Este segundo año de gobierno es en el que se definirá si realmente se logran resultados contundentes para Guatemala o en el que se tendrá que asimilar que este país quedará atrapado en las redes de la corrupción y las mafias entrelazadas a los órganos estatales que controlan los intereses de los sectores oscuros que obstruyen el desarrollo.
Es momento de empezar con más fuerza y energía.
Hoy, las excusas deben ser menos, pues el dinero sobra.
Es, en definitiva, la mejor de las causas para seguir avanzando con mucha más potencia y determinación y así evitar que este maravilloso, pero hasta ahora ultrajado país, se derrumbe.
Estamos listos para que el dinero que le pertenece a la colectividad, por fin sea invertido en infraestructura, salud, educación y desarrollo y así romper de una vez por todas, con esas prácticas sucias e infames que quitan el sueño y hasta la vida de muchos guatemaltecos.
Es importante dar a conocer y comprobar a la ciudadanía, que realmente existe esa voluntad política y que la misma conlleva un fuerte compromiso de luchar contra la corrupción.
Es verdad que se han iniciado rutas para lograr un mejor futuro, las cuales desean instaurar controles y la integridad como importante valor que impida sucumbir al fraude.
Sí, se están haciendo cosas y existen logros, pero aún falta mucho por hacer, pues todo logro es y será fructífero e importante, pero nunca suficiente, si no se logran superar los desafíos como: la asertiva y anticipada comunicación y la inteligencia colectiva.
El tiempo avanza y se tiene claro que este campo minado sobre el cual se está gobernando, requiere de distintos y muy amplios abordajes, teniendo claro que, si no se acelera el paso y se implementan narrativas constructivas, la victoria no estará para los que sí deseamos un país con transparencia.
En esencia y siendo muy pragmáticos, es literalmente este año el que queda para instaurar los contundentes cambios.
¡Así de simple! ¿Y por qué? Porque el próximo, es y será lo que siempre sucede: esa activación de las fuerzas partidistas que únicamente se preocupan por promover y afianzar sus alianzas, en beneficio de sus intereses, preparándose para la siguiente contienda electoral, dejando muy por encima y en el olvido, ese verdadero deseo por conseguir el poder en beneficio de la población.
Por lo tanto, los pasos positivos que se están dando, deben imperiosamente redoblar sus fuerzas para consolidar esos objetivos y cambios que rompan con esa nociva estructura que provoca, hasta el día de hoy, esa irritante corrupción.
Este gobierno cuenta con funcionarios probos, muchos de ellos en primera plana, pero aún existen personajes y empleados públicos en puestos clave y estratégicos, que siguen operando para el lado de la corrupción.
Es hora de cortar de raíz con este problema, el cual, aunque represente diversas consecuencias, hasta de índole laboral, habrá que sopesar los beneficios contra los riesgos que se obtengan, en aras de lograr los objetivos.
Mientras no se le encuentre una sensata solución a este enorme dilema, se seguirá en ese círculo vicioso y enfermizo que no permita alcanzar esa red de integridad dentro de las instituciones gubernamentales, encontrándose cortapisas, desviándose el enfoque y fraccionándose la confianza.
¿Cuánto cuesta al Estado esa galopante corrupción, aún vigente dentro de los equipos de trabajo, que aún cuentan con personas ineptas, corruptas y poco idóneas?
Mientras no se eliminen estos puestos infructuosos y se siga contando con un gobierno voluminoso, poco dinámico y altamente burocrático, la efectividad seguirá siendo mínima y los resultados escasos.
Es momento de tomar decisiones importantes al respecto y contemplar que dentro de las firmes acciones que debe tomar este gobierno durante este año crucial, es deshacerse de sus enemigos aún infiltrados dentro de sus cuadros de trabajo y analizar a fondo los beneficios que esto pueda tener, para alcanzar sus metas, basadas y enfocadas en una constante y proactiva comunicación que permita mantener de su lado a los sectores del país, como sus grandes aliados, generando esa necesaria inteligencia colectiva que supere los problemas endémicos aún subsistentes.
La ciudadanía está a la expectativa y debe ser invitada a volcarse a ser aliada y no un actor destructivo que genere desesperanza.
Es importante recordar que la población es emotiva y por mucho motivada a trabajar en con base en sus emociones, por encima de la razón.
Si no se entiende este fenómeno y se sigue sin conectar con ella a través de una comunicación que la cautive, se seguirá creando un abismo entre ciudadanía y autoridad, lo cual no permitirá la creación y la antes mencionada inteligencia colectiva, que genere confianza y colaboración conjunta, para superar los problemas que aún subyacen dentro de este panorama, complejo y difícil que sólo tiene como tiempo máximo este año para subsanarlo.
¡Actuemos los unos y los otros con sabiduría y celeridad!
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