La planilla 8

Helmer Velásquez     junio 20, 2024

Última actualización: junio 19, 2024 3:48 pm
Helmer Velásquez

El gremio de los abogados siempre ha llevado a cuestas la sombra del escarnio público. Esa mirada social que no se detiene a separar la paja del heno. Juzga y condena por igual. ¿Las razones? Seguramente fundamentadas, devienen del actuar facineroso de una minoría de abogados, que Manuel José Arce llamaba “abogados del torcido”, en realidad tinterillos de frac, smoking y tacuches Oxford, ávidos de riqueza, prestos a esquilmar incautos, prefieren víctimas iletradas. Generosos y zalameros con los poderes políticos, económicos, militares o abiertamente mafiosos, siempre listos a dar fachada legal a la defraudación del erario y cara democrática al autoritarismo. No están lejos para la sociedad angustiantes hechos, en donde la mano del abogado fue básica: el Estatuto Fundamental de Gobierno, Tribunales de Fuero Especial, certificación de fraudes electorales de la dictadura militar, amparos que encubren delitos o “diferencian” salarios. Algunos de estos personajes complementan ingresos, “titulando” territorios ancestrales, para luego promover el desalojo de sus legítimos poseedores: campesinos e indígenas. Recitan como decálogo los artículos de la ley para criminalizar demócratas.

Así, por cuestiones como aquellas y otras, el gremio de los abogados está en deuda con la mayoría social. Han contribuido enormemente a drenar la aspiración democrática de la sociedad; tanto se han creído la adulación de los titiriteros del poder que se suponen interpretes infalibles de la norma. “Casualmente” su interpretación, siempre favorece al poder. Es así, que de aquella retorcida, estrecha e interesada interpretación deviene una “justicia”, que como decía Humberto Ak’abal “queda lejos”. Cada día más lejos de los cánones de lo justo. Cada vez se adentra más en las fauces del averno. Como sociedad dejamos escapar la posibilidad de acrisolar justicia y paz, con ocasión de la finalización del conflicto armado interno, de nada sirvieron las reformas legales, los generosos financiamientos, las becas al extranjero, las conferencias de eruditos jurisconsultos. Lo que nos quedó fue un sequito de funcionarios que pretende adueñarse de la institucionalidad democrática, carros blindados, guardaespaldas pagados por nosotros y una batalla cotidiana por defender lo escaso de la institucionalidad democrática sobreviviente. Se han erigido en nomenclatura ilustrada que nada tiene que ver con la realidad cotidiana. Son causa directa de una ciudadanía hastiada de corruptela, poder oscuro y engaño. Una ciudadanía amenazada con ser sometida a tribunales de justicia, por cualquier causa.

Por eso y para no perder el optimismo de que un cambio es posible. La elección en el Colegio de Abogados este veintiuno de junio de Comisionados para integrar las Comisiones de Postulación de Magistrados a las Cortes, es una histórica oportunidad para el gremio. Mostrar a la sociedad, que está conformado por una mayoría de seres honestos, pensantes, demócratas de cepa, cuyas contribuciones y trabajo cotidiano a sido opacado por una minoría arbitraria. Es oportunidad para separar la paja del heno, de dar un respiro a la sociedad, de marcar la diferencia. Un rechazo a la decadencia, a la corruptela, a la gavilla que defrauda al Estado. La historia es así y toca la puerta de los abogados. No la defraudemos. Reivindiquemos con nuestro voto la memoria de los miles de abogados caídos en este país, en su lucha por justicia y esperanza. El voto marcará la diferencia.    

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