Propósitos

Con motivo del final de año, traemos a la memoria este artículo de la serie Follarismos, publicado hace 13 años, porque mantiene su vigencia.

Raúl de la Horra

diciembre 31, 2024 - Actualizado diciembre 27, 2024
Raúl de la Horra

Cada año para estas fechas uno se llena de buenos propósitos. En años anteriores me confeccioné un rosario de excelentes intenciones: bajar de peso, comer más sano, hacer ejercicio, visitar seguido a los amigos, leer más libros, militar en un grupo ecológico, ser menos pesimista. Al final, no hice nada de eso.

A veces tengo la impresión de que el nuestro no es un país, sino una enfermedad: contra más intenta uno hacer algo, menos lo consigue. Llevamos más de cincuenta años denunciando, analizando, proponiendo cada día cómo mejorar todo, y al final los problemas persisten e incluso se agigantan: una ínfima parte de la población vive bien, mientras que la inmensa mayoría sobrevive como puede. Estamos paralizados en el fango.

No sé qué es lo que se necesita para que las cosas cambien. La buena voluntad no basta. La transformación interior no basta. La fe, los rezos, las súplicas no bastan. La política se ha convertido en puta, la religión en droga y la moral en burdel. Parece que lo único que nos mueve es la posibilidad del pisto y del éxito fácil, pilares fundamentales de eso que pomposamente llamamos “libertad de empresa”.

Es la razón por la que el próximo año no perseguiré metas edificantes, sino que trataré de ponerme en sintonía: comeré más porquerías, llevaré una vida más sedentaria, cultivaré el ostracismo, leeré menos, adoptaré alguna religión. Al menos me sentiré más identificado, más normalito, más profundamente chapín. Y así, tal vez hasta llegue a disfrutar de las exaltantes sensaciones que producen el patriotismo y la idiotez.

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