¿Somos todos los guatemaltecos indígenas? Y ¿hay que cortarles la cabeza a todas estatuas de la avenida de La Reforma y de Las Américas?

Un deseo importante de las élites políticas y económicas de Guatemala ha sido integrar a los mayas a sus modelos europeos modernos y los mayas, muchas veces, han reaccionado ante esa intención. Sin embargo, la limitante del pensamiento marxista anticolonialista o de-colonialista es que asume que toda relación social entre personas distintas es de lucha.

Por Javier Calderón Abullarade     junio 23, 2024

Última actualización: junio 22, 2024 7:36 pm

Tengo dos semanas sin entender cuál es el punto de los artículos de Rigoberto Quemé Chay sobre la historia y memoria de Guatemala, desde su perspectiva de anticolonialismo. Mi deseo de leerlo era encontrar inspiración para repensar el punto de vista y la epistemología desde la cual hacemos historia en Guatemala, pero, aunque estoy en gran medida de acuerdo con su crítica sobre la historia oficial del país, su falta de propuesta me hace sentir que su propuesta está truncada. Por ello no había escrito sobre el tema y, aunque todavía no tengo claro qué es lo que quiero decir, me parece importante compartirles algunos puntos que pienso que nos pueden ayudar a desarrollar una historia nacional que nos permita entendernos de forma más profunda y compleja y que nos de luces sobre las causas existenciales de nuestra generalizada insatisfacción con la forma en que estamos organizados y con los resultados de esta organización. Dicho esto, no creo que esta lista que escribo a continuación sea una crítica o respuesta a la crítica de Rigoberto, sino más bien una expresión de la inspiración que me generaron sus ideas.

  1. No podemos comprender el funcionamiento de un bosque, si solo estudiamos a sus pizotes. La mayoría de los escritores de la historia nacional son hombres “blancos” u “occidentales” – ¿cuál es la categoría adecuada? – que escriben sobre hombres como ellos y para hombre como ellos. Y aunque no veo un problema con este enfoque, siempre y cuando las historias estén bien fundamentadas, es decir que tengan evidencias comprobables, éstas obvian, silencian o reducen el papel de las otras tres partes del país y tienden a presentarlas como víctimas pasivas de los conquistadores, colonizadores, “colonizadores”, capitalistas, “capitalistas”, políticos u otros hombres occidentales (¿?). Tal vez por esto en los quetzales los retratos son solo de hombres blancos, porque ya ni Tekún Umám sale en la moneda nacional. Pero, este tipo de historia no nos permiten conocer la historia completa y compleja de cómo 1) los indígenas, 2) las mujeres y 3) los ladinos, y sus intersecciones, han jugado un papel activo en la construcción del o reacción ante el Estado nacional.
  2. ¿Quién no se ha comido una tortilla o tomado una Coca Cola? Un deseo importante de las élites políticas y económicas de Guatemala ha sido integrar a los mayas a sus modelos europeos modernos y los mayas, muchas veces, han reaccionado ante esa intención. Sin embargo, la limitante del pensamiento marxista anticolonialista o de-colonialista es que asume que toda relación social entre personas distintas es de lucha. Ahora, es cierto que debemos de estudiar la reacción y lucha de los indígenas, mujeres y ladinos contra el deseo de los “grandes hombres blancos” por subsumirlos y controlarlos dentro de sus estructuras simbólicas y materiales. Pero usar este enfoque de forma exclusiva o principal silenciaria el papel de estos grupos como líderes o co-creadores del Estado nacional. Además, este enfoque presupone que ambos agentes tienen características identitarias exclusivas y excluyentes y que en quinientos años de historia nunca se han influenciado mutuamente. Ello sería equivalente a decir que en Guatemala no existen los ladinos o mestizos, sino solo indígenas y criollos; que todo lo que aprendimos en la vida nos fue enseñado o solo por hombres o solo por mujeres; y que nuestro comportamiento y cultura viene sólo de Europa o solo de los mayas, pero ¿quién no se ha comido una tortilla o tomado una Coca Cola?
  3. ¿Somos indígenas, criollos o ladinos? Somos todo a la vez. De la misma forma que partes importantes de la cultura indígena se han desarrollado como rechazo, cooperación o sincretismo con la cultura occidental, la cultura occidental guatemalteca se ha formado en rechazo, cooperación o sincretismo con la cultura indígena. Con ello ni quiero negar la existencia de nuestras diferencias, la cuales son evidentes en distintos niveles y grados. Pero sí quiero enfatizar que también es importante conocer nuestras intersecciones y tipos de interacciones. Es decir, ¿cuáles han sido las historias de las mujeres indígenas de clase baja del país y cómo estas historias han sido similares o diferentes a las de sus contrapartes ladinas? ¿Cuáles son las historias de los hombres indígenas de clase alta y cómo sus vidas han diferido de sus contrapartes de clase baja? ¿Cuáles son nuestras estructuras de valores y principios éticos y en qué momentos estos han chocado, sustituido o complementado? ¿Cómo podemos estar seguros de que somos de “razas puras” si nunca hemos estudiado estos momentos y tipos de encuentros? ¿Por qué estamos tan seguros de que somos dos entidades distintas y en eterna lucha si tenemos quinientos años de convivencia? Y de allí surge mi pregunta de cómo calificar o conceptualizar al hombre “blanco”, “occidental”, o “europeo”. Él tampoco sabe cómo categorizarse y por eso por mucho tiempo en nuestras encuestas nacionales se le llamó no-indígena. Pero, como decía Humberto Ak’Abal, mientras que los indígenas saben quiénes son y conocen sus raíces, los ladinos se han definido en contraposición a los indígenas y, por tanto, su identidad no tiene un contenido concreto. Yo no creo que sea del todo cierto que ladinos y criollos no tengan un contenido identitario definido, más bien creo que si exploramos a profundidad vamos a encontrar, que en mayor o menor medida, todos somos indígenas.
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