La situación político-social de Guatemala es compleja y la desinformación, así como la manipulación del discurso público se convierten en herramientas muy poderosas para quienes buscan dominar o, mejor dicho, seguir controlando a su sabor y antojo, el escenario institucional cooptado.
¡Qué mejor que vivir sin rendición de cuentas, fiscalización y observancia!
Se evidencia, una vez más, esa tediosa y destructiva desinformación que impone narrativas desestabilizadoras, que sólo pretenden perpetuar un sistema podrido, basado en corrupción y malas prácticas.
La reconocida filósofa y política Hannah Arendt advirtió que: el objetivo de mentir constantemente no es hacer que las personas crean en una mentira específica, sino sumergirlas en un estado de escepticismo total, donde ya no puedan distinguir entre verdad y mentira, bien y mal. En este estado, la ciudadanía queda desarmada, incapaz de ejercer su capacidad de juicio crítico, y, sin darse cuenta, se somete al dominio de la mentira.
Que razón, pues hoy la saturación de narrativas contradictorias, la exagerada manipulación en la información que finalmente deriva en desinformación, así como la instrumentalización del miedo, han empujado a un número significativo de ciudadanos a una creciente desconfianza en todo y en todos. Con ello las instituciones pierden credibilidad, la justicia se percibe sesgada, la prensa es cuestionada y la opinión pública se fragmenta en un irritante y desgastador espiral de confusiones, que impiden el debate informado.
Lo anterior, nos ubica ante un escenario en donde la democracia peligra no sólo por prácticas corruptas, sino también por la apatía que se apodera de esa ciudadanía que, al no saber qué es mentira y qué es verdad, se rinde ante la indiferencia, la animadversión o la desesperanza.
En atención a ello, insisto en la importancia de pasar de la crítica destructiva a la crítica bien informada y constructiva.
Gran parte de la población no sabe cómo activar su ciudadanía, ejercerla con responsabilidad y así poder enterarse correctamente de lo que en realidad sucede y lo que realmente es verdad.
Muchos siguen aferrados a pensar que sus acciones dentro de su metro cuadrado son suficientes y lo único que pueden hacer como ciudadanos responsables es: pagar sus impuestos, votar cada 4 años y proveer trabajo.
Nadie niega que esto es sumamente importante, pero no es lo único que un ciudadano puede aportar a su país.
Hay muchísimo más y dentro de este campo se encuentra la auditoría social, la veeduría y fiscalización por parte de la ciudadanía.
En una democracia, se necesita ser crítico, analítico y fiscalizador, a sabiendas que no toda crítica, no todo análisis e incluso no toda fiscalización es útil y proactiva.
Actualmente existen críticas infundadas, interpretaciones desvirtuadas e incluso una fiscalización desestabilizadora, que sólo tiene por finalidad, tergiversar la verdad, provocando una creciente polarización.
No es posible seguir atacando toda disposición y toda acción por parte de la actual administración, sin fundamento, rechazando absolutamente todo, sin razonar y desacreditar.
Evaluar las situaciones, los contextos y las consecuencias, incluso reconociendo los errores, se evitará el caos y la desestabilización.
Sin duda alguna, existen errores, falencias y muy posiblemente falta de estrategia, lo cual he puntualizado en reiteradas ocasiones, sin embargo, nada se logrará con la desinformación, el abuso, la limitación a la libre locomoción de los ciudadanos y la tergiversación de la verdad.
Por ningún motivo insinúo dejar de criticar, al contrario, reitero la importancia de emitir opinión, de cuestionar y de alzar la voz, pero será más productivo si se acompaña del involucramiento, la crítica constructiva y de la información de fuentes correctas.
Constituirse sólo en ser críticos y espectadores, sin propuestas, es destructivo para la institucionalidad tan lacerada y cooptada por un sistema infame que solo sirve a los corruptos.
Negar que existen problemas y errores, es absurdo, pero es momento de cambiar el enfoque y en lugar de quedarnos en la indignación superficial y esa crítica infructuosa que sólo genera confrontación y desestabilización, debemos adoptar una crítica constructiva que busque promover propuesta y no sólo criticar destructivamente.
Valdría la pena recordar que para contar con datos e información seria y veraz, es importante estar en contacto con fuentes responsables y comprometidas con la verdad y la justicia y siempre antes de compartir cualquier información, es importante preguntarse, lo siguiente: ¿proviene la información de un origen confiable?, ¿podría dicha información estar manipulada con el objetivo de generar caos, odio o confusión?
Antes de difundir cualquier información es importante analizar, si ésta se basa en hechos verificables o sólo es una campaña de desprestigio con fines ocultos.
Una ciudadanía activa, que reconoce los errores y falencias de sus autoridades o de su coyuntura nacional, debe constantemente cuestionarse: ¿Estas decisiones corrigen problemas históricos?, ¿Son perfectibles?, ¿Qué alternativas existen?
En este país, muchas cosas no funcionan y por lo tanto es menester de la ciudadanía exigir cambios con argumentos sólidos, sin caer en la retórica destructiva que sólo beneficia a quienes nunca han querido, no quieren, ni querrán que este país avance y supere la corrupción que lo consume.
No permitamos dejarnos arrastrar por mentiras que de tanto repetirse se conciben como verdades, condenando a este país a vivir en confusión y caos.
Invito a usted estimado lector, que me brinda su atención, si es de su interés, no vivir más bajo las garras de la corrupción a saber informarse y distinguir las verdades que son reales y cuestionar toda información que le llegue, para no caer en la paranoia y convertir las mentiras en verdades irracionales.
Si la ciudadanía realmente desea un país distinto, no puede caer en la trampa de la confusión ni en la tentación de desecharlo todo. La historia nos ha demostrado que cuando el pueblo se rinde al desencanto sin sopesar las consecuencias, los de siempre regresan, imponiéndose la impunidad y el saqueo, que tanto daño han hecho.
No permitamos que las mentiras nos nublen el juicio o terminaremos en un país en donde nadie cree en nada ni en nadie y en ese vacío de confianza, los abusos de poder encontrarán el terreno perfecto para arraigarse.
Es hora de pensar antes de hablar, analizar antes de compartir y construir antes de destruir. La crítica es válida y necesaria, pero sólo si nos ayuda a avanzar. Si perdemos nuestra capacidad de distinguir la verdad de la mentira, habremos perdido algo aún más valioso: ¡Nuestra libertad!
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