Recientemente ha muerto la actriz Gena Rowlands, quien fuera mujer de John Cassavetes, quien, a su vez, también fue un actor, pero, más que eso, un director de cine de culto; hoy se entiende que, tanto sobre él, como director, como sobre ella, como actriz, descansa gran parte y en gran medida eso que suele llamarse cine independiente.
De entrada, llama poderosamente la atención que dos personajes indomesticables, como ella y él hayan llegado a vivir juntos y en matrimonio más de treinta años, hasta la muerte de él por cirrosis hepática, en 1989.
El matrimonio de Cassavetes y Rowlands fue inhabitual, irregular, tormentoso y alcohólico; quienes los conocieron cuentan que ellos pudieron convivir, a pesar de no estar de acuerdo en nada.
En el limbo de lo inexplicable, está por decidir, si fue en la consonancia o en la disonancia que Cassavetes y Rowlands firmaron como director y actriz una serie de películas que definieron el nuevo cine norteamericano:
Rostros (1968), el título del film habla de que los primeros planos del rostro de Gena Rowlands están dotados de un estilo realista desnudo y de una dimensión inquietante.
Una mujer bajo la influencia (1974), allí Rowlands juega con el papel de una mujer inestable en medio de una comunidad llena de convenciones, para completarla ellos debieron hipotecar su casa y para distribuirla recurrir a amigos, dando el primer aliento a eso que hoy se llama circuito de arte y ensayo; este film fue premiado con la Concha del festival de San Sebastián.
Noche de estreno (1977), allí Rowlands hace el papel de una actriz que enfrenta mal el desgaste en la profesión y el natural e inevitable envejecimiento, papel le vale el oso de oro a la mejor actriz del festival de Berlín.
Gloria (1980), allí la pareja se alejó de su cine más acostumbrado, es un thriller de gansters suavizado por la figura de un niño, por esta actuación Rowlands ganó el león de oro del festival de Venecia.
Hay más películas firmadas por Cassavetes y Rowlands como director y actriz en colaboración, pero estas, acaso sean las imprescindibles.
Frente a este, por los mismos años, hay otro matrimonio de famosos en el cine norteamericano, se trata de Paul Newman y Joanne Woodward, este también duró mucho tiempo: cincuenta años, de 1958 a 2008, cuando él murió de cáncer (como si perdurar fuese el atributo femenino); este matrimonio también atravesó tormentas, como cualquiera, y también estuvo regado por las bendiciones del alcohol.
En contraste con Cassavetes y Rowlands, Newman y Woodward, sí contaron con el beneplácito de Hollywood, ellos sí que contaron con el respaldo de la industria y del poderoso músculo del aparato oficial del cine norteamericano, ambos son actores oscarizados por academia cinematográfica de los Estados Unidos de América; también, Newman y Woodward, entre los años sesenta y ochenta firmaron diversos films en los que él ejerció de director y ella de actriz, jugando, como Rowlands ante Cassavetes, el papel de inspiración y musa.
No hay duda de que ambas parejas están llenas de atributos, obvio, estos son atributos que van de la belleza al talento; pero también hay que decir que esos atributos no fueron usados ni apreciados de la misma forma en una pareja que en la otra.
Se puede conjeturar con que la diferencias entre estas parejas arranca desde lo que vio, percibió, presumió John Cassavetes en Gena Rowlands y Paul Newman en Joanne Woodward.
Encontrar a una mujer y pensar: “con ella podría pasar el tiempo que me queda…”, es algo que puede suceder de muchas formas y transitar por diversas rutas: habrá hombres que ven en una mujer un adorno, algo para lucir y que, al hacerlo, me haga lucir a mí; pero también habrá hombres que al ver a una mujer ven sólo un territorio desconocido, algo por descubrir, algo cargado de asombro y estupefacción, un reino de posibilidades, algo imposible de ser cubierto, recorrido o abarcado con una mirada, con una charla, con un día, con una noche, con un fin de semana, con un mes, con un año o con una vida entera.
A mí me parece que el caso de Cassavetes y Rowlands encaja con el del territorio por descubrir; y el caso de Newman y Woodward con el del adorno para lucir; lo más probable es que esto sea así no sólo desde la mirada masculina hacia la mujer, sino también desde la mirada femenina hacia el hombre, el asunto es que al ser hombre o mujer resulta inevitable ver las cosas desde uno de los lados.
El cine que hizo Cassavetes con su mujer Gena Rowlands, como actriz, es en gran medida un viaje cuya bitácora o brújula se orienta hacia el descubrimiento de ese continente desconocido que es ella, los largos planos cercanos de la cara de ella equivalen a quien mira, admira y se pregunta por un paisaje que encierra algo que, a pesar de ser visible, siempre será un secreto por descubrir.
Lo más probable es que él no hubiese llegado a ser John Cassavetes sin Gena Rowlands ni ella hubiese llegado a ser Gena Rowlands sin John Cassavetes.
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