Tras fracasar en su intento de (i) imponernos -como antes- “al menos peor” en la última elección; de (ii) achacar el abrumador repudio ciudadano al viejo régimen a un supuesto “fraude”; y de (iii) impedir la toma del poder por el gobierno electo con “güizachadas” de toda laya, el pacto de corruptos se reconfigura y ahora trata de (a) derrocar al nuevo gobierno con “movidas” frescas, o por lo menos, de (b) reducirlo a la impotencia. Atrincherada en las Cortes y en el Ministerio Público, la facción golpista de “los de siempre” defiende a capa y espada a la Comosiama; impide que la bancada de Semilla sea reconocida en el Congreso; se entromete inconstitucionalmente en el proceso legislativo y en el nombramiento de las gobernaciones departamentales; termina abruptamente procesos judiciales en marcha contra sus cómplices y mercenarios -a veces con sentencias y “penas” ridículas y otras, directamente, con “sobreseimientos”; sigue hostigando a quienes ejercen la libertad de expresión -con el caso Zamora como emblema- y a quienes combaten, realmente, a la corrupción -y en ese contexto empiezan a registrarse, de nuevo, crímenes violentos que ya creíamos superados; conspira para asegurarse nuevas “altas Cortes” y magistraturas, “alineadas”; y por último, pinta al nuevo gobierno, simultáneamente, como débil para enfrentarse a los dizque “verdaderos patriotas, defensores de nuestra soberanía” y a la vez, “peligroso”, por sus proyectos “chairos”…
A mediano plazo creen que recobrarán el poder cuasi-omnímodo que habían alcanzado, para en la siguiente elección, con las lecciones aprendidas de sus errores, tomar por asalto y no ceder jamás, el control de esta “democracia de fachada” en la que hemos vivido las últimas décadas. Olvidándose de la enorme deuda social que heredamos de nuestro pasado colonial y sin parar mientes en la necesidad de fortalecer y expandir a nuestra golpeada clase media -ya no digamos en la de humanizar el predicamento de los desesperanzadamente desposeídos, siguen conspirando para hacerse de los recursos de nuestro erario, para seguir controlando con prácticas monopólicas sus mercados cautivos y para seguir amasando, así, sus cuantiosas fortunas malhabidas. Aunque eso nos encadene a esta terca, insostenible y pacata sociedad bi-polar. A este tercermundista y agotado neo-Capitalismo de Plantación, sin esperanza de progreso socio-económico real para las mayorías, salvo la emigración. Encandilados con la que consideran inminente re-elección del fascineroso golpista Donald Trump en los EEUU, nuestros neo-aycinenistas y sus rufianes de turno, “se montan”, gozosos, en la marea autocrática que se manifiesta en diversas partes del mundo, esperando, envalentonados, que se presente de nuevo “su momento”, para asegurarse de que aquí, en la hora de la verdad, nada, realmente, cambie…
Pero todo esto podría resultar distinto de la noche a la mañana. Con el poder que el Organismo Ejecutivo le confiere a quien resultó ungido por el pueblo, y tras asegurarse, a través de sus Ministros de Gobernación y de la Defensa Nacional, el control efectivo de todas las fuerzas armadas del país, el Presidente de Guatemala podría: (i) Destituir a la Fiscal General, cercenando de tajo al principal instrumento golpista; (ii) No acatar la anticipada reacción de la Korte de Konstitucionalidad (KK), al amparo del artículo 251 y 5 de la CPRG, si ésta se presenta; (iii) Fortalecer la frágil alianza parlamentaria, llamando al Congreso a no acatar las inconstitucionales interferencias de la KK en el proceso legislativo, pues ésta está violando el espíritu y la letra muerta del artículo 141 de la Carta Magna; (iv) Nombrar, conforme a su libre albedrío y al amparo del artículo 227 constitucional, a los gobernadores departamentales; (v) Poner más presión pública para que la renovación de las “altas Cortes” y magistraturas no resulte tan nefasta y opaca como se anticipa; (vi) Iniciar un vigoroso programa de acciones específicas contra corruptos notorios y simultáneamente, hacer que el Estado desista de evidentes casos espurios; y (vii) Iniciar el proceso de discusión pública para la eventual reforma de la Ley Electoral y de Partidos Políticos (LEPP), ésa que hoy nos condena a tener representantes que no nos representan fielmente en el Congreso y que resulta en Magistrados y Jueces que bailan al son del mejor postor…
Sé que habrá voces “prudentes” que le dirán a nuestro Presidente que este curso de acción es innecesariamente confrontativo y peligroso. Que “ahuyentará la inversión”. Que lo expondrá legalmente a ser defenestrado, pintándolo como irrespetuoso “del entramado institucional”. Pero la verdad, cada vez más evidente, es que el mayor riesgo es la inacción. Porque desmoraliza a su verdadera fuente de poder: el apoyo popular. Y porque sus enemigos declarados no necesitan de escusas para intentar defenestrarlo. Porque ahorita aún tiene al pueblo de su lado y los golpistas son sólo unos cuantos miles de mercenarios o acarreados, un puñado de miopes millonarios y tres viejas cachurecas asustadas, aplaudidos -a escondidas- por “la mayoría de la minoría”. No pueden prevalecer contra la mayoría del pueblo, contra el peso institucional del poder Ejecutivo, y contra el apoyo de la comunidad internacional. Contra el estímulo socio-económico del inminente Corredor Interoceánico de Guatemala. Es ahora o nunca. Guatemala debe retomar el camino de aquella revolución democrática abortada, de la que el padre del actual mandatario fue el primer Presidente. Ojo: la Historia nos contempla. Por eso, en manos de Bernardo Arévalo está que no sea ésta otra de esas -tantas- oportunidades históricas perdidas…
Lionel Toriello es empresario guatemalteco, estudioso de la Historia y la Macroeconomía. Interesado en el auténtico desarrollo de Centroamérica.
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