. XIX), tiene la desfachatez de “retar” públicamente al Presidente a tratar de ejercer sus facultades constitucionales. “¡Atrévanse!” les esputó el frustrado golpista -en abierta y pública actitud sediciosa- al Presidente y al Ministro de la Defensa. “La mayoría del Ejército” está descontenta con la Oficialidad que le es fiel al Presidente, les advirtió, insolente y fantasiosamente -palabras más, palabras menos.  En anteriores ocasiones, el folklórico dizque “contra-terrorista” ha insinuado que de proceder el Presidente según sus facultades constitucionales, se pondría en la situación del mal recordado presidente Serrano, pues la Korte de Konstitucionalidad (la KK) “no tendría más remedio” que ordenarle a las fuerzas armadas su destitución.  Oculta el ridículo personaje de opereta que la situación actual es completamente opuesta a la del Serranazo:  en aquella infausta ocasión, el Presidente violó la Constitución y fue una proba magistratura de la entonces respetable CC la que lo llamó al orden.  Hoy en día, al contrario, el Presidente Arévalo se apega a la Constitución y es la KK la que insiste en prevaricar sistemáticamente.  Pero los corifeos del Pacto de Corruptos insisten en divulgar sus patrañas -arrancando con la terca mentira, “a la Trump”, de que Arévalo “se robó las elecciones”- para que poco a poco, de tanto repetirlo, dizque prevalezca su narrativa de falsa “legalidad”…

El actual sistema político guatemalteco es uno en el que pese a que el pueblo logró superar las artimañas del régimen cleptocrático que se niega a morir, en cuanto a la elección del Presidente,  las trampas estructurales que rigen la elección de los diputados lograron, conforme a diseño, mantenernos bajo un régimen en el que quienes hacen “las reglas del juego”, siguen siendo “representantes” que en realidad, no nos representan.  Los diferentes grupos sociales y las corrientes de opinión que de veras existen en la sociedad guatemalteca, no están representados en el Congreso Nacional en proporción razonablemente fiel a sus verdaderos números.  Los partidos políticos, en su gran mayoría, son corporaciones mafiosas cuyo principal objetivo es -a cambio de dinero sucio obtenido ilegítimamente del erario nacional y de otros crímenes “de cuello blanco”- impedir el surgimiento y la participación de nuevos y verdaderos liderazgos políticos, para poder continuar imponiéndonos a “representantes” sin carisma ni popularidad,  políticos de alquiler a quien la mayoría del electorado ni siquiera conoce.  Y de paso asegurarse de que nada realmente cambie; de que el sistema semi-feudal que heredamos de nuestro pasado colonial, se siga preservando en lo esencial, sin verdaderamente evolucionar. De esa manera, proceden entonces a “recetarnos” jueces y magistrados venales, que se aseguran de que todo el corrupto tinglado se mantenga inamovible,  refractario a cualquier reforma o verdadero cambio de rumbo.  O sea mantener un OJ en el que se transe la justicia conforme a los dictados del “mejor postor”, que es lo que está en proceso de consolidarse de nuevo con la actual “renovación” de las Cortes.  La “cura” de este podrido sistema va a requerir de un movimiento político que reforme radicalmente la Ley Electoral y de Partidos Políticos (LEPP) y probablemente implicará hasta cambios en la Constitución Política de la República de Guatemala (CPRG); invocando a una Consulta Popular que anule la lógica oposición cerrada de quienes hoy son beneficiarios y guardianes del sistema. No tendremos democracia real -ni tribunales decentes– sino hasta que podamos elegir a nuestros diputados en Distritos electorales pequeños, de una sola curul. Pero hay que empezar por el principio, sin pretender adelantarse prematuramente a las necesarias etapas iniciales.  El actual gobierno debe empezar por cumplir la implícita promesa básica que le hizo al electorado: combatir eficazmente al “pdc”.  Y eso se puede iniciar “con la Ley en la mano”, descabezando inmediatamente al golpismo guatemalteco:

  1. Al amparo del artículo 251 de la CPRG, el Presidente debe destituir, sin más trámite, a la sediciosa Fiscal General;
  2. Si -como por su comportamiento anterior ha insinuado ya que hará- la KK intenta cercenar las facultades constitucionales del Presidente,  el mandatario, al amparo de los artículos 44 y 5 de la CPRG, no debe acatar las inconstitucionalidades que pretenda imponer esa coludida corte; y
  3. Debe anticipadamente articular con sus ministros de la Defensa y de Gobernación, todas las acciones preventivas y de logística necesarias, para que aquellos que pretendan salirse de los cauces constitucionales, sean reducidos al orden con la fuerza pública.

El presidente Arévalo ha intentado, sin éxito, conducir este diferendo político fuera de un cauce confrontacional.  Pero sus enemigos se niegan a “seguirle el rumbo” y considerándolo débil, lo están orillando a una confrontación en la que esperan poder actuar con premeditación, alevosía, ventaja y nocturnidad.  Una de las opciones que contemplan es desaforarlo con un “juicio político” en el Congreso.  Por eso, continúan cultivando la especie de que él representa “al peor gobierno de nuestra historia”. “Que se jodan las carreteras y que no las puedan arreglar; ese es el mensaje que hay que transmitir”. Anhelan “el efecto tropical” de un Trump de nuevo en la Casa Blanca, aunque eso ahorita ya no sea tan probable como hace unas semanas. Sus planes no sólo afectarían al Presidente, sino a toda la Nación. Nos robarían otra oportunidad histórica, quizá irrepetible. Por eso, el Presidente debe erguirse conforme a lo que hoy requiere la Patria. No debe olvidar que el Organismo Ejecutivo es el órgano más poderoso de nuestro sistema de gobierno.  Que controla las pistolas y las chequeras del Estado.  Y que tendría de su lado – a la hora de un pleito abierto- a la mayoría del pueblo, además del apoyo de la comunidad internacional.  Pero también debe recordar que el tiempo corre y las paciencias se agotan; que sus fortalezas, inevitablemente, también se desgastan…

Los países que hoy son del primer mundo, lo han logrado a través de alternarse pacíficamente en el poder los conservadores, los social-demócratas y los liberales, excluyendo del poder a ambos extremos del espectro político, aquellos que no creen en las fórmulas electorales republicanas.  Los países sub-desarrollados, por otra parte, permanecen atrapados entre las narrativas de los extremistas de ambos signos.   En Guatemala,  los ultra-conservadores quieren que usted crea, amable lector, que hay que apoyar sus designios anti-democráticos, porque sólo así podrán -ellos, por supuesto- “salvarnos” del comunismo.  Son patrañas.  La mayoría de los guatemaltecos no queremos una dictadura “a la venezolana”,  pero tampoco queremos parar siendo un Haití.  Queremos construir, como lo hicieron las naciones del primer mundo, una gran clase media con acceso de la mayoría a la salud, la educación, el transporte cotidiano y la seguridad.  Queremos ser una república auténticamente democrática, con un futuro razonablemente promisorio por delante. Lo que realmente quieren los golpistas, a contrapelo, es mantener este sistema de despojo continuado del erario nacional.  Sus negocios sucios y sus privilegios.  Aunque sea a costa de mantenernos aherrojados al eterno sub-desarrollo.  Que no le cuenten cuentos, ciudadano:  representan nuestro pasado más oscuro, son el ancla que tenazmente, impide que la Patria zarpe hacia su promisorio destino…

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