En un país como Guatemala, donde las redes mafiosas y corruptas han tejido un entramado poderoso que cooptó el Estado, la mayoría silenciosa se encuentra en un punto de inflexión. Durante décadas, ha sido testigo de cómo una minoría privilegiada maneja los hilos del poder, sirviendo a intereses personales y alimentándose de la corrupción, mientras la mayoría, compuesta por ciudadanos honestos y trabajadores, sobrevive en un sistema que parece diseñado para ignorarlos y marginarlos. Esta minoría hoy cuenta con la participación de capitales emrgentes que orgánicamente han salido del propio sistema, desplazando a los poderosos tradicionales y perfeccionando las prácticas de sus antesesores.
La resignación ha sido un compañero constante de la población guatemalteca. Más de treinta años de gobiernos democráticamente electos han resultado en negociaciones entre los poderosos y un grupo de esbirros dispuestos a traicionar a su propia gente a cambio de beneficios personales. En este juego, el corruptor siempre ve al corrupto como un peón desechable, perpetuando un ciclo vicioso de impunidad y desconfianza.
Sin embargo, hay signos alentadores de que la mayoría silenciosa está despertando. La reciente elección de la Junta Directiva del Colegio de Abogados de Guatemala es un claro indicativo de que los ciudadanos han llegado a un límite. Este gremio, que se ha alzado en defensa de la justicia y la ética, ha mostrado a la corruptela que los guatemaltecos están cansados de vivir bajo su yugo. Al elegir a líderes comprometidos con el cambio, han dado un paso firme hacia adelante y han cerrado la puerta a aquellos que buscan regresar a un escenario que creían pertenecía únicamente a ellos.
Este momento es crucial. Una vez más vemos como un sector ha demostrado que, pese a las adversidades, dada la oportunidad la mayoría de guatemaltecos siempre elegirán el camino correcto. Lo que no hay son oportunidades reales de cambio. Estas no existen, y hay que crearlas. Ahora es el turno de otros sectores de la sociedad guatemalteca para unirse y levantar la voz y tomar acción. No se puede permitir que los sicarios de la democracia y del Estado de derecho continúen operando sin restricciones en la sociedad. Es hora de cerrar este capítulo de corrupción y desilusión; así como hoy un gremio tan cuestionado le dice no, a los sospechosos usuales de la mafia guatemalteca.
Es cierto que, a lo largo de la historia, han aparecido personajes corruptos que han sido reemplazados por otros de igual calaña. Y este duro golpe que hoy reciben de los licenciados, traerá consigo el respectivo relevo. No obstante, no se debe olvidar lo que la mayoría silenciosa puede lograr cuando despierta; a nivel micro desde cada sector y de manera colectiva. Desmitificando las diferencias ideológicas y encontrando puntos de encuentro en lo que es correcto, se pueden lograr cambios significativos. Las oportunidades hay que crearlas y no se regalarán; hay que arrebatar lo que pertenece por derecho.
La lucha contra la corrupción no es solo responsabilidad de unos pocos. Es un esfuerzo colectivo que requiere la participación activa de todos los guatemaltecos que desean un futuro mejor. Cada acción cuenta, y cada voz suma. Al unir esfuerzos, se puede construir un país donde la justicia y la transparencia prevalezcan, y donde la corrupción sea solo un recuerdo del pasado.
Es momento de levantarse desde nuestro propio espacio, de alzar voces y de actuar. La historia ha demostrado que el bien, aunque a veces tarde, siempre puede imponerse sobre el mal. No se debe dejar que la apatía venza. ¡Es hora de tomar las riendas del destino!
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