Comunidades culturales

El menosprecio hacia la intelectualidad y la apología de la ignorancia son rasgos de una cultura fascista de prohibiciones y censura, de enajenación de las multitudes, de reducción de los horizontes de la inteligencia, de destrucción.

Ana Cofiño     mayo 5, 2024

Última actualización: mayo 4, 2024 7:07 pm

Los museos, las ruinas, los parques, las bibliotecas, son escenarios del arte y el conocimiento, de juegos infantiles y experiencias ultrasensoriales; espacios públicos donde se crea y recrea la vida. El Museo del Libro Antiguo fue parte del paisaje cultural de la Antigua desde que recuerdo, con sus vitrinas de grandes libros hechos a mano, llenos de secretos, polvo y tiempo. Los cañones y herramientas antiguas del Museo de Historia nos trasladaban hacia los tiempos de la conquista y su brutalidad, encarnada en Alvarado, cuya imagen preside el salón municipal de esta ciudad. La imprenta, los muebles, los mapas, todo eso quedó en el pasado, las anteriores autoridades lo sacaron de allí.

Me entero, por artículo del arquitecto José María Magaña, del agravio del que fue objeto el Museo del Libro Antiguo y no puedo menos que agregar una lágrima más a la tristeza de ver cómo nuestro patrimonio común es depredado y destruido por personas sin escrúpulos. Fue muy comentada la incapacidad y la corrupción que caracterizaron al Ministro de Cultura y Deportes del gobierno de Giammattei, así que no causa extrañeza que haya permitido este desfalco, con la anuencia del alcalde local que también cojeaba de la misma pata.

Es ahora el momento para que las autoridades del Ministerio Público y del Ministerio de Cultura hagan algo para rescatar, conservar y dignificar el patrimonio despojado al Pueblo de Guatemala. Pero también nos toca a quienes nos identificamos con una cultura para el bienestar, hacer valer nuestro poder colectivo para defender la cultura y la naturaleza.

El menosprecio hacia la intelectualidad y la apología de la ignorancia son rasgos de una cultura fascista de prohibiciones y censura, de enajenación de las multitudes, de reducción de los horizontes de la inteligencia, de destrucción. Esa cultura es la que predomina en los medios masivos comerciales, en los canales corporativos, en las mentalidades fundamentalistas que promueven la resignación y la obediencia ante las injusticias y opresiones. El odio, el miedo y la desconfianza que promueven son sus armas contra la libertad.

Cuidar y conservar monumentos, esculturas, pinturas, libros y otros vestigios del pasado nos permite saber de dónde venimos, nos puede transmitir enseñanzas acerca de quienes nos precedieron. Es una manera de escribir la historia, de contarla. Así, nos pueden presentar imágenes que contribuyen a la perpetuación de las opresiones, o bien exponer las luchas que se han venido desarrollando por la justicia. La perspectiva política desde la que se relata el pasado tiene una intencionalidad y objetivos definidos.  Son temas pendientes de discusión.

Considero necesario reconocernos como integrantes de comunidades en las que compartimos intereses, objetivos, deseos y fuerza.  Comunidades políticas en el sentido de asumirnos como personas con derechos y responsabilidades con poder para construir vidas dignas.  Salvar las artes en general, apoyar a artesanas, artistas e intelectuales, promover la lectura, los bailes, los conciertos, la diversión y el entretenimiento son acciones que contribuyen a que germine una cultura de bienestar. Imaginar un mundo justo, libre, recrearlo en lo cotidiano, hacerlo posible, lleva tiempo y energías, pero en colectivo, se puede concretar.

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