El retorno de las palabras

Raúl de la Horra

abril 13, 2024 - Actualizado abril 14, 2024
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¡Hola amigos! Genéricamente hablando, los Follarismos vuelven del largo silencio causado por la imposibilidad de expresión periodística cuando la inteligencia, la cultura y la ley caen prisioneras por un trogloditismo muy arraigado en nuestro continente. Pero como también somos poseedores de tercas tradiciones de lucha para conquistar la verdad y la dignidad, ahora el destino nos ha regalado la oportunidad de redimirnos y ejercer nuevamente este oficio de analizadores y comentadores de la realidad, lo que seguramente irritará a los poderes corruptos y apestosos de nuestro país.

¿Qué decir, por dónde empezar? ¿Será posible hacer una síntesis de lo acontecido en estos meses de aprendizajes en España en los que personalmente he extrañado la comida, las frutas, los aromas y las bondades de nuestras costumbres latinoamericanas, las cuales chocan a veces con las torpezas y carencias de los europeos, quienes manifiestamente han ido perdiendo en estos últimos años la memoria y los vínculos con su historia, por un lado, y por el otro, han acrecentado las idioteces propias de un modelo de sociedad volcado hacia la sobreproducción y consumo de bienes, y por vía de consecuencia, a la pérdida de valores humanos como solamente el capitalismo más voraz ha podido aniquilar en este siglo, en particular desde que el Imperio tomó conciencia de que ya no podrá dominar unilateralmente el mundo en el que sobrevivimos?

¿Qué ha acontecido de importante en todo este tiempo? Si empiezo por lo macro, constato que el conflicto entre la OTAN y Rusia a través Ucrania se ha empeorado, al punto en que ahora casi todos los días suenan tambores de guerra de la mayoría de países europeos acusando sin fundamento a Rusia de querer invadir Europa. Y digo sin fundamento, porque habitualmente leo los análisis de la prensa independiente occidental (y digo bien, prensa independiente que, aunque reducida, existe) en las redes sociales, sin que en ningún momento nadie haya podido citar de parte del presidente ruso ninguna declaración textual agresiva u ofensiva contra el “occidente”, sino que siempre se ha tratado de respuestas defensivas contra las insinuaciones abiertamente hostiles de los países europeos.

Es gracioso: los autollamados países “occidentales” se gargarizan pregonando que si la libertad de información blablablá, que si la democracia blablablá, y sin embargo, prohíben que los ciudadanos tengamos acceso a las noticias del otro campo, el ruso. Incluso impiden que haya periodistas occidentales que nos hablen de lo que piensa la oposición ucraniana, de lo que pasa con los partidos políticos allí, de cómo funciona la corrupción en ese país, de qué opinan los ciudadanos sobre la represión que existe, de la cantidad de muertos, etcétera. Y, sobre todo, qué opinan las poblaciones rusoparlantes del Donbass, que hasta la llegada de los rusos sufrieron bombardeos permanentes de parte de Kiev durante ocho años (desde 2014), sin que el mundo “occidental” se interesara ni un ápice en explicarnos lo que pasaba en dichas poblaciones acosadas por banderolas nazis.

A continuación, tenemos la tragedia de Gaza, en la que Israel lleva a cabo en toda regla un genocidio sobre la población palestina bajo el pretexto de combatir al grupo terrorista Hamás. En seis meses de bombardeos, más de 35,000 personas (de las cuales un 70 % son mujeres y niños), han sido asesinadas, utilizando un tonelaje de bombas equivalente al que utilizaron los Estados Unidos para aplastar las ciudades de Hiroshima y Nagasaki. En mi perfil de Facebook comenté que la cantidad de muertos ocasionados por los israelíes equivale más o menos a un jet Boeing diario con 250 civiles a bordo estallando en el aire, lo que es absolutamente demencial. Sin embargo, mientras que a Rusia los países europeos la condenaron con drásticas sanciones desde un principio sin intentar comprender las razones que tuvo para invadir Ucrania, en el caso de Israel, no ha habido ningún país occidental que se haya atrevido a condenar y a sancionar a Netanyahu y su gobierno por los monumentales crímenes cometidos, evidenciando así de qué pata cojean las llamadas “democracias” de “Occidente” que vomitan tanto servilismo, cobardía e incoherencia ante el mundo.    

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