“Ningún sueño o esperanza que tengamos para EE.UU. podrá tener éxito si no se detiene la invasión de inmigrantes ilegales en nuestra frontera Sur”. En su discurso de aceptación de la candidatura a la presidencia por el Partido Republicano, Trump añadía: “se trata de una invasión masiva… que ha sembrado la miseria, la delincuencia, la pobreza, la enfermedad y la destrucción en comunidades de todo el país”. Es difícil argumentar contra tan poderosa metáfora, especialmente con quienes ven en este personaje un líder, un cuasi profeta, cuya misión principal es rescatar a EE.UU. de la decadencia moral y económica. La referencia a una irrupción por la fuerza de un mal que destruye a su país tiene como objetivo principal generar alarma, miedo o rechazo hacia los inmigrantes, presentándose él como la única opción para detener esta ocupación irregular que amenaza el espacio vital.
La política de “supresión-para-la-protección” es de larga data en la forma de actuar del gobierno y la política norteamericana ante fenómenos que amenazan su concepción de la grandeza americana. Si no, pregúntenle a los coyotes. Los canis latrans, el cánido nativo de Centro y Norteamérica, considerados por algunos pueblos originarios como personajes mitológicos con características heroicas e inteligencia superior. El control de esta especie, históricamente percibida por muchos en EE.UU. como una amenaza fenomenal, especialmente los rancheros, es un claro ejemplo de cómo este tipo de políticas “han perpetuado un ciclo de conflictos sin fin”. Un siglo de persecución constante solo “ha servido para seleccionar a los individuos más exitosos, inteligentes, adaptables y capaces de resistir los cambios”.
Cabría anteponer a la fuerza retórica de Trump la de Los Tigres del Norte, cuando orgullosamente en uno de sus corridos afirman: “Nos han hecho la guerra patrullando fronteras; no nos pueden domar”. Esta afirmación, más que un desafío al poderío del Estado estadounidense, es un recordatorio de que las políticas de persecución y supresión-para-la-protección durante más de un siglo solo han resultado en seleccionar a los individuos más adaptables y resistentes, sea que se trate de los cánidos o de los humanos. Las partes antes entrecomilladas corresponden al reporte “Coyotes in Our Midst: Coexisting with an Adaptable and Resilient Carnivore” del Animal Protection Institute de California. Cualquier parecido con lo que ha sucedido con los “otros coyotes” es mera casualidad o producto de los poderes mágicos del mitológico cánido en cuestión.
Al incendiario discurso de Trump, AMLO, en su habitual estilo campechano, respondió que le explicaría a su amigo Trump “que le están informando mal sobre el tema migratorio… que no se resuelve nada con cerrar la Frontera, es más, ni se puede, ni se debe”. Un potencial problema que AMLO verá desde las gradas, pero que la recién electa presidente de México tendrá que enfrentar muy pronto en su mandato. Claudia Sheinbaum añadió que, “en vez de construir muros hay que apoyar a los países y a las personas… lo que hay que hacer es invertir y desarrollar a los países que están expulsando personas por necesidad”.
Acertadas respuestas las de los dos políticos mexicanos: lo que menos conviene a México es que cierren su Frontera Norte. Hace unas semanas fueron los aguacates de Michoacán; dentro de poco podrían ser los migrantes; en un futuro, los flujos comerciales y la inversión. Inversión y desarrollo son elementos clave para reducir los flujos migratorios, así como el acceso al mercado estadounidense de los productos elaborados en los países expulsores de migrantes. El muro no resolverá las causas raíz de los problemas. Mientras la situación no cambie en los países expulsores de migrantes de manera profunda, siempre habrá quien esté dispuesto a arriesgarse, aunque esto implique desafiar al gobierno más poderoso sobre la tierra.
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