Un Daniel Sanabria en contra del sistema

“El Buen Pastor abandona el rebaño para rescatar a la oveja extraviada. Hermosa idea. Pero en la vida pública eso sería una locura. Lo justo, lo debido, si se quiere salvar el rebaño, es sacrificar a la oveja perdida”. La corrupción de un presidente sin tacha, de Francisco Pérez de Antón

Marcos Melchor Palencia     noviembre 9, 2024

Última actualización: noviembre 8, 2024 1:42 pm
Marcos Melchor Palencia

Si no ha leído el libro que se anuncia en la frase de esta columna, por favor no lea este artículo. No quiero reclamos ni quejas referentes a la trama de este thriller. Y si a usted no le gusta seguir órdenes, que le valga lo anterior y lealo, necesito opiniones sobre el tema.

Hace algunos años, conocí a Paco Pérez de Antón en unas actividades literarias en Majadas, donde coincidimos con una centena de escritores y panelistas invitados. Uno de los primeros libros que recuerdo haber leído de Pérez de Antón, y primero en ser firmado, fue La corrupción de un presidente sin tacha, publicado en el 2019 bajo el sello editorial Alfaguara de Penguin Random House. En tal maravilloso libro, Pérez de Antón escribía con su habitual pluma magistral, sobre un ficticio presidente electo que era envenenado por su mismo gabinete político y su vicepresidente, Tulio Expósito. (No sé si el envenenamiento sea una alusión a aquella «bruja» que se divorciaba de su esposo y se casaba con todos nosotros. Si así fuera, ¡pido el divorcio de inmediato!).

Me parece clave identificar a grandes rasgos al personaje principal: Daniel Sanabria. Arquitecto de profesión, político primerizo y aparentemente ideal, ¿pero “ideal” para quién? Para ser mangoneado, así de simple. Entre dulces palabras de jóvenes enamorados, Expósito y compañía intentan cortejarlo hasta hacerlo caer con un ambicioso proyecto ferrocarrilero. (Spoilers en camino) No lo logran. Bueno, que cae, cae; pero cae envenenado al suelo antes de firmar cualquier tipo de acuerdo y no despierta sino hasta mucho después. En ese mismo plano, Expósito encarna el vil pragmatismo político desprovisto de valores y moral, mientras que Sanabria destaca por su integridad y su sensibilidad hacia la opinión pública. Como todo un presidente sin tacha.

También me parece necesario tocar este tema luego de las últimas elecciones estadounidenses. Allá ya ganaron los Republicanos; y al menos los Demócratas no gritaron fraude o los Republicanos quemaron otra vez el capitolio (no lo han hecho hasta ahora gracias a Dios), pero si existía algún tipo de empate entre Kamala y el señor anaranjado, Zury Ríos sacaría un comunicado alegando ser la ganadora de las elecciones. Algo no muy Daniel Sanabria de su parte.

Y todo lo anterior me lleva a la siguiente pregunta: ¿Existe un Daniel Sanabria en Guatemala? ¿Pero por qué solo en Guatemala?, porque me parece esencial primero explorarnos y luego hablar de América Latina y Estados Unidos, eso me mata aún más. “Si no se mancha no gobierna”, quiero creer que es el principal slogan que se utiliza en el país; así que podrá ser presidente un Médico con experiencia o un Abogado dizque honrado, pero si no prueba un bocado de corrupción con un poco de vino tinto, el especial de la casa, no será nada. ¿O no? ¿O de verdad somos tan puros y firmes en nuestras convicciones? Pues ni siquiera nosotros nos salvamos.

Quizás la realidad es mucho menos romántica, tristemente, y Sanabria es solo un personaje literario, pero asombrosamente descrito, que, aunque quisiéramos ver reflejada en los líderes que elegimos, rara vez se materializa en su totalidad. Porque ser un presidente sin tacha, en el sistema que Pérez de Antón describe es como navegar en aguas infestadas de tiburones con solo un remo, y el triste idealismo se ahoga antes de alcanzar la costa.

¿Cuántos candidatos nos han engatusado con una visión «sin tacha» y terminan con más que con las que iniciaron? No empecemos a contar porque nos da la media noche; pero la integridad, como cualquier bien escaso, es extremadamente cara y por alguna razón, demanda sacrificios personales y políticos que pueden destrozar incluso al más firme de todos los Sanabrias. Es más fácil aparentar que nos enfrentamos a fuerzas externas e insuperables; es más fácil cerrar los ojos y pensar que Daniel no nos representa, ni nos representará porque él es un simple personaje ficticio, y nosotros, desgraciadamente prácticos.

Pero lo que necesitamos quizá no es alguien que encarne a Sanabria en su totalidad, sino lectores que lo apoyen.

Así que al final del día, todos somos un Daniel Sanabria.

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