Y nos fuimos con Celeste Aída a Nueva Orleans a recordar sus calles donde vivimos un semestre en los años ochenta puesto que no se parece a ninguna otra. Para mí tiene esa magia musical decadente y buena comida casera en algunos restaurantes que no se olvida. Allí leí de todo sobre nuestra historia en la universidad de Tulane y su centro latinoamericano, donde fui profesor invitado para explicar las guerras centroamericanas de la década de los ochenta, pero me volví historiador sin quererlo al examinar miles de documentos y textos sobre Guatemala que cambiaron mi visión sobre la historia oficial escrita de manera sesgada por liberales y casi todos los marxistas, con algunos reparos de criollos conservadores, que en su conjunto rechazaban a Rafael Carrera Turcios, un tanto racistas, porque fue un guerrillero pardo de los pequeños finqueros mestizos y de los pueblos xincas de oriente, luego de los k ́iche ́, y llegó al poder sobre los criollos de ambos signos desde 1839 hasta su muerte en 1865, con una pausa en 1849. Y es que los intelectuales conservadores, liberales y marxistas dieron prioridad a los criollos en la conformación de la República Federal del istmo luego de la independencia de 1821. Pero ya en 1839 fue el campesinado y Carrera que asumieron el poder con él como su representante. Y la verdad es que los criollos de ambos signos, unos conservadores como reza La Chalana, seguían fieles a la aristocracia europea y al Papa, mientras los liberales criollos seguían a los ideólogos de la burguesía occidental, de ideas liberales republicanas. En los documentos de Tulane aprendí que a veces los criollos locales se confunden porque no eran propiamente burgueses ni aristócratas, pues eran híbridos con una cultura hispana que los había colonizado como pasó a las castas y pueblos originarios de origen precolombino con los de origen africano. Los que manejaron la historia parcial fueron solo los criollos, que manejaban las letras, desde Bernal Díaz del Castillo y su tataranieto Antonio Fuentes y Guzmán, que ensalzaban a los conquistadores, hasta llegar a Rafael Landívar, José Cecilio del Valle… Aprendí en esos documentos que ambos grupos criollos fueron los responsables del descalabro y hundimiento de lo que fue el Reino de Guatemala, que iba de Chiapas a Costa Rica, porque se independizaron de Madrid sin tener las bases para constituir en un Estado viable, debido a caprichos e intereses de grupos de personas que nunca pensaron en un modelo de sociedad como los fundadores de Estados Unidos ni tenían siquiera los ideales de Bolívar y San Martín en América del Sur, salvo algunos como Valle y Pedro Molina. La anexión al imperio mexicano fue una guizachada y, peor aún, la Constitución federal de 1824 que era más bien propia de una confederación de estados que una federación como la unión estadounidense, con una presidencia que mandaba al ejército y estaba autorizada a decretar impuestos, que será el talón de Aquiles de Arce, de Morazán porque no tenían esas funciones… El istmo luego fue un relajo complejo, pues se hicieron la guerra los productores de las provincias, llamados liberales, contra los conservadores de la capital, que querían conservar sus privilegios y gozar del monopolio de comercio exterior y doméstico. Una guerra que fracturó el sistema comercial preexistente, dañino también para la masa campesina. Esa guerra inter criolla de 1826 a 1829 y seguida por luchas de Morazán cobrando a los estados morosos dar su aporte a la federación, provocó el surgimiento de caudillos rurales apoyados por las castas abandonadas a su suerte mientras los pequeños finqueros mestizos y pardos querían asegurar sus tierras ante la depredación que beneficiaba a los vendedores europeos de armas de las fuerzas en pugna. Fue así como inicié la investigación sobre el guerrillero Rafael Carrera que fue un preclaro caudillo protector real de los pueblos originarios y de las castas, que se impuso ante los criollos de ambos signos por varias décadas. Agradezco a Tulane por los aportes de la Universidad para la historiografía de Guatemala, cuyo académico Ralph Lee Woodward, mi tutor y guía, me abrió la puerta para hacer del estudio de la historia patria para entender nuestro conflictivo presente. También felicito a la Universidad de Texas por acercar a sus investigadores a nuestra Centroamérica porque la investigación nunca debe parar para decir la verdad que ahora la esconden nuestras universidades sujetas por el Pacto de Corruptos.
El tranvía de Nueva Orléans es pura nostalgia de lo que puede uno aprender de su patria en el exterior, porque la pérdida de archivos continúa hasta el presente en el Archivo General de Centroamérica y no digamos en los distintos archivos de los ministerios, imposibles de revisar, porque no existe archivística como en otros países, porque así, sin pruebas documentales, se esconden las pruebas de las fechorías de la gran mayoría de altos funcionarios en medio de la dejadez que no deja chance para descubrir la verdad de nuestra historia y sus instituciones, que la registran mejor las universidades de Estados Unidos y de México. RIP para la USAC que no aporta nada ahora para nuestra historia y gasta mucho en exceso, casi un despilfarro.
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