Escribo esta columna domingo 2 de junio día en que se celebran las elecciones presidenciales en México, donde me encuentro observando la jornada electoral. Hace apenas una semana, se celebraron elecciones generales en República Dominicana y ayer sábado 1 de junio fue la toma de posesión de Nayib Bukele, después de reelegirse para otro período de gobierno.
Contrario a lo que ha sido la ola dominante en la mayoría de países de América Latina, en los tres países mencionados se registraron victorias de los partidos gobernantes. Vale la pena examinar qué hizo que en estos casos la ciudadanía de México, República Dominicana y El Salvador, optaran por la continuidad de los gobernantes de turno.
Líderes antisistema: un rasgo que comparten los gobernantes de estos tres países es que abanderaron proyectos políticos disruptivos, es decir que plantearon romper con el molde con el que se venía gobernando. Crearon una narrativa dominante minimizando a las expresiones de oposición tradicionales. Fueron efectivos comunicándose con sus sociedades liderando los mensajes y rompiendo las formas tradicionales de comunicación política.
Resultados concretos: los tres presidentes tuvieron éxito dando resultados concretos en al menos un área de gobierno reconocido por la población. En El Salvador claramente la gente valora el trabajo realizado por Bukele sometiendo a las maras que mantenían a buena parte de la población bajo acoso cometiendo extorsión y todo tipo de delitos. Aunque su éxito en seguridad no se ve replicado en otras áreas como la económica, la población aplaude su éxito en seguridad. En México López Obrador es reconocido por logros concretos en la economía familiar de los hogares mexicanos. Doblo el salario mínimo y otorgó subsidios directos a población vulnerable como jóvenes y adultos mayores. Pese a que México sufre una grave crisis de seguridad, la población reconoce el esfuerzo de López Obrador en aliviar la situación económica de las familias menos favorecidas del país. En República Dominicana la población valoró muy positivamente la gestión del presidente Luis Abinader al frente de la pandemia y su capacidad de atraer inversión extranjera producto de una mayor confianza de los agentes económicos.
Anticorrupción: A los tres se les reconoce haber frenado el ímpetu de las redes de corrupción tradicionales. El caso más exitoso en lucha anticorrupción lo tiene el gobierno dominicano que logró escalar 7 puntos en el Índice de Percepción de Corrupción durante su primer periodo de gobierno, algo que no había logrado ningún gobierno de la región. La isla fortaleció su sistema de compras y contrataciones y creó unidades de información para identificar redes de corrupción. Tanto en México como en El Salvador las poblaciones no perciben que haya una mejora significativa en esta materia pero tampoco un fortalecimiento de la corrupción.
Los tres casos ejemplifican que las sociedades no esperan milagros de los gobiernos y que cuando se dan resultados en al menos un área, valoran y dan su respaldo a la continuidad esperando que se amplíen los buenos resultados a otras áreas. En Guatemala ningún gobierno en la era democrática ha logrado conseguir una reelección por ser percibidos sus resultados como mediocres y altamente corruptos.
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