Yo soy… ¿Quién soy yo?

Marcos Melchor Palencia

marzo 1, 2025 - Actualizado febrero 28, 2025
Marcos Melchor Palencia

El Pollo Campero es tan salvadoreño, como yo soy “tan” Isabel Díaz Ayuso. Pude haber escogido otro nombre menos polémico o menos madrileño, pero simplemente no he podido pensar más allá. ¿No? ¿O qué cree usted? “[…] como yo soy “tan” Joaquín Sabina”, eso está mejor.

¿Quién es usted? ¿Trump o Trudeau? Si en realidad lo son y fingen no saber español para no leer este artículo, les pido que por favor revisen nuevamente sus políticas económicas, o la posibilidad de convertirse en el estado número 52 de Estados Unidos.

Este corto texto no habla sobre identidad. Es un tema demasiado desgastado y no me lleva a ninguna parte. Tampoco pretendo competir con los salvadoreños y reclamar el Pollo Campero como guatemalteco. Es de quien le plazca. No más. La identidad, como el mercado, es flexible.

Pero sí me gustaría hablar de lo que nos aferramos a llamar nuestro, aunque ni siquiera sepamos bien por qué. ¿Qué nos hace únicos y diferentes? ¿Decir antier en vez de anteayer o antes de ayer? Que como dato curioso, la RAE dice aceptarlo y humanamente no puedo pelear contra ellos. Su explicación: es propio de las Américas. Puede que sí, puede que no. A lo mejor es solo un capricho colectivo que nos hace sentir menos solos en este rincón del mundo.

Entonces, es guatemalteco cuando conviene. Cuando aparece en el aeropuerto, cuando la gente lo anhela en el extranjero, cuando nos recuerda una infancia con servilletas engrasadas y manos pegajosas —me imagino que era mejor en ese entonces—. Pero también es salvadoreño, hondureño, ecuatoriano o estadounidense cuando le sale rentable. ¿Por qué ser de un solo lugar? Yo por ejemplo… soy de todos lados y de ningún lado del todo.

Lo que nos une como país es una construcción frágil. Y en ese vaivén, nos dejamos llevar, celebramos lo que creemos nuestro, y de vez en cuando, renegamos de lo mismo que defendemos. Un juego de pertenencia y conveniencia.

No sé usted, pero es curioso pensar en lo que elegimos como símbolos de nuestra identidad. Nos apropiamos de lo que podemos porque lo verdaderamente propio es difícil de definir. Y cuando alguien cuestiona tal argumento, cuando nos dicen que simplemente no es nuestro, nos sentimos atacados, aunque sepamos que, en el fondo, no tenemos argumentos sólidos para reclamarlo. Señor Bukele, ¡devuelva lo robado!

Y yo, que no soy ni Sabina ni, mucho menos, el dueño de una franquicia de pollo frito, no tengo respuestas definitivas. Solo sé que, cuando voy a Pollo Campero, pido la misma orden de camperitos una y otra vez, y que nunca, pero nunca, me como la ensalada de repollo.

Todo menos eso.

Gracias, querido lector, que, aunque inconscientemente, me ha acompañado en mi desayuno. No ha sido pollo, se lo advierto, pero espero otro día, acompañar al fiscal Curruchiche mientras se deleita de papas grasosas y pollo frito. Espero haberlo acompañado hoy y espero no haberlo aburrido como siempre.

Saludos.

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