La izquierda democrática y su ciclo real poco primaveral

Fernando González Davison

julio 20, 2024 - Actualizado julio 20, 2024
Fernando González Davison

El primer intento por reconstruir el III Gobierno de la Revolución, sucesor de los gobiernos revolucionarios surgidos del movimiento cívico-militar de 1944, fue el que desarrolló la presidencia de Julio César Méndez Montenegro (1966-1970). Esto fue posible porque lo permitió el jefe militar coronel Enrique Perlata Azurdia en un momento de relajamiento de la dictadura (iniciada en 1954), aunque la CIA objetó a Juan José Arévalo que fuera candidato porque habría arrasado en las urnas, por temor a su cercanía con los comunistas. Con algunos aciertos en la economía y en medio de la lucha contrainsurgente bajo control militar, el movimiento político de Méndez Montenegro no ganó de nuevo las elecciones al finalizar su periodo, ya que el candidato represor de la oligarquía, el coronel Carlos Manuel Arana Osorio, apuntalado por Tachito Somoza, recibió más votos, porque el gobierno de Méndez no supo ganarse la voluntad popular. En síntesis, el gobierno de Méndez Montenegro hizo un gobierno gris a pesar de figuras de peso como Alberto Fuentes Mohr y Emilio Arenales Catalán, que hicieron gran papel. Arana con el poder fue el típico militar que se unió a los grandes empresarios para inaugurar una fase de corrupción oficial como la que se dio en el lapso 1954-1957 durante el gobierno del coronel Carlos Castillo Armas. En 1974 el nuevo presidente general Eugenio Laugerud García, que Arana había aprobado para sucederlo vía un fraude porque esa elección la  ganó el general Efraín Ríos Montt, postulado por la social democracia y la democracia cristiana unidas. El proyecto de cambio de estos partidos se mantuvo y, a fines de los ochenta, apoyaron al candidato general Lucas García secundado por los generales.  Este había aceptado la apertura política que le solicitó Jimmy Carter y tal compromiso lo selló al llevar a la vicepresidencia a Francisco Villagrán Kramer. Lucas asumió la presidencia, pero debido a la victoria sandinista sobre Tachito Somoza, Lucas deshizo su compromiso con Carter por miedo a que lo mismo le fuera ocurrir, y fue cómplice del asesinato de los dirigentes de izquierda Manuel Colom y Fuentes Mohr en un momento donde Guatemala se volvió un infierno represivo con masacres que continuaron durante el siguiente gobierno militar con la dictadura de Ríos Montt. No sería sino hasta 1986 que asumiría la presidencia el socialcristiano Vinicio Cerezo (“el hijo ilegítimo de la insurgencia”) con gran la expectativa popular por llevar a cabo el proyecto social de la revolución de 1944 y gobernando a favor del campesino y del obrero. Empero tampoco estuvo a la altura y quedó bajo control de los militares. Así, no pudo negociar la paz con la insurgencia. En medio de la corrupción y por incumplir sus promesas se ganó la repulsa popular y su partido no ganó las siguientes elecciones. Fue hasta el año 2008 que Álvaro Colom asumió la presidencia con el estandarte de su tío Manuel Colom,  preclaro socialdemócrata, pero tampoco cumplió con ejecutar el proyecto de 1944 porque su esposa corrupta asumió el poder y el desgobierno llevó al caos. De esa cuenta, su partido no ganó  las siguientes elecciones  sino el general Otto Pérez Molina, de ingrata recordación, apoyado por la autista oligarquía. También hay que recordar que Pérez Molina contó con el apoyo y la participación de varios socialdemócratas en su gobierno, algunos salidos de FLACSO, que se hundieron con él y su vicepresidenta al ser juzgados por la CICIG, cuyo cierre abarcó el abanico de la oligarquía, Jimmy y los del pacto de corruptos con la ayuda de Trump y Nikky Haley.

En 2024 Bernardo Arévalo levantó la misma bandera socialdemócrata para favorecer al pueblo y  sacar del poder estatal a la oligarquía y a sus aliados del pacto de corruptos que tanto daño le han hecho a la nación desde 1954.  La ciudadanía aún espera que su presidencia no repita los yerros de Colom, de Cerezo, de Méndez Montenegro y con el apoyo mayoritario que recibió en la urnas, espera que doblegue a los dinosaurios y a sus perros de caza en los tres poderes del Estado para dar un paso adelante en favor de las mayorías. Tiene aún fuerte apoyo popular y de los pueblos originarios en general, a los que debe ampliar su cuota de participación en su gobierno y entes descentralizados. Para lograr ello también tiene la misión de dividir a “los dueños de Guatemala” quitándoles sus privilegios (vía el Ministerio de Economía) y abrirse a la libre competencia. Ganarse a unos de ellos para levantar la arruinada infraestructura del país con una estrategia de nación. Y dar todo el apoyo requerido a los pueblos originarios que son el sustento de su poder, junto con la Comunidad Internacional

Es tiempo de acción, no de palabras. La derecha oligárquica espera que fracase porque quiere volver a gobernar y repetir el mismo ciclo que ha hundido a Guatemala por décadas  bajo las lluvias desesperantes y el sol abrasador del despilfarro, la corrupción y la impunidad. Estoy seguro que Edelberto Torres Rivas le diría a Bernardo Arévalo de mantener fuerte la lucha contra esos males defendidos por los del Pacto. Debe promover el proyecto reformista social y popular de 1944-1954 abriéndose paso a una mejor y más amplia educación (en memoria del credo de Juan José Arévalo) y de la salud, a disminuir la pobreza, la desnutrición y malnutrición, cuidando de manera radical el medio ambiente. Y, con urgencia, reconstruir carreteras, puentes, puertos, aeropuertos que la dejadez y la corrupción generó el colapso vial que nuestro presidente ha heredado y debe resolver, como la inseguridad, la desatención sanitaria y educativa…

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