En política el tiempo no corre por segundos, minutos y horas; corre por coyunturas, crisis y eventos inesperados que llegan para bien o para mal, en cualquier día. Hay momentos de “viento en cola” que en política no suelen ser frecuentes y que por tanto deben aprovecharse al máximo por el piloto de la nave. Uno de esos momentos es el que transcurre inmediato a la toma de gobierno conocida también como “luna de miel” entre gobernante y gobernados que algunos, suelen marcar en los primeros cien días.
El gobierno del presidente Bernardo Arévalo cumple esta semana 100 días de estrenarse al frente del poder ejecutivo. Desde el 14 de enero quedo claro que asumió como jefe de un Estado sitiado por redes político criminales que condicionan su margen de maniobra.
No obstante, Arévalo también llegó al guacamolón con capitales políticos que ningún otro mandatario ha tenido en la historia reciente: Apoyo masivo de la sociedad y un respaldo decidió de la comunidad internacional.
Estos cien días era un periodo metereológicamente político favorable para obtener victorias rápidas que señalaran el rumbo que aspira su administración. Las demandas ciudadanas están claramente demarcadas: lucha la corrupción y un alto al sistema de saqueo e impunidad con que se gobierna al país descaradamente desde al menos, los últimos cuatro gobiernos.
Frente a dichas expectativas ciudadanas lo actuado hasta el momento es insuficiente y hasta cierto punto decepcionante. Los liderazgos sociales que se jugaron todo saliendo a las calles, manteniéndose allí durante meses para defender el voto ciudadano, no comprenden la pasividad y lentitud con que el gobierno actúa.
Saben que el paso del tiempo sin victorias tempranas hace crecer el pastizal en que se alimenta el pacto de corruptos que apuesta cerrar el año reteniendo su control sobre la CSJ y una victoria electoral de su candidato Trump en las elecciones de noviembre próximo en Estados Unidos. Sus movimientos alrededor de estos dos temas clave son claros y evidentes, mientras que los del gobierno son inciertos y titubeantes.
Decía Sócrates que el secreto del cambio está en enfocar tus energías, no en luchar contra lo viejo, sino en construir lo nuevo. En los primeros cien días de gobierno de Arévalo ni lo viejo se ve debilitado ni amenazado en desaparecer, ni lo nuevo se dibuja frente a los ojos de la ciudadanía expectante.