Para el gobierno de Bernardo Arévalo la corrupción tiene dos representaciones de la mitología griega: una es la de Medusa que convierte en piedra a quien apenas se le atraviesa en el iris, y la otra es Hidra que se manifiesta como serpiente acuática con múltiples cabezas que vuelven a crecer y se multiplican conforme son cortadas.
La fiscal general Consuelo Porras ha sido la Medusa durante estos cinco meses del gobierno de la primavera. Lo tiene paralizado, atemorizado y sigue arremetiendo en su contra. Antejuicios, es su palabra favorita de las últimas semanas. La Hidra de Lerna no tiene ni una cabeza cortada pero igual surge donde se abre cualquier puerta, gaveta o contrato en marcha. Es invasivo, asfixiante y paralizante, sea en la ejecución de la inversión, sea en el Congreso, sea en los Consejos Departamentales de Desarrollo etcétera.
Así está plantado el tablero de la gobernabilidad democrática que, por ahora, solo tiene dos patas, por tanto, es frágil. Una pata la constituye la comunidad internacional, en particular Estados Unidos, pero puede que tenga fecha de caducidad si Trump vuelve a la Casa Blanca en enero de 2025. La segunda pata la conforman los civiles locales: autoridades ancestrales y empresarios modernizantes.
Al identificar una tercera pata de la gobernabilidad -el Congreso- esta resulta falsa porque está habitada por la Hidra. Y, decididamente la cuarta pata, es donde anida el poder judicial que está poseído por la Medusa.
El gobierno del presidente Arévalo va a estar atravesado en los próximos tres años y medio de su gestión por los procesos de renovación -elecciones de segundo grado- de los otros poderes del Estado: la Defensa Pública Penal, las cortes del Organismo Judicial, la Corte de Constitucionalidad, fiscal general y jefe del MP, Contralor General de Cuentas, Procurador de los Derechos Humanos y Tribunal Supremo Electoral.
Veremos cómo el presidente Arévalo juega la carta democrática y republicana. Veremos si asume finalmente que en todos esos poderes habitan Medusa e Hidra, que, en esencia, no son amenaza contra él sino justamente contra lo que él defiende en esencia: la institucionalidad de la democracia y del orden republicano. Esa es la cuadratura del círculo que el presidente Arévalo deberá resolver -como actor político central que es- desde ahora.
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