Nadie sabe para quien trabaja

Renzo Rosal

agosto 30, 2024 - Actualizado agosto 29, 2024
Renzo Rosal

La CC le sirvió en bandeja de plata al Ejecutivo para que ratificara la victoria política de la ampliación presupuestaria, considerada por el gobierno central como el factor esencial que permitirá avanzar y cumplir gran parte de los proyectos de su gestión. Pero ese logro no es ajeno de riesgos, todos ellos complejos y que pueden tener efecto adverso, si la dosis de triunfalismo nubla la mirada y la mentalidad de sus impulsores.

La ratificación de la ampliación presupuestaria estuvo determinada porque al medio de la iniciativa, como especial atractivo, está el incentivo del acceso a cuantiosos recursos públicos. Ese factor es de tal envergadura para los diputados, que está por encima de los miedos y amenazas que promueva el MP, por ejemplo. Especialmente los distritales responden a incentivos en corto que les permita gravitar en sus distritos, acrecentar su dominio y de paso, sus agendas de negocios y pactos con los alcaldes y la gama de actores que se han enriquecido a costa del erario público.

Pero el camino sigue minado, solo se libró un escollo. Por delante queda demostrar que el Ejecutivo tiene las capacidades de ejecución necesarias para hacer uso eficiente y transparente de la mayoría (casi imposible que sea todo) de lo aprobado. Las expectativas son descomunales, la ciudadanía espera resultados y se supone que los recursos de la ampliación servirán como respuestas a muchas de ellas.

Los diputados, cuyos votos fueron condicionados en su mayoría a resultados, son quienes también tienen sus propias expectativas. Si no se les cumple lo prometido, el apoyo de hoy se traducirá en oposición a la vuelta de la esquina. Ellos también han apostado su capital político-territorial en la efectividad de la ampliación.

El asunto es por demás complejo, porque además el Ejecutivo tiene por delante unas cuantas semanas para poner en marcha la maquinaria (la institucional) que en general es oxidada, ineficiente y está corrompida (es controlada, en muchos casos, por manos contaminadas). Además, no olvidemos que alrededor hay varias aves de rapiña esperando que la presa caiga, más temprano que tarde.

Como ha sucedido en otras gestiones, aún sin asignaciones extraordinarias, la parte final del año es usualmente utilizada para ejecutar enormes cantidades de recursos, con el consabido riesgo de opacidad en grado máximo. Superar ese factor de riesgo se ve difícil. Los alacranes, que los hay muchos, esperan con ansias la danza de los millones para hacer lo mismo de siempre: activar los mecanismos que ahora son más “útiles” por la precariedad de las condiciones prevalecientes.

Ojo con otro factor de riesgo. El Ejecutivo se miraría mal, si, por ejemplo, decide trasladar recursos de la ampliación hacia proyectos, que, aunque son considerados como emblemáticos, esta administración no le mirará la cara. Por ejemplo, para el “famoso” metro, que no es más que otra facinerosa iniciativa que solo pretende elevar los bonos de la municipalidad capitalina, especialmente para que el alcalde se erija en figura presidencial; además de ser punta de lanza para un desfile de negocios obscuros.

Como vemos, los factores de riesgo son diversos. El triunfalismo del momento debe dar paso a la racionalidad. Se ganó, aparentemente, una batalla, pero no la guerra. El gobierno debe cuidar, además, en no convertirse en rehén de su propia iniciativa y de quienes en realidad le sacaran raja. No olviden el refrán: nadie sabe para quien trabaja.

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