Gerald Martin: “Soy el principal defensor de Asturias en este planeta”

El connotado biógrafo, traductor y principal estudioso de la obra de Miguel Ángel Asturias califica al autor de Hombres de maíz y El señor Presidente como un genio que no ha terminado de ser comprendido. Gerald Martin es uno de los invitados de honor a la Feria Internacional del Libro en Guatemala y ofrecerá mañana una lección inaugural sobre el Premio Nobel Guatemalteco.

A. Mendizábal/L. Aceituno     julio 7, 2024

Última actualización: julio 7, 2024 12:36 pm

El biógrafo, traductor y crítico literario británico Gerald Martin participa en la Filgua 2024. Foto: Ana Lucía Mendizábal/eP Investiga

“Este 2024 es casi como un año milagroso porque se conmemoran 125 años del nacimiento de Miguel Ángel Asturias, 50 años de su muerte, 75 años de la publicación de Hombres de maíz y mi traducción al inglés de esta obra se publicará en los Penguin Classics en septiembre”, dice Gerald Martin cuando le hacemos notar que por estos meses se cumplen, además, 100 años de la llegada de Asturias a París, un hecho definitivo, por diferentes razones, para las letras guatemaltecas y para la literatura latinoamericana en general.

“No le digan a nadie, pero también es el año de Gerald Martin”, acota en broma, el biógrafo, traductor y crítico literario británico que, el pasado 22 de febrero, cumplió 80 años y ve cómo estas efemérides relevantes ponen en el candelero al autor que ha sido su principal objeto de estudio durante más de 60 años. Martin visita Guatemala con motivo de la Feria Internacional del Libro (Filgua) y el lunes 8 de julio tendrá a su cargo la ponencia inaugural de la Conferencia Internacional de Literatura Centroamericana Contemporánea (CILCAC).

Gerald Martin asegura que Miguel Ángel Asturias era un genio y que aún hace falta mayor comprensión de su legado, tanto en Guatemala como en el mundo. Foto: Ana Lucía Mendizábal/eP Investiga

Encuentros y coincidencias

El también biógrafo de Gabriel García Márquez y de Mario Vargas Llosa señala: “He tenido mucha suerte desde el comienzo con respecto a América Latina”. Cuenta que tenía 23 años y había comenzado a estudiar un doctorado cuyo tema central era Miguel Ángel Asturias. Cuatro meses después de que decidiera emprender ese posgrado, el escritor guatemalteco decidió hacer su primera visita a Inglaterra en 50 años. Martin, que se encontraba en Edimburgo, viajó a Londres para visitarlo. 

“Fue un día increíble, estuvo en Londres dando una conferencia y me presentó a un joven latinoamericano que resultó ser Mario Vargas Llosa. Entonces conocí a Asturias y a Vargas Llosa el mismo día, en el mismo lugar”. Esto sucedió, en 1967, tres semanas antes de la publicación de Cien años de soledad, de Gabriel García Márquez, destaca Martin. 

De su encuentro con Asturias refiere: “Era una persona que ya admiraba mucho cuando lo conocí. Esto no es invención: nadie se parecía más a un dios maya que Miguel Ángel Asturias. Fue increíble ver en Londres a ese señor con esa talla”.

Los tres autores latinoamericanos -Asturias, García Márquez, Vargas Llosa- que con el tiempo se volvieron objeto de estudio para Martin, obtuvieron el Premio Nobel de Literatura. Martin no rechaza la idea de que él estuviera predestinado a trabajar con ellos. Sin embargo, está consciente de que en ocasiones el ser británico puede causar rechazo entre algunos. “¿Qué guatemalteco, colombiano o peruano va a querer que sea un inglés el que escriba la biografía de su héroe nacional? Yo soy muy sensible a esa reacción”, admite.

Conexiones tempranas

Aunque en 1967, se le otorgó el Premio Nobel de Literatura a Asturias, Gerald había comenzado a apreciar sus creaciones literarias unos años antes, mientras cursaba sus primeros años en la Universidad de Bristol. Cuando tenía 19 años leyó dos libros que considera fundamentales en su formación. El primero fue el Ulises, de James Joyce. El segundo, El señor presidente, de Miguel Ángel Asturias.  En una reciente entrevista brindada al periodista y también estudioso de las letras Mario Campaña, Martin se refirió a esta obra como “mi primer portal verdadero a la ‘surrealidad realista’ de América Latina”.  

“Cuando leí la primera página de El señor Presidente, con el Pelele, los mendigos, el basurero, pensé ‘esto es increíble. Esto es América Latina’”, recuerda. Aunque ya había leído otras novelas latinoamericanas que le parecieron muy relevantes, pensaba que estas también podrían haber sido españolas, sin embargo, en la obra de Asturias pudo intuir lo que representaba América Latina.

Gerald afirma que su interés por la cultura latinoamericana comenzó desde niño. “Desde los siete años, en las películas de Hollywood, cada vez que los héroes iban a México con esas bellas señoritas… cuando cruzaban la frontera… y eventualmente cuando yo crucé la frontera por primera vez, me di cuenta que, en verdad, por un lado está Estados Unidos: aburrido, plano, previsible siempre.  Y por el otro está América Latina, totalmente diferente. Es la frontera más dramática del mundo. Hay vida, hay diversión, hay creatividad… no hay mucho dinero, no hay mucho poder, pero la gente vive. Cada vez que cruzo, empiezo a respirar. Estoy otra vez en el mundo”, describe. 

Al cuestionarle acerca de la visión que Orson Welles difundió sobre la frontera de Estados Unidos con México en su cinta Sed de mal (Touch of Evil), la primera en que Hollywood se acerca a Tijuana, Martin señala que vio la película hace unos 30 años, pero indica. “Obviamente, el protagonista es peor que los mexicanos, horrible. Yo en América Latina no he visto ese mundo. Cuando era joven y venía a América Latina siempre iba a las pulquerías o a las cantinas. Incluso con los hermanos de García Márquez, a los burdeles. He conocido muchos latinoamericanos que han tenido tragedias y todas esas cosas, pero los estereotipos no son verdad”, asevera. 

Gerald comenta que en los países latinoamericanos hay, básicamente, gente buena. “Son sociedades muy difíciles, va a haber gánsters, narcos y muchas cosas, pero yo he encontrado mucho más humanidad aquí que en Europa”, señala. “Hay gente que cree que lo digo para que me quieran más, pero no es así. Yo soy una persona que tiene mucha fe en los latinoamericanos”, añade. 

En esa misma línea de referencias sobre Latinoamérica, comenta que una novela como Bajo el volcán, de Malcom Lowry, le encantó. “México tiene su lado violentísimo. Puede ser un país muy peligroso. Uno tiene que comprenderlo. Es una gran novela, llena de miedo”, pero acota, que en la versión cinematográfica no se pintan los problemas de un visitante de México, sino los de “un inglés alcohólico que ha venido a México porque tiene problemas”. Le gusta México, pero sufre mucho. 

La propia experiencia de Gerald en México fue bastante dramática. Llegó a ese país, junto a su esposa en agosto de 1968, con el propósito de inscribirse en la Universidad Autónoma de México (UNAM). Asistió a las manifestaciones estudiantiles. Sin embargo, el 2 de octubre, la joven pareja decidió ir a visitar los volcanes. Ese día ocurrió la masacre de Tlatelolco en la que, según datos no oficiales, habrían muerto entre 300 y 400 estudiantes y líderes civiles.  “Siempre he pensado que de haber estado ahí, hubiera sobrevivido…”, comenta.  Nunca se inscribió en la UNAM. 

En la cuna de Asturias

Después de esas jornadas convulsas en México, Gerald y su esposa llegaron a Guatemala en abril de 1969. Aquí se alojaron durante tres meses en la casa de la familia de Miguel Ángel Asturias. 

El estudioso rememora que, en ese entonces, Guatemala se encontraba bajo el toque de queda. “Pasé casi todo el tiempo en la hemeroteca con (Rigoberto) Bran Azmitia”. Recuerda que, para el entonces director de esa institución, fue arriesgado brindarle información.  “Sacar unos ‘papeles secretos’ sobre Miguel Ángel Asturias para él era peligroso. Creo que tenía razón”, acentúa. También hizo algunos amigos guatemaltecos con quienes tuvo la oportunidad de recorrer parajes en el interior del país.  “Para mí esas experiencias fueron totalmente magníficas. Haber leído Hombres de maíz y después salir al campo guatemalteco, para mí fue fueron grandes momentos de mi vida”, asegura. 

El defensor de un genio

Gerald tiene claro que sus opiniones acerca de Asturias no siempre son bienvenidas. “No sé que me va a pasar en los próximos días, porque soy el principal defensor de Miguel Ángel Asturias en este planeta. Creo que fue un genio”, asegura.  Acerca de sus disertaciones en la Filgua señala: “Voy a hablar sobre Asturias y el cambio climático. Asturias es un escritor ecologista. Toda su obra es sobre la defensa de la naturaleza, de los animales, de los pájaros”.  Añade que Miguel Ángel no estaba contra la tecnología, porque le encantaba, pero sí se oponía a la tecnología para cuestiones antihumanas. 

Refiere que el aprendiz de brujo que aparece en Mulata de tal, es un personaje fundamental en este sentido.  “No de manera antitecnológica, como digo, sino adelantando lo que nos iba a pasar. Eso se ve muy claro, también, en Hombres de maíz. Yo he asistido a las reuniones anuales sobre el clima. Cada concepto utilizado por ellos (los ponentes) existe en Hombres de maíz. La primera página es ecologista, sobre la cuestión de la sobreutilización de la tierra, el atajo de los ríos y tumbar las ceibas del bosque. Fue un visionario”, puntualiza.

Martin se adelanta a quienes puedan señalarle que Asturias inventó cosas y que no conocía ninguna lengua indígena de Guatemala, por lo que no tendría derecho de retratar al indígena con su surrealismo. “Todas esas cosas podrían ser verdad, pero para mí no lo son. Un genio puede hacer lo que quiera. En Asturias, las resonancias guatemaltecas están por todas partes”. 

“Creo que lo que los guatemaltecos en general no han logrado ver, si me permiten, es que fue un gran patriota, casi insuperable. Enamoradísimo de su país. Cuando tú lees Leyendas de Guatemala, su regreso… me podría sacar lágrimas cada vez. Yo soy medio irlandés. No he pasado mucho tiempo en Irlanda, pero pensaba en el regreso al país pequeño después de haber vivido en París y tener esos sentimientos me parece una cosa extraordinaria”, anota.

Martin enfatiza en que aún hace falta el reconocimiento al legado de Asturias. “Cada país necesita un gran escritor y cada gran escritor necesita un país. Hasta ahora, Asturias no ha tenido realmente a Guatemala. No se ha apropiado de Guatemala…”. Pone el ejemplo de cómo en el Reino Unido, los ingleses utilizan frases que son de Shakespeare aún sin saberlo y expresa su esperanza de que algún día Guatemala va a incorporar los conceptos del Gran Lengua. “Asturias no sabe más de Guatemala que muchas otras personas, pero sabe expresar una visión”, destaca.

Acerca del posible retorno de los restos de Asturias a Guatemala, se limita a decir “Yo no sé si se deberían hacerlo o no. Yo no soy guatemalteco, entonces en eso no voy a incidir”.  

Como ya lo ha expresado en innumerables ocasiones, Gerald enfatiza: “Asturias es el pionero del realismo mágico, que es la marca cultural de América Latina”. Señala que, aunque siente mucha admiración por García Márquez, de quien también ha realizado múltiples trabajos, fue Asturias el primero. “Ni siquiera comenzó en los años 40, sino antes. Leyendas de Guatemala no es un libro exclusivamente mágico realista pero sí es un libro en donde ya se respira el mismo. Ahí está la fusión de dos culturas dentro del lenguaje, esto no se ve en ningún otro escritor de la época”, detalla.

El biógrafo sostiene que la génesis de El señor presidente fue en Guatemala en 1923 y terminó la novela en 1933. “Yo no creía que la había terminado en 1933, no lo creí al comienzo. Él lo decía, pero nadie le creía. Pero me enviaron la copia del manuscrito y lo único diferente era el capítulo 12. Ahí estaba el libro. Fue increíble haberlo escrito en el 33, no en el 46 como todos creían”, añade.

El señor Presidente es casi un reloj. (Posee) una integración increíble. Se ve que lo escribió nueve veces como dijo. Pero en cuanto a incorporar cosas de los años 20 preparisinos, creo que fue probablemente un bricolaje”, añade.

“Me sigue fascinando esa novela al mismo tiempo guatemalteca y parisina. Guatemala vista desde París, pero París se olvida y estás en Guatemala como en una pesadilla, es una cosa, que cada vez que vuelvo, me pasa lo mismo. No le pasa a todo el mundo”. De sus andanzas por la ciudad de Guatemala, Gerald guardó profundos recuerdos, que volvieron a su mente al momento de trabajar la edición crítica de El señor Presidente. “Consultando mapas me volvieron muchas cosas a la memoria. Entonces pude, de alguna manera, incorporar lo que yo recordaba, con lo que leía… Estaba tratando de hacer un monumento a ese libro que es un monumento a Guatemala y es un privilegio que no merecía, pero tuve esa suerte”, afirma.

Críticas y menosprecios

Cuando el crítico literario Emir Rodríguez Monegal acusó a Asturias de ser anacrónico, Martin sintió la necesidad de responderle a través de un artículo: “Iba a hacerle una visita a Asturias a la embajada de Guatemala en París. Entonces, le llevé una copia del artículo. Casi me lo arrebató. Fue a leerlo. Yo me quedé sentado tomando mi café, mientras él lo leía en otra sala. Volvió con lágrimas en los ojos, me abrazó y me dijo ‘Nada más, gracias’”, relata.

“Rodríguez Monegal era un muy buen crítico, pero muy oportunista. Él pensó que iba a ser el publicista del Boom y al comienzo lo era, pero él también era anacrónico y es mucho peor ser anacrónico como crítico, que como novelista”, recalca Martin. Además, indica que “Rodríguez Monegal tampoco entendió del todo el Boom”. 

Asturias recibió rechazo, e incluso menosprecio, de muchos de los escritores del Boom. “Yo soy gran admirador (del movimiento). Acabo de ser parte del equipo que produjo Las cartas del Boom. Admiro mucho a García Márquez, Vargas Llosa, Carlos Fuentes y Julio Cortázar, pero eran parricidas”, asegura Martin.

“Aunque fueron innovadores en cuanto a incorporar corrientes literarias a las realidades latinoamericanas, no podían compararse con Miguel Ángel Asturias, quien fue surrealista y vanguardista e hizo absolutamente solo lo que más adelante ellos harían en grupo, explica el crítico literario. “En los años 20, hubo grandes poetas como Vallejo y Neruda. En poesía es más fácil ser original”, asegura Martin. “Sin embargo, en narrativa, Asturias fue un caso singular”.  

A pesar de que estos autores fueron sumamente críticos con Asturias, todos pasaron por su literatura. Martin refiere que Julio Cortázar menciona Hombres de maíz en su obra Los Premios. “Cuando la leí me sorprendí mucho. Fue muy interesante. Yo habría pensado que a Cortázar no le gustaría, pero un personaje la está leyendo y le gusta”, acota. 

“Tengo la teoría, aunque es la teoría de un loco, que ellos reconocieron que Asturias era tan genial que de alguna manera les quitaba algo”, indica. 

También hubo cuestionamientos políticos, sobre todo de parte de García Márquez, porque Asturias aceptó la embajada de Guatemala en París durante el gobierno de Mario Méndez Montenegro. “Creo que probablemente García Márquez sabía que Árbenz fue quien le recomendó a Asturias tomar esa embajada. Creo que García Márquez sabía muchas cosas que no dijo porque no le convenían”, asevera Martin.

La antipatía de García Márquez hacia Asturias quedó clara para Gerald, cuando en una ocasión, él se encontraba trabajando con el escritor colombiano en su biografía. “Yo estaba en la Ciudad de México visitando a García Márquez, dos o tres años después de comenzar su biografía. Un colombiano vino con mi edición crítica de Hombres de maíz, se la dio a García Márquez y le dijo: ‘Ves, Gerald ha hecho esto’. Pensé: ‘ese hombre quiere hacerme daño’”. Sin embargo, la reacción del escritor los sorprendió a ambos, porque simplemente, no dijo nada.  “Yo creo que ya lo sabía, pero era un hombre muy clarividente y estaba seguro de que a pesar de ser yo un partidario de Asturias, también sería después un partidario de García Márquez”.

Acerca de Vargas Llosa, Martin dice que, aunque defendió Hombres de maíz, antes hablaba muy mal de Asturias. “Yo creo que no lo había leído. Vargas Llosa cuando escribió sus primeras novelas casi no había leído literatura latinoamericana”, añade. 

Gerald Martin continúa aportando en los campos de la literatura y mostrando su extraordinaria visión a través de la crítica, enfocada sobre todo en América Latina. “Trabajo 14 horas, siete días a la semana”, confiesa el escritor que, desde que era un niño de 11 años, tomó la decisión de ampliar sus horizontes, a través del aprendizaje de idiomas y el conocimiento de culturas lejanas.

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