Finalizó la visita del Secretario Marco Rubio a la región. Ahora corresponde la etapa de pasar en limpio la diversidad de acuerdos y compromisos, así como los detalles que se pueden extraer de las intervenciones públicas del funcionario norteamericano, así como de sus contrapartes. En el caso guatemalteco, el balance resulta aparentemente positivo. La presentación en escena del presidente Arévalo y su equipo deja, en principio, buen sabor de boca. Queda por delante capitalizar lo dicho y dar especial seguimiento a los muchos pendientes; de lo contrario el aire favorable será flor de un día.
Poco a poco irá pasando el ruido, ese fragor intenso que inunda los medios de comunicación, las redes sociales y la amalgama de espacios de la desinformación. Al separar el agua y el aceite, queda la esencia. En síntesis, los temas centrales desarrollados en Guatemala no fueron nuevos o “sorpresivos”. Es una agenda marco que, al ser administrada de manera estratégica, advierte áreas de oportunidades para capitalizar en diversas dimensiones. Pero no perdamos el norte. Es indudable que la administración norteamericana considera la región visitada como la zona que convalidará las principales promesas expresadas, tanto durante la campaña electoral, como en el discurso inaugural de su mandatario. Nos toca, como países determinados por la sumisión, aportar para reforzar su legitimidad.
Si en 2024 el gobierno fue percibido como falto de resultados, ahora tiene una razón (impuesta) para activarse, levantarse del letargo y avanzar. La agenda ahora es favorable a la estabilidad (no a la transformación), un factor que seguirá siendo inestable porque el mundo así es en general, y porque los compromisos políticos siempre son cambiantes porque se pactan en un escenario marcado por la incertidumbre y los giros de timón. Debemos asimilar que la “agenda nacional” estará más supeditada a factores externos.
El espaldarazo al presidente y su gobierno deja mal parados a los detractores, a los que siguen necios con la idea de descarrilar al gobernante, quien durante la visita fue elogiado. Lo más destacado de la visita se sintetiza en la articulación entre las agendas de prosperidad (crecimiento) económica y la política (el respeto a las normas democráticas). En ese escenario no tiene cabida nada que ponga en riesgo esa ecuación: “No se puede tener prosperidad económica si el país es inseguro. Por eso hoy hemos hecho hincapié en la necesidad de normas democráticas… Las empresas no van a invertir en un país en el que va a haber un golpe de Estado y nuevas autoridades van a tomar el poder y básicamente les van a decir que esta fábrica ya no les pertenece”
Pero alerta, el presidente Arévalo y sus equipos no deben asumir la posición del confort: estamos bien, sigamos en la misma línea y todos contentos; como todo nos salió, se logró campear la tormenta. Esa lectura sería equivocada. El mensaje cifrado indica que por acá debemos hacer varias tareas. La lista de tareas la encabeza contar con plan (que no es el denominado Plan Retorno al Hogar) que asegure la concreción de los procesos asociados para convertir los ofrecimientos en elementos plausibles y concretos. También, a pesar de las mutuas desconfianzas, toca trabajar en conjunto con el sector privado; esa no es opción, es imperativo. El asunto pendiente es alrededor de qué plan ¿ el suyo, el mío o el nuestro? Lo mejor de los dos mundos deben encontrarse para propósitos que trascienden los intereses de ambos.
Otra tarea consiste en alinear al aparato público, cuidando que el seguimiento de la visita de Rubio no se convierta en unitema o bien, en asunto pasado. Los avatares nacionales siguen su curso, se incrementarán las tensiones; por lo que administrar el enorme tablero de botones es la tarea vital.
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