En sus promesas de campaña, el partido Semilla se presentó como la “ruta del cambio”, la “nueva primavera” para Guatemala. Sin pudor, sus integrantes fueron ávidos críticos del sistema que nos ha gobernado durante la era democrática; específicamente, de los gobiernos de Jimmy Morales y de Alejandro Giammattei. Su mensaje fue el de emprender una lucha frontal en contra de la corrupción y la impunidad –males que afectan a la sociedad guatemalteca en su totalidad–, ofrecieron formar un gobierno que auténticamente luchase en contra de estos flagelos, un gobierno que trazaría la ruta del cambio y que rompería con el sistema perverso que nos ha gobernado por más de treinta años. Los últimos dos gobiernos se desbordaron; el de Jimmy Morales cimentó las bases para que el de Alejandro Giammattei lograra la total cooptación del Estado. Por ello, el hartazgo de la población se decantó por una opción diferente y le apostó su futuro a Bernardo Arévalo y a Karin Herrera, con la esperanza de que por fin se lograse avanzar en la ruta correcta. Pero, ¿estamos avanzando?
Cabe recalcar que yo sí voté por el partido Semilla. En la primera vuelta para llevarlos al Legislativo y en la segunda vuelta, para que llegasen a la Presidencia. No voté por ellos para la Presidencia en primera vuelta, pues, para mí, al igual que para muchos miembros de la población, su llegada a la presidencia era prácticamente imposible. Sin embargo, dado el hartazgo de la población y la nefasta competencia de los demás contendientes, lograron colarse a segunda vuelta y ganar con creces contra la tres veces perdedora, Sandra Torres. Conozco a varios de sus integrantes desde hace ya un buen tiempo y estoy convencido de que, como Bernardo Arévalo, tienen la mejor intención de ser lo que prometieron ser. No obstante, las buenas intenciones no son suficientes para gobernar y aunque es indiscutible que han dado pequeños pasos en favor de la lucha contra la corrupción, la percepción de la población es que estamos estancados.
Ellos sabían a lo que se metían, o quizás estaban convencidos de que su momento llegaría hasta dentro de cuatro años. Sin embargo, por azares del destino fueron electos y ahora les toca gobernar. Su llegada al poder fue tortuosa y poco les faltó para no tomar posesión. Esos antecedentes eran suficientes para tener en cuenta que gobernar sería extremadamente complicado. Por tanto, es necesario que utilicen todas las herramientas a su alcance y dejen por un lado la forma si de verdad pretenden cambiar el fondo. La población y la comunidad internacional son sus mejores aliados; ambos dispuestos a apoyar el uso de medidas drásticas y poco ortodoxas si ello significa encausar el rumbo. No obstante, el tiempo aprieta y “lo que fue, no será”. Si no se toman medidas de inmediato para empatar sus promesas de campaña con su gobierno, sus aliados pronto se tornarán en sus peores críticos. Aún es tiempo de actuar, dejando de una vez por todas las excusas de que “no se les permite gobernar”. Ya se han perdido varias oportunidades; la espera y la tolerancia del pueblo tienen fecha de caducidad. Sepan que si fracasan, el sistema que prometieron cambiar regresará con más fuerza para evitar cualquier intento de cambio en el futuro y asegurarse de que otro “Movimiento Semilla” jamás vuelva a surgir como una opción.
Este es un momento crucial para nuestro país. Es imperativo que el presidente Arévalo y su gobierno dejen atrás las excusas y las formas, y asuman sus responsabilidades para lograr los cambios de fondo. El sistema y la condición actual no pueden ser una barrera para gobernar eficazmente y tomar decisiones que beneficien a la sociedad.
Informen a la población sobre las barreras que encuentran; el pueblo les entenderá y apoyará si hablan con la verdad. Expongan la raíz del problema. El sistema corrupto está en guerra y dispuesto a todo con tal de mantenerse a flote y asegurar el fracaso del gobierno. Es fundamental que el liderazgo político actúe con determinación y diligencia, e implemente sin titubeos las soluciones a los desafíos que enfrentamos. La inacción y las excusas solo perpetúan los problemas y socavan la confianza de la ciudadanía en sus gobernantes. Ha llegado el momento de que el presidente Bernardo Arévalo y su gobierno actúen con responsabilidad, valentía y compromiso; que sean congruentes con los valores que presumieron durante la campaña. La gobernanza efectiva requiere de decisiones firmes y acciones concretas que permitan avanzar hacia el futuro que les ofrecieron a los guatemaltecos. La prometida primavera cada vez se ve más lejos. ¡Es hora de gobernar de verdad, sin excusas!
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