La pandemia en sus primeros meses generó una actitud ciudadana positiva, de ayuda mutua, de reconocimiento por ir juntos en el mismo barco, conciencia que motivó adhesiones y disposición a cooperar, porque todos necesitábamos de todos en ese momento extraordinario ante la vida o la muerte. La población se mostró respetuosa de la autoridad, se cumplían en general los horarios de aislamiento, y los sectores trabajaron de la mano sin pensar en partidismos o intereses de grupo, porque el COVID no discriminaba.
Fue una época terrible, pero ejemplar en la relación de los sectores que regularmente se la pasan enfrentados, mostrándose los dientes. El peligro de muerte aligeró las diferencias, y las muestras de solidaridad aumentaron.
Pero una vez le perdimos el miedo al virus, tras controlar los síntomas, y los espíritus se incendiaron, la distancia se agudizó, regresó la insolencia, prepotencia, intereses y choques. Al final del 2020 se quemó la fachada del Congreso y un autobús frente al Palacio Nacional. La pandemia se fue y se llevó la disposición a dar.
En la actualidad predomina la revancha, la negación a cooperar, como lo demuestra la acción del Ministro de Comunicaciones, que aferrado a la “propiedad privada” de un bien público, manifestó interés por poner su oficina en donde hoy estudian arte, música, escultura, danza, etcétera, miles de niños, jóvenes y adultos. Y cuando lo vemos defender su postura en los medios no dimensiona el mal efecto que provoca. Para el guatemalteco que aprecia la sencillez y la humildad, es injustificable que se prive a los artistas de la experiencia identitaria en un edificio patrimonio, que los envuelve.
Las necesidades son muchas, pero en materia de bienes públicos no existe lo particular, lo que sí funciona debe de permanecer, y es lamentable cuando se quiere afectar algo valioso para dedicarlo a la burocracia, porque no se desviste un santo para vestir otro. No se elimina lo bueno de uso colectivo para satisfacer caprichos. Al guatemalteco no le importa qué oficinas, grandes o sencillas tengan sus funcionarios pasajeros, pero sí se aprecia el lugar ideal para sintonizar con el arte.
Al Ministro Félix la gente lo está observando con sorpresa, porque no suena lógico lo que pretende. Hasta se extraña la pandemia. Ojalá, como dice nuestro himno nacional, reflexione y se busque para sí mismo un espacio más discreto, porque la patria se lo agradecerá.
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